Introducción del Autor
Cómo y porqué nace este trabajo
Este trabajo es fruto de la curiosidad. Siempre, desde mis comienzos como estudioso de este período de nuestra historia, he dedicado tiempo y esfuerzo intentando visualizar los acontecimientos que sucedieron en mi ciudad ese fatídico verano de 1813. Era tal mi empeño, que lograba abstraerme no ya del momento presente, sino de toda nuestra época, sumergiéndome decidido en un mundo que desapareció hace mas de doscientos años. Pero pese a mi empeño, no tenía la seguridad de haberlo logrado del todo; no podía saber si lo que imaginaba delante de mí era real, o solamente fruto de una exagerada imaginación que corría desbocada recreando aquellos hechos.
Y así estaba, a medio camino entre la euforia y la incertidumbre, cuando se me ocurrió la idea que podría finalmente sacarme de ese mar de dudas: Podría ver gracias a los ojos de quienes realmente lo vieron todo. Gracias a esos hombres que inmortalizaron sus deseos, sus anécdotas, sus miedos y sus experiencias. Para ello contaba con la ayuda de toda una bibliografía compuesta por las memorias de aquellos que participaron en el asedio, y a esos documentos decidí apelar, no me importaba si eran oficiales o soldadesca; todos valían y de su legado voy destilando todo este trabajo.
Atroz. Real. Descarnado. Esos son los adjetivos que vinieron a mi cabeza al poco de comenzar la traducción de los diferentes libros y manuscritos, escritos en su mayoría recientemente después de los hechos. Me encontré "escuchando" auténticos dramas, luchas internas, sentimientos encontrados. Pude explorar en el interior de muchos jóvenes que, en pleno vigor de la juventud, habían desaparecido de este mundo hacía muchos años. Me impliqué. Sujetando esta vez las riendas de mi imaginación torné de vuelta a aquella época y logré ver y vivir escenas que jamás hubiera podido imaginar. Sucesos que se produjeron ya fuese en las calles de la parte vieja, o entre las piedras del Castillo de la Mota. Pero sobre todo entre las pendientes y caminos de este maravilloso monte Urgull, gigante paciente, que a todos nos ha visto crecer.
Por todo esto que he relatado, te pido, amable lector, un último esfuerzo que me permita compartir contigo lo que he aprendido.
¡Se puede viajar en el tiempo!
Nunca hay que olvidar la historia, para así no tener que repetirla.
Es una frase mil veces repetida, pero si dejas volar tu imaginación, dar rienda suelta a tus sentidos, podrás tener el lujo de sentirte codo con codo con los franceses en su defensa. O mano a mano con los británicos en su ataque. En realidad no importa sino que disfrutes y que recuerdes la lección para que esta clase de cosas sigan siendo algo a estudiar y nunca algo que vivir.
Gracias a nuevas técnicas a nuestro alcance, como internet, podemos disponer de una gran cantidad de material nuevo directamente en nuestros escritorios; algo inimaginable hace no tantos años. En gran parte gracias a la "red", podemos visualizar las caras de los protagonistas sin miedo a equivocaciones o a libertades creativas de retratistas ocasionales. Nunca me habría imaginado poder apreciar al detalle retratos reales de personajes que participaron, ni habría llegado a creer que mi mirada podría llegar a cruzarse con la de esos hombres: Ver sus rasgos, sus facciones robadas a la noche del tiempo en una instantánea. Son retratos que nos muestran gente joven y curtida, dura; también personas mayores -algunos ya ancianos- para la época en que vivieron.
Me encanta leer sus nombres, saber algo de sus vidas, de sus hechos. Es una forma de honrarlos, incluso de devolverlos a la vida. Uno muere realmente cuando todo el mundo se olvida de su existencia. Estoy contento por haber podido intentar -y espero que lograr- que su memoria sea recordada.
A tener en cuenta
El principal trabajo en el que se articula este estudio es el del Teniente Coronel Fraser, titulado “Letters of Colonel Sir Augustus Simon Fraser K.C.B. Commanding the Royal Horse Artillery in the army under the Duke of Wellington written during the Peninsular and Waterloo campaigns”, publicado en Londres en 1859. El guion que sigo está por ello muy influido cronológica y descriptivamente por sus cartas y memorias. También son especialmente importantes las obras de John T. Jones, cuya cantidad de datos y cifras que aportan han sido de vital importancia. He traducido todas estas antiguas publicaciones y organizado de manera temporal los acontecimientos que se narran, creando una secuencia temporal que se completa con las anécdotas más interesantes del resto de libros, así como las memorias o estudios de otros protagonistas, cuyos relatos he podido investigar.
Existe mucho material antiguo que aunque no se pudiera calificar como inédito, sí como podría ser catalogado como desconocido por la inmensa mayoría de donostiarras, y es tal la cantidad de fuentes que, de haber mencionado cada reseña bibliográfica, estaría obligado a llenar el pie de cada página con interminables notas y demás datos. Por ello, todos los títulos cuyos sucesos se relatan, son recogidos en la bibliografía facilitada al final de la obra.
Así mismo, y para evitar tanto anacronismos como entorpecer la comprensión a lectores foráneos, quienes pueden no estar al corriente de recientes cambios políticos, he decidido emplear la nomenclatura de los diferentes municipios que era vigente en la época recogida. No es mi intención hacer proselitismo de ningún tipo, tan solo dar a conocer nuestra historia de una manera más sencilla.
Hay ciertos apartados por los que paso de "puntillas", al tratarse de episodios perfectamente conocidos y estudiados de nuestra ciudad. Me refiero, por ejemplo, al referente al saqueo y destrucción de San Sebastián-Donostia, y al no poder aportar mayores novedades, me limitaré a recomendar al lector interesado en ese momento puntual, que consulte la bibliografía existente, la mayoría de gran calidad.
También quiero dejar claro que no hago juicios de valor sobre ninguno de los acontecimientos narrados. Justificables o no, cada lector debería ser quien juzgue lo sucedido desde sus valores, opinión y creencia. No creo que nuestra moral o perspectiva actuales, por fortuna tan distintas a tantos niveles, estén correcta y asépticamente calificadas para juzgar lo que les sucedió a nuestros antepasados, ni de cómo se comportaron la totalidad de los militares participantes en el drama. Cosas como generalizar o descontextualizar, son errores en los que, y a día de hoy especialmente, tendríamos que evitar caer. Por ello no quisiera que se me acusase de cobarde: sólo quiero y voy a limitarme, exclusivamente, a ser un mero cronista que narre lo sucedido.
Los capítulos referentes a la ciudad que se perdió, a sus monumentos, a sus edificios, sus murallas y fortificaciones, son simples apuntes para que el lector pueda situar mejor donde sucede cada hecho. No voy a extenderme en interminables estudios sobre las características de las fortificaciones o su trasfondo, o al menos intentaré no hacerlo de manera exhaustiva y detalladísima. Hay publicaciones en las que toda esa información ya está tratada al detalle y no quiero incluirlas nuevamente en este trabajo, pues no solo supondría una repetición adicional de datos ya de sobra conocidos, sino lo que es peor y no me perdonarías nunca: podría provocarte aburrimiento.
Siempre han tenido lugar modas y tendencias, y los tratamientos y estudios de la historia no son ninguna excepción, siendo a día de hoy mucho más habitual una perspectiva mucho más orientada a la intrahistoria, pero lo que yo me pregunto es ¿acaso la historia militar no tiene también intrahistoria? Es ésta una crónica militar, en la que se narran y describen unos sucesos bélicos, protagonizados por los ejércitos de cuatro países que se encontraban inmersos en una feroz contienda, y así, en medio de todo aquello: nuestros ilustres antepasados donostiarras. Por todo ello he querido recuperar aquel enfoque, tan habitual en la historiografía existente del S. XIX.
Lo sucedido en San Sebastián tuvo graves consecuencias para los ciudadanos que tuvieron la desgracia de vivir ese momento, que marcó un antes y después, condicionando sin remedio todas las historias humanas y personales que tuvieron lugar una vez concluido el período militar, período cuya historia en estos días está en desuso, mal vista o incluso manipulada por algunos "pseudo-historiadores", envenenados por la coyuntura política actual. No debemos olvidar que nuestra ciudad, su desarrollo y "modus vivendi" dentro y fuera de sus muros, siempre ha estado, hasta bien entrado el siglo XX, influenciada por el estamento, cultura y necesidades militares.
San Sebastián-Donostia fue, durante la mayor parte de su historia, una plaza fuerte. Es triste que que este tipo de historia esté en decaimiento, que todo lo que conlleve connotaciones militares sea mal visto y condenado a la ocultación y al silencio. Se está haciendo un flaco favor a nuestra historia, a la historia real, la verdadera y que además está escrita. Los hechos sucedieron como sucedieron, y los realizaron quienes los realizaron. Los civiles y militares de esa época tenían un pensamiento y valores que poco o nada tienen que ver con el actual.
Y por mal que a unos cuantos les pese e incluso intenten "documentar" como real en esos tiempos, el sentimiento nacionalista vasco era totalmente desconocido, ajeno. El real, el que sí existía, era un ferviente y sentido patriotismo hacia su país, su única patria, España. Las cosas, como ves, han cambiado mucho. No sé si hacia mejor o peor, querido lector, pero no seré yo, un mero cronista que se limita a narrar unos hechos, quien haya de juzgarlo. A ti, a nuestros hijos, y a los hijos de estos, os tocará calificar lo que hicimos.
Insisto, esta es una crónica predominantemente militar, y no por ello menos humana.
No es un trabajo con miras generales, que trate de contextualizar globalmente los hechos acontecidos. Es un estudio de unos sucesos locales, muy puntuales,que forman parte de esa otra gran historia que es nuestra Guerra Peninsular contra el Francés. Es la tragedia de una ciudad pequeña de provincias, que tuvo, tanto a nivel nacional como internacional, una gran repercusión y que afectó a todas relaciones políticas y sociales y que, a nivel municipal, podríamos considerar como ‘el fin de un mundo’.
Afortunadamente y en un gesto de valor, lograron nuestros antepasados reponerse a los sucesos sufridos, y de nuevo en otro gesto de entereza y entrega, dieron luz desde las cenizas a lo que se convertiría en la Bella Easo que hoy con cariño, placer y orgullo pisamos: San Sebastián – Donostia, la perla del Cantábrico.
Esperando que os guste:
Fdo. José María Leclercq Sáiz