En este capítulo veremos algunos aspectos que hasta hoy han pasado totalmente desapercibidos, por lo que son del todo desconocidos por la mayoría de donostiarras. Me refiero a lo que ocurrió con la guarnición francesa, y a la polémica suscitada en toda España por la terrible actuación de unas tropas aliadas sobre una ciudad española y sus habitantes.
Durante esta parte del trabajo me voy a volver un poco más beligerante, como sin duda notará el lector. Ya he mencionado en varias ocasiones que no me gusta mucho tomar partido, pero creo que las verdades que ayuden a sacar a la luz unos deleznables acontecimientos que sufrieron nuestros antepasados lo merecen. Esta postura se ve reforzada tras pasar por mis manos varias publicaciones de historiadores británicos que, increíblemente, aún niegan las atrocidades o la clara autoría y culpabilidad luso británica. No estoy hablando de historiadores de finales del siglo XIX o principios del XX, que se pueden ver justificados de alguna manera, por estar influenciados por las mentalidades imperialistas y ultra nacionalistas de la época. Me estoy refiriendo a historiadores que han publicado sus trabajos en el último cuarto del siglo XX. Son estudios que basan todo su trabajo investigativo en opiniones claramente influenciadas, tras beber en fuentes casi contemporáneas a los hechos, sin estudiarlas en profundidad, ni proceder a analizarlas detenida y metódicamente. Son trabajos que, nublado su empirismo por la admiración hacia personajes de su nación tan grandes como Lord Wellington, prefieren faltar a la verdad tergiversando la historia.
Algunos ejemplos que podría citar son:
- Oman, Charles. "A History of the Peninsular War". Londres. 1988. Tomo VII.
"En cuanto a lo de los daños personales infligidos a los habitantes, si es que de verdad se produjo alguno, debieron ocurrir durante el combate en las calles, cuando balas inglesas y francesas volaron en todas direcciones. Por lo que respecta a las variaciones sobre este tema (...) de la Junta de San Sebastián, baste decir que su violenta y ampulosa retórica pone bien de manifiesto qué es lo que se esconde detrás de ella: en esencia, la propaganda política del partido liberal, contrario a la alianza británica".
- Rathbone, Julian. "Wellington's War: His Peninsular Dispatches". Londres. 1984.
"Llevaban cinco años de ocupación francesa, y esperaban - de hecho, querían - que la frontera se redibujara para quedar incorporados a Francia.
(...)
Aunque muchos de los habitante vasco españoles combatieron al lado de los franceses, y habían comerciado con Bayona durante toda la guerra, fue sólo durante los combates callejeros cuando padecieron alguna molestia"
- Richards, Donald.Sidney. "The Peninsula Veterans". Londres. 1975.
"Incendiados por la caída de un rayo, estallaron los almacenes de pólvora y gran parte de la ciudad se vio pronto envuelta en llamas(...)
Terminado el combate y ya con la ciudad en poder de las tropas inglesas y portuguesas, siguió la inevitable orgía de violaciones y saqueos, y no se tuvo piedad con las familias sospechosas de haber tomado parte en la defensa de la ciudad"
- Weller, Jac. "Wellington in the Peninsula. Londres. 1992.
"Los preparativos para el asedio fueron eficaces, y al parecer se llevaron a cabo con la colaboración voluntaria de la población civil (...)
Aunque los ingleses y portugueses tenían más excusa para maltratar a la población civil aquí que en Badajoz, se comportaron un poco mejor. Muchos españoles combatieron junto a los franceses en las fortificaciones, sin embargo poco o ningún daño físico se infligió a los civiles españoles que no tomaron parte activa en los combates".
Creo que en este caso no sobran las palabras, y que al igual que hicieron nuestros desgraciados antepasados, reivindicando su inocencia contra viento y marea, nosotros, los herederos de su historia y su legado, tenemos la obligación moral de continuar su esfuerzo.
Sigamos...
Con esta fecha el Ayuntamiento de la ciudad, reunido en Zubieta, dirige una carta a Lord Wellington (A.M., Sec. E, Neg. 5, Ser. III, lib. 2, exp, 4):
"Exmo. Señor:
El Ayuntamiento de la ciudad de San Sebastián y una gran parte de sus principales vecinos se hallan reunidos en el barrio de Zubieta jurisdicción de la misma ciudad, con objeto de acudir a cuantos medios pueda sugerir la imaginación para el alivio de los desgraciados habitantes de ella.
Por un movimiento espontaneo unánime se ha fijado la vista de los miembros de la Junta en el héroe de la nación, en el restaurador de la independencia de España, en V. E. en fin, cuyas virtudes privadas dan tanto realce a su gloria militar. Nuestra confianza en la grandeza de alma de V. E. es ilimitada y nuestro espíritu, aunque abatido no nos conducirá a la desesperación, si V. E. se digna protegernos con la generosidad propia de su carácter.
El Congreso omitirá la relación detallada de los tristes acontecimientos de San Sebastián desde el 31 de Agosto hasta el día de hoy por no renovar el intenso dolor que han debido causar en un corazón tan sensible como el de V. E. y se limitará a la mención en grande de una espantosa catástrofe.
San Sebastián, Señor Exmo. ha padecido un saqueo horrible con los demás excesos anejos a él y un incendio de cerca de seiscientas casas en el cual han consumido las llamas el valor de más de cien millones de reales de vellón. Este funesto accidente ha causado la ruina absoluta de más de mil y quinientas familias y ha reducido las nueve décimas partes de ellas a la desnudez total y a la mendicidad, en un país cuyos habitantes carecen de lo más preciso aún para su propia subsistencia a resultas de haber sido ocupado por el enemigo durante cinco años.
En medio de este caos de calamidades no se ha notado el menor síntoma de tibieza en el constante patriotismo que ha manifestado desde el año 1808 esta infeliz ciudad. Si nuevos sacrificios fuesen posibles y necesarios no se vacilaría un momento en resignarse a ellos. Finalmente si la combinación de las operaciones militares o la seguridad del territorio español exigiese que renunciásemos por algún tiempo o para siempre a la dulce esperanza de ver reedificada y restablecida nuestra ciudad, nuestra conformidad sería unánime, mayormente si nuestras pérdidas fuesen soportadas a prorrata entre nuestros compatriotas de la Península y Ultramar.
Moscow fue incendiado y experimentó grandes pérdidas. La Europa entera conoce los felices efectos que produjo a la Rusia y sus aliados esta enérgica resolución, pero las pérdidas de Moscow han sido indemnizadas por todo el imperio ruso y por la generosa nación británica. Y ¿la infeliz ciudad de San Sebastián, esta benemérita ciudad, será abandonada a su desgraciada suerte? No, San Sebastián no reclama en vano la protección del inmortal duque de Ciudad Rodrigo. Los justos clamores de los habitantes de esta ciudad serán transmitidos por el órgano de V. E. a nuestra Regencia, al ministro británico y a los corazones piadosos de esta ilustre nación, y San Sebastián renacerá.
Séanos permitido este feliz prestigio inspirado en el alto concepto que tiene formado el orbe de las bellas cualidades que adornan V.E. y permítasenos también el reiterarla la triste situación de 1.500 familias pobres de San Sebastián que andan errantes sin asilo y sin pan.
Somos con la más alta consideración de V. E. muy rendidos servidores.
Excmo. Señor.
Por comisión especial del Congreso.
José María Soroa y Soroa; José Ignacio de Sagasti; José Joaquín Luis Bermingham".
Jueves. 9 de Septiembre de 1813.
El día amanece muy gris, con lluvia durante toda la noche y por la mañana. Es un típico día otoñal del Cantábrico. La tarde es algo más agradable, y el agua da una tregua a todos los presentes.
Los ingleses se encuentran exultantes. han logrado rendir a la guarnición francesa, y se han apoderado del "Gibraltar del Norte" con tan sólo un oficial muerto, el Capitán Steward, y uno herido, Teniente Hugh Morgan. Dos soldados de la batería artillera y ocho infantes más han resultado heridos por el enemigo. (En estos números no se encuentran incluidas las bajas portuguesas durante este período).
A las doce en punto del medio día la guarnición francesa tiene que abandonar sus últimas posiciones en el castillo y monte Urgull. Se ha acordado que saldrán en formación, hasta deponer las armas en el glacis existente frente a las fortificaciones más adelantadas de la plaza.
En el acto de rendición no hubo banderas ni águilas regimentales. Las primeras fueron destruidas por los oficiales antes de que cayesen en manos enemigas. Las segundas se depositaron en manos de otros regimientos que seguían ruta hacia Francia, antes de quedar incomunicados, y fueron depositadas en la fortaleza militar de Bayona. Todos los oficiales disponían al inicio del asedio de caballos, pero estos fueron sacrificados en su totalidad para proporcionar carne fresca a los defensores. Los británicos se sorprendieron y les causó extrañeza la tremenda tristeza que mostraban los oficiales franceses recordando este detalle.
Fue en este momento cuando se produjo un momento de los más emotivos del día. Los oficiales que observaban el desfile de las tropas, reconocieron a uno de los militares franceses. Se trataba del valiente oficial que aún a riesgo de perder la vida, no dudó en arriesgarse para intentar detener el fuego artillero aliado, que tanto sufrimiento causaba entre los heridos caídos durante el fallido asalto del 25 de Julio. El Teniente Coronel Fraser, que fue uno de los primeros en percatarse de la escena el sangriento 25 de Julio, fue uno de los que inmediatamente le reconocieron. Junto a otros oficiales corrieron hacia él para demostrarle su admiración y ofrecerle sus servicios en esos momentos tan duros. Se trataba del Capitán de Granaderos Loysel de Hametière, del 22º Regimiento de Infantería de Línea. Ante los efusivos actos y actitudes de los oficiales británicos que sorpresivamente le rodearon, contestó a los vencedores con una lacónica frase que debería quedar en el recuerdo de este regimiento:
"Ahí están los restos de los valientes del 22º. El otro día éramos 250, no más de cincuenta quedamos".
El número exacto de prisioneros tomados en el monte Urgull de San Sebastián ascendió a 1234 hombres en estado de revista. Además de estos había alrededor de otros 600, de los cuales 272 eran heridos. El resto hasta ese número eran refugiados, ancianos y discapacitados por heridas anteriores, no aptos para servir en la defensa.
Estos números varían también en función de la fuente que se consulte. Gómez de Arteche dice que la guarnición que salió desfilando consistía en 57 oficiales y 1244 individuos de tropa, quedando en los hospitales 23 de los primeros y 512 soldados.
Las piezas de artillería capturadas fueron 56 en la ciudad y 37 en el castillo y sus defensas.
Los franceses estaban muy preocupados por la reacción que tendrían contra ellos los españoles. Querían ser trasladados lo más rápidamente posible al puerto de Pasajes, bajo custodia británica, para ser embarcados como prisioneros de guerra hacia Gran Bretaña.
Uno de los motivos que ocasionarían seguramente este temor a caer en manos españolas vendría, sin duda, motivado por la animadversión que tan pertinaz defensa había despertado en todo el país. La prensa española llegó incluso a defender la postura de que toda la guarnición debería ser pasada a cuchillo. Un ejemplo de esto lo encontramos en la Gazeta de Madrid del 7 de Septiembre, en la que podemos leer en su página 396 que Lord Wellington sería demasiado generoso si perdonase sus vidas.
La descripción que nos llega de los mandos franceses por parte de la oficialidad aliada, no deja de ser, cuando menos, curiosa. Al General Rey lo describen como un hombre grande y gordo, con un aspecto físico no muy agradable, al menos en apariencia. Fraser lo define como un "gran gordo, en apariencia más semejante a un pacífico y grueso burgués holandés, que a uno de los más brillantes soldados de las guerras napoleónicas".
De Songeon sale peor parado al ser calificado por los vencedores, sin ningún género de dudas, como desagradable en el trato. En las cartas y correspondencias de W.M. Gomm, este dice de él "(...) es un gran pillo, y con un puesto, que creo, sin embargo, no merecen sus méritos".
El Coronel Sant Ouary sale mejor parado, y es reconocido por todos como un autentico caballero.
Sant Ouary era el oficial francés de mayor edad que participó en la defensa de la ciudad. Había cumplido ya sesenta años, de los que cincuenta y dos los había dedicado a servir a Francia. Hablaba perfectamente inglés, idioma que dominaba como consecuencia de dos obligadas estancias en suelo británico, como prisionero de guerra. El 15 de Septiembre de este mismo mes habría recibido la notificación del paso a situación de retiro en el ejército francés. Pertenecía a la antigua nobleza, y para la mayoría de los mandos superiores aliados, se trataba del único caballero de verdad que había entre los altos mandos franceses.
Como consecuencia de todo esto, el anciano Coronel pidió a Fraser y a otros oficiales que intercediesen por él, para tratar de impedir que fuese trasladado como prisionero de guerra a Gran Bretaña. Si se le concedía la libertad, se retiraría a sus tierras bajo juramento de no tomar nunca más las armas contra Gran Bretaña y sus aliados.
Por su parte, el Coronel Brion, jefe de la artillería francesa, es calificado como un hombre sensato y calmado, a pesar, incluso, de las circunstancias actuales. Sus modales y educación eran exquisitos y muy agradables. Este oficial quería visitar las baterías que habían construido los británicos en esta última parte del asedio, contra las que había combatido, deseo que le fue inmediatamente concedido. Su visita a las posiciones aliadas coincidió con el momento en que los cañones de la batería disparaban las 21 salvas reglamentarias en honor a la bandera española, que estaba siendo izada en lo alto del castillo.
Tras despedirse amablemente del Coronel Brion, el Teniente Coronel Fraser, junto a otros oficiales, ascendió hasta lo alto del castillo. En la carta ya mencionada, fechada en Pasajes el día 10, nos describe con detalle lo que vio.
A final de la jornada entra en el puerto de la ciudad el primer buque británico. Se trata de la balandra "Beagle", con la que se quería experimentar la posibilidad de utilización de este enclave costero, del que se sabía que adolecía de grandes problemas de calado.
El Teniente Goblet parte inmediatamente para Francia con los despachos del General Rey, informando de la rendición de la plaza y de la pérdida de toda la guarnición. Wellington aprobó lo estipulado en los términos de la capitulación sobre la libertad para este oficial tal y como podemos leer en su despacho oficial fechado este día en Lesaca, a primeras horas de la mañana.
Gracias a un carta entre el Cuartel General aliado y el General francés Conde Gazan del 3 de Octubre, sabemos que el oficial que liberaron los franceses en el canje acordado era el Teniente William Woolcombe, del 71º de Infantería de Línea, quien había sido herido de gravedad en la Batalla de los Pirineos. El detalle de encontrarse herido, que a priori a muchos nos puede parecer nimio, también causaba roces y problemas en las negociaciones entre los dos ejércitos. Si el oficial intercambiado no se encontraba en condiciones de servir inmediatamente, su canje tendría que realizarse por otro oficial en iguales condiciones físicas. En este caso, el oficial británico no pudo regresar al servicio activo hasta pasados cuatro meses.
El Mariscal también recomienda en su despacho que se realice una exhaustiva investigación sobre los prisioneros que se han declarado no combatientes o que han sido catalogados como ancianos. En el escrito recuerda que ya han sido enviados a Francia en anteriores intercambios, 29 oficiales y 5 soldados que no fueron detectados a tiempo como militares.
También se comienza a estudiar la manera de reconstruir rápidamente las fortificaciones de la ciudad. No podemos olvidar que nos encontramos en un sitio fronterizo y estratégico situado a escasos kilómetros de las líneas enemigas, y que en caso de que las tornas de la guerra cambiasen, tendría que ser defendido, sin duda, por las tropas que hasta ahora lo habían asediado.
Viernes. 10 de Septiembre de 1813.
Los portugueses comienzan a abandonar la ciudad. El Teniente español De Lamadrid es testigo del desfile de una de sus brigadas. Por fin abandonan San Sebastián rumbo a Vera. Nos describe a sus integrantes como "buena gente".
Hay un primer indulto en el despacho de las 10'30 de la mañana de Wellington, para algunos de los oficiales franceses. Este afecta al Cirujano Mayor de la Plaza y al Capitán Loysel de Hametière, este del 22º de infantería de Línea, que bajaron por la brecha el día 25 para ayudar, aún a riesgo de perder la vida, a los heridos aliados. Es una libertad condicional, tras la promesa de no volver a combatir contra los aliados. Puede que este tipo de actitudes nos resulten extrañas a nuestras mentalidades actuales, pero en la época si se respetaban este tipo de juramentos. En esta ocasión, no se va a exigir la devolución de dos prisioneros de igual calidad a cambio.
En una carta al Capitán Otway, de la Royal Navy, se le pide ayuda para embarcar a este considerable número de prisioneros. El Capitán George Collier no es partidario de transportarlos rumbo a Inglaterra en transportes pequeños, prefiere, tal vez por seguridad, hacerlo en grandes navíos con tripulaciones numerosas. En este momento el H.M.S. Ajax se encuentra reforzado, desde el día 9, en las costas vascas o "Basque Roads" por el H.M.S Bellona, otro navío de Línea de similares características, por lo que ambos buques serían de una gran ayuda. La H.M.S. "Freya" ya ha partido con un primer grupo de prisioneros.
Sábado. 11 de Septiembre de 1813.
En la mesa de Lord Wellington, Dickson menciona la valentía demostrada por el Capitán Loysel del 22º de Infantería francesa, con riesgo para su vida, única y exclusivamente para salvar a nuestros heridos. Lamentablemente, no se acordaba del nombre del capitán francés. Wellington estuvo completamente de acuerdo en amnistiarlo y enviarlo a Francia, como ya había sido ordenado en el despacho del día anterior. También se le formula nuevamente la petición del Coronel Sant Ouary.
Sobre este punto hay algunas discrepancias entre los historiadores. Algunos afirman que también accedió a a la libertad de Santuary, pero en el despacho fechado este día en Lesaca, a las 9 de la mañana, que hemos podido leer anteriormente, no hay lugar para las dudas.
A pesar de lo anteriormente mencionado, nadie sabe con certeza si estos dos militares se libraron de la prisión. En estos momentos todo es muy confuso y reina una confusión generalizada. No hay buenas comunicaciones entre los mandos y las diferentes unidades. Hay muchos temas sobre la mesa que urgen más a los comensales. Fraser se lamenta amargamente, convencido de que habrán sido embarcados casi con total seguridad, a pesar de la amnistía que se les ha concedido.
El mariscal Beresford, presente en San Sebastián esas fechas, se embarca rumbo a Portugal, país del que es jefe supremo de sus tropas. Va a Lisboa, donde espera recuperarse de unas molestias que le están afectando desde hace varias jornadas.
Los heridos se están recuperando a toda velocidad. Gomm menciona incluso que el clima de esta zona es casi milagroso. Incluso afirma que el General Leith retomará el mando en poco tiempo sobre su querida división, a pesar de las heridas recibidas el día 31. Pero se queja del estado que presentan las fuerzas aliadas entorno a la ciudad, todavía muy debilitadas militarmente después de todos los acontecimientos que han sufrido. "Un peu delabrées", como las murallas de la ciudad.
En Pasajes se ha visto cómo pasan en formación los derrotados defensores de San Sebastián hacia los muelles del puerto. El Teniente Coronel Fraser fue testigo desde la ventana de la casa en que pernocta. La enemistad entre el General Rey y el Jefe de su Estado Mayor De Songeon ya es conocida por todo el mundo. Se sabe que incluso De Songeon había proclamado abiertamente su intención, si se diera la oportunidad, de disparar contra el General Rey durante el traslado hacia Inglaterra. Afortunadamente esta posibilidad le fue negada, al ser embarcados por precaución en buques distintos.
Esta enemistad había surgido a raíz de la designación del oficial encargado para portar los despachos oficiales a Soult, tras la rendición de la plaza. De Songeon intentó por todos los medios ser él el elegido, pero esta actitud molestó mucho al General Rey. Este último escogió personalmente a Goblet, y entre los dos mandos se produjo un fuerte encontronazo. El carácter de ambos personajes era muy complicado. Todos los testigos que los conocieron personalmente, coinciden en presentarlos con muy pocos halagos, a pesar de la heroica defensa realizada por sus tropas. Incluso, como demostrarán algunas circunstancias que veremos más adelante, estos dos personajes no sentían ninguna pena, aprecio, ni compasión, hacia los ciudadanos donostiarras y los lamentables hechos que sufrieron en sus carnes tras la toma de la ciudad.
Se comienzan a buscar albañiles, carpinteros y trabajadores civiles para realizar los urgentes trabajos de reconstrucción de la fortaleza militar de San Sebastián.
Domingo. 12 de Septiembre de 1813.
La temporada climatológica está cambiando. El día ha amanecido malo, con fuertes lluvias y aguaceros.
Con esta fecha el Mariscal Soult escribe una carta al Ministerio de la Guerra en los siguientes términos, sobre los acontecimientos que se han sucedido (Clica sobre la página para desplegarla).
Tras la salida de la guarnición francesa, la ciudad es ocupada por una brigada portuguesa que inmediatamente es empleada en los necesarios trabajos de adecentamiento de las brechas abiertas en las murallas de ciudad. Los cañones franceses, sobre todo los de bronce, son reparados, reutilizados y colocados en sus antiguas posiciones. De los empleados por los aliados en el tren de sitio, 35 son destinados a reforzar la ciudad y sus fortificaciones.
Han pasado casi dos semanas desde el asalto a la ciudad y aún quedan cuerpos de mujeres y hombres sin enterrar. Se han realizado cremaciones en enormes piras mortuorias, sobre todo en la zona de la playa, pero la atmosfera en las calles de la ciudad está completamente contaminada por el hedor de la muerte.
En el exterior de los muros, como consecuencia de las lluvias y la depredación de algunos vecinos, que buscan materiales para sus reparaciones y obras, las trincheras y baterías están desapareciendo rápidamente. Los ingleses comienzan a tapar las zanjas y trincheras para que desaparezca cualquier posibilidad de que un ejército enemigo, hecho que no descartan ante la incertidumbre del frente con Francia, encuentre realizados gran parte de sus trabajos de aproche y sitio.
El Capitán Smith, del "Beagle", sigue estudiando las posibilidades de utilización del puerto. En su informe cree que es posible que pueda albergar a la vez hasta tres o cuatro buques similares al suyo.
Este es otro día triste para la ciudad. A pesar del tiempo transcurrido, recordemos que ya han pasado nada menos que doce días desde la toma de la plaza, una columna calificada como "infernal", no sabemos si inglesa o portuguesa, entra a la fuerza en la Basílica de Santa María y roba las piezas de plata del culto. Este detalle se encuentra detallado en otra carta del donostiarra Sagasti fechada esta jornada. En ella nos indica que el tesoro estaba enterrado para evitar su robo, pero que tras las amenazas de los soldados, se accedió a desenterrarlo, desapareciendo para siempre. También nos cuenta que a D. Bartolomé de Olózaga, que tenía hospedados en su casa a varios oficiales, estos le robaron toda la ropa blanca que aún conservaba, escondida en un "secreto" de su almacén. Este donostiarra es el que más tarde ofrecerá al Ayuntamiento, durante las Juntas de Zubieta, su casa de la calle Trinidad, salvada del incendio, como sede provisional del Consistorio.
A pesar de todos estos desagradables acontecimientos, los comisionados municipales siguen intentando reclamar la atención de Lord Wellington. Para ello le dirigen una nueva carta en esta fecha, al no haber logrado nada positivo con la primera y a fecha de hoy no haber recibido contestación alguna a tan urgentes necesidades.
Exmo. Señor.
Como comisionados del magistrado y vecinos de la desgraciada ciudad de San Sebastián, hemos tenido el honor de dirigir a V. E. una representación solicitando su poderosa protección a favor de nuestros conciudadanos. Ahora nos vemos precisados a renovar su triste situación y la imposibilidad en que se halla el magistrado instalado en esta ciudad por disposición superior, para atender a los objetos más urgentes. Si V. E. por un efecto de su compasión y autoridad no facilita un pronto socorro.
La ciudad ve acercarse a sus habitantes a su antiguo pueblo, a cuya sombra quieren acogerse para procurar la existencia de sus familias, pero se halla en la imposibilidad absoluta de limpiar sus calles, derruir paredes que peligran, poner corrientes las fuentes y atender a otros objetos indispensables, sin los cuales es imposible vengan los habitantes. Aún los más de estos necesitan socorros y el Ayuntamiento no tiene mediaos para ello, a no ser que V. E. disponga que se den 2.000 raciones diarias, con las cuales se buscarán operarios y se socorrerá a los infelices.
Otro objeto de mayor interés es el que los habitantes hallen en dónde albergarse de la intemperie, y poder establecerse por el pronto, aunque sea con la mayor estrechez e incomodidad, pero para que esto se verifique es preciso que todos los edificios públicos se pongan a disposición del Ayuntamiento, reservándose el convento de San Telmo y la iglesia de Santa Teresa para la tropa y almacenes, y dejándose las iglesias, cárcel y unas cuantas casas que quedan, parte derruidas, para uso del vecindario, sin que se empleen en otro objeto ni se ocupen con alojamientos militares.
La penetración de V. E. conocerá lo imperioso de las circunstancias y que el cumplimiento de nuestros deberes nos obliga a hacerle estas súplicas, cuyo buen resultado esperamos del justo y compasivo carácter de V. E.
Repetimos a V. E. nuestro profundo respeto y admiración y rogamos al Señor por las mayores prosperidades de V. E.
San Sebastián 12 de septiembre de 1813.
Exmo. Señor.
Como comisionados del Ayuntamiento y vecinos de San Sebastián. José María de Soroa y Soroa, Joaquín Luis de Bermingham
(A. M., Sec. E, Neg. 5, Ser. III, Lib. 2, Exp, 4).
Martes. 14 de Septiembre de 1813.
Aparece un artículo publicado en la "Gazeta de Madrid".
"GAZETA DE MADRID"
DEL MARTES 14 DE SEPTIEMBRE DE 1813,
BAJO EL GOBIERNO DE LA REGENCIA DE LAS ESPAÑAS
Si hubiéramos de copiar aquí lo que escriben desde Pasages y Rentería con fecha de 2 y 6 corrientes, sobre las ocurrencias de la toma de S. Sebastián el día 31 del mes pasado, presentaríamos a nuestros lectores un quadro de horror sumamente desagradable; pero extractaremos de ella todo quanto pueda hacer formar opinión de la clase de guerra en que estamos comprometidos, y de las desgracias que nos amenazan, si no aprovechamos los felices momentos que la suerte nos ofrece para ponernos en estado respetable de defensa, erizando el Pirineo de bayonetas españolas y aumentando progresivamente los exércitos nacionales. Casi no había en la plaza de S. Sebastián espacio alguno que no estuviese minado y lleno de zanjas y trincheras. La fogosidad de los portugueses y la impavidez de los ingleses ganaron el terreno a palmos, sufriendo todo aquel día in diluvio de balas y granadas. La explosión de la mina que estaba preparada para los sitiadores refluyó contra los sitiados; y este suceso y el incendio de un almacén de pólvora obligó a estos últimos a retirarse por fin al castillo después de la más vigorosa resistencia. Los horrores de la guerra trascendieron a los inocentes vecinos de S. Sebastián; estos vieron por un lado las calles regadas de sangre, hacinados los cadáveres, multiplicados los clamores de los heridos; por otro lado cambiaron de repente sus casas en chozas, su comodidad en miseria, su alegría en llanto. El frenesí de una tropa acalorada y ciega de furor contra el enemigo era inevitable en aquel momento; pero muchos de los delincuentes han pagado ya sus excesos en un suplicio: 50 han sido fusilados y 9 ahorcados. De S. Sebastián no quedará sino la memoria de donde estuvo situada. Se reúnen muchas tropas en Navarra y hacia Irún. Cada tres días pasa el Lord en persona a comunicar sus órdenes a los sitiadores de aquel castillo, a cuya rendición se seguirá probablemente la entrada de nuestros exércitos en Francia. El día 4 por la noche llegó a Pasages un mensajero de Lord Wellington con pliegos para Londres; y al día siguiente entraron muchos prisioneros cogidos en la acción del 31 del mes pasado, los que se embarcarán también para Inglaterra. El día 5 se resistía aún en el castillo de S. Sebastián, y estaban ardiendo las casas y templos de la ciudad. En el mismo día 5 se juró la Constitución en Rentería y quedó formado el nuevo ayuntamiento constitucional.
Miércoles. 15 de Septiembre de 1813.
El ejército británico y su 5ª División en particular, aún no ha logrado restablecer ni la total disciplina de sus tropas, ni la operatividad total de sus unidades. Hay soldados que siguen dispersos por los alrededores de la ciudad entre los caseríos y pueblos. Malviven y causan graves problemas entre los habitantes de la zona.
Graham sigue teniendo su cuartel general en Oyarzun.
En este día tenemos una descripción de cuál es el estado real de la ciudad, en su exterior y en su interior, gracias a las memorias de Gleig. Voy a exponer literalmente lo que este oficial nos describe. Hago especial hincapié en que el lector tiene que tener en cuenta un detalle importantísimo. Ya ha pasado nada más y nada menos que medio mes desde el asalto y toma de la ciudad.
Aspecto exterior (cuadro superior. Clic para desplegar).
La situación de algunos de los prisioneros de guerra cambia radicalmente. Entre los dos ejércitos en guerra hay una serie de continuos intercambios de oficiales prisioneros. Estos hechos se pueden comprobar en las cartas que se intercambiaban Wellington desde su Cuartel General y el Conde de Gazán, por parte francesa. Este día 15 de Septiembre es acordado el canje de Mr. Larpent, del Servicio Jurídico Militar británico, al que ya hemos leído en varios momentos de este trabajo, que había sido capturado el 31 de Septiembre. El oficial por el que se va a realizar el canje es el Comisario de Guerra Robert, secretario personal del general Rey, tal y como lo describe Wellington, caído prisionero el 31 de Agosto en las calles de San Sebastián, y que aún no había sido enviado a Gran Bretaña, por lo permanecía en las posiciones militares aliadas. Estos intercambios, como iremos observando, se convertirán en auténticos regateos entre las partes, alargándose muchos de ellos en el tiempo para desesperación de sus protagonistas.
Este día las autoridades de la ciudad de San Sebastián reciben contestación a su primera carta enviada a Lord Wellington el día ocho, por medio de otra carta firmada por el General O'Lawlor.
Lesaca 15 de Septiembre de 1813.
"Señores del Ayuntamiento y principales habitantes de la ciudad de San Sebastián.
El Exmo. Sr. Duque de Ciudad Rodrigo me manda manifestar a V. S. S. que ha visto con el mayor detenimiento la exposición que en ocho del corriente le han dirigido V. S. S. expresando las pérdidas que han experimentado los habitantes de San Sebastián.
S. E. ha visto con dolor la quema y ruina de San Sebastián cuya desgracia debe atribuirse a la causa que han producido a la España tantos y tan repetidos males.
El bien general exigía que la plaza fuese atacada y tomada y en los esfuerzos que se hicieron se pegó fuego a la ciudad resultando los males y desgracias que V. S. S. indican, lo que no puede reflexionarse sin que los males parciales que han ocurrido disminuyan en gran manera las satisfacciones que ha proporcionado la rendición de la plaza de San Sebastián cuyos edificios, si el fuego no los hubiera devorado hubiera sido de la mayor utilidad a los ejércitos.
Lo que digo a V. S. S. de orden de S. E. en contestación a su expresado papel.
Dios guarde a V. S. S. muchos años, Lesaca 15 de septiembre de 1813.
Fdo. José O'Lawlor, Secretario Militar".
(A. M., Sec. E, Neg. 5, Ser. III, Lib. 2, Exp. 4)
Jueves. 16 de Septiembre de 1813.
La ciudad de San Sebastián tras recibir contestación de Lord Wellington el día 15 mediante la carta del Brigadier D. José Laulor (sic), envía esta a la Diputación de Guipúzcoa, que inmediatamente escribe al Lord Británico.
Exmo. Señor:
Los comisionados de la ciudad de San Sebastián me han remitido las copias de un oficio que el brigadier D. José Laulor les ha escrito de orden de V. E. con fecha de 15 del corriente en contestación a la representación que en nombre de los principales vecinos de aquella ciudad se dirigió a V. E. por mismo del mismo señor de Laulor. La ciudad de San Sebastián era el centro de reunión de los capitales que fomentaban el comercio y la industria de esta provincia; la destrucción de la primera es la precursora de la ruina de esta última.
Los habitantes de la ciudad y aún todos los de Guipúzcoa se glorian eternamente de los extraordinarios sacrificios que hacen por el bien en la justa causa que la nación sostiene con el poderoso apoyo de la Gran Bretaña y el de un ejército invencible bajo de las órdenes de tan digno jefe; se resignarán gustosos a padecer las privaciones momentáneas dimanadas de la catástrofe ocurrida el día del asalto de la plaza y los sucesivos. El amor a la patria sofoca en Guipúzcoa todos los sentimientos ocasionados por los males parciales cuando éstos proporcionan ventajas o satisfacciones para el bien general.
La Diputación, Señor Exmo., constituida por la ley en la obligación de admitir las reclamaciones de todos los pueblos de la provincia para darlas el curso conveniente, tiene la satisfacción de manifestar a V. E. los nobles sentimientos de los vecinos de San Sebastián propios del carácter guipuzcoano.
Convencida de que los grandes sacrificios que hace la Gran Bretaña en favor de nuestra causa, y las necesidades de atender aún a la subsistencia del Estado Español, no permiten aún a V. E. el socorrer a los indigentes de San Sebastián, no debe insistir en lo relativo a este punto, pero no puede prescindir de hacer los recursos que juzgue oportunos para conseguir la indemnización de las pérdidas que ha experimentado.
Los males parciales experimentados por los propietarios y vecinos de San Sebastián son notorios, las ventajas proporcionadas de este sacrificio al bien general lo son igualmente, y la reclamación a la indemnización parece justa.
Los recursos de esta Diputación sin el apoyo de V. E. pudieran ser débiles, la decisión lenta y su éxito dudoso: recomendados por V. E. a los respectivos gobiernos prometerían los más felices resultados: ¿Y que no deberá esperarse si V. E. dignándose dispensar su poderosa protección a la infeliz ciudad de San Sebastián reclamase directamente en favor de los socorros que tan justamente solicita? Ah! y que día tan glorioso sería para los desgraciados aquél en que V. E. por un impulso de su generoso corazón prometiera su protección a los habitantes de San Sebastián.
Se olvidarían las penas y trabajos sufridos, se consolidaría la resignación para los venideros y una confianza ilimitada en V. E., desvanecido aún la memoria de los desastres de más de cinco años, infundiría nuevo ardor al constante patriotismo de todo este país.
La Diputación no puede menos de suplicar a V. E. se digne tomar en consideración lo expuesto en favor de los habitantes de San Sebastián y comunicarle su resolución cuando lo tenga a bien o le permitan las circunstancias.
(A. P:, Sec. 1, Neg. 22, Leg. 29).
Viernes. 17 de Septiembre de 1813.
Sabemos por un despacho de Wellington fechado este día en el Cuartel General de Lesaca, a la 9'30 de la mañana, que el hospital con heridos franceses en el asedio necesita todo tipo de suministros. Parece ser que no disponían, ya no sólo de medicinas, sino ni tan siquiera del número preciso de oficiales médicos, por lo que se hace necesario que estos se vean reforzados por británicos. El Lord delegará esta decisión en el Dr. James M'Grigor, Inspector General de los Hospitales desde el 25 de agosto de 1809. (Otras fuentes lo citan como MacGregor).