A 130 metros de altura sobre el nivel del mar y sirviendo como reducto de la ciudad en la cima del monte Urgull, se alza un estrecho, aunque sólido ‘Donjon’ o macho: el castillo de la Mota. Para llegar hasta él podríamos ascender por la subida de Santa Teresa, que llevaba directamente hasta la puerta de la Batería del Mirador, o por el que discurre desde la muralla del frente de mar.
Su flanco estaría protegido al noroeste por las Baterías del Príncipe y del Mirador, mientras que su lado sudoeste quedaría cubierto por la batería de La Reina, elementos que formarían una línea defensiva por encima de la ciudad. Así, y debido a su privilegiada posición, tanto estas fortificaciones primarias como el resto de baterías secundarias repartidas por otras zonas del monte, podrían batir sin dificultad tanto la zona de la bahía y la rada del puerto como todo el terreno del istmo que se extendía frente a la plaza.
El origen del castillo se pierde entre las nieblas del pasado. Según los documentos existentes en los archivos de Simancas y del Servicio Histórico Militar, podemos fechar su inicio en los años de la Edad Media, aprovechando los restos de unas construcciones anteriores. Las primeras construcciones defensivas documentadas en esta villa fueron ordenadas por Sancho III "el Mayor" de Navarra, quien construyó una atalaya defensiva en los altos del monte Urgull y rodeó la ciudad con un cinturón defensivo. Más tarde hacia el año 1194, sería el rey Sancho "el Fuerte" quien construyese una cerca que sirviese para aumentar la capacidad defensiva de esta plaza. Este dominio navarro duraría solamente seis años, pero supuso el germen que dispondría el futuro desarrollo de las fortificaciones de nuestra ciudad.
Para saber cómo sería realmente la descripción de este castillo, sería necesario dejar volar un poco nuestra imaginación, y desde que Don Fernando Mexía, una de las personas más doctas en la materia que conozco, se atrevió a hacerlo, me haré a un lado antes de transcribir sus palabras de forma literal:
"Castillo roquero de forma cuadrangular, con cuatro torreones en sus ángulos, redondos y chicos, con cabida para doce o trece hombres en cada uno de ellos y con espacio para otros cuatro en el centro. El muro de siete metros de altura aproximadamente y cerca de dos de espesor, rematado por almenas. Al fondo, la torre del homenaje, de forma cuadrada, de unos tres metros y medio de ancho y una barbacana de defensa mirando al oeste, con la correspondiente puerta de entrada al castillo. Por la parte del rio un andén angosto saliendo a la plaza del mismo, mira al muelle y a dicho rio. El castillo se eleva en lo alto de una colina, dominando por su altura, la plaza de San Sebastián".
De su forma, estructura y demás características no tenemos descripciones precisas al menos hasta llegado el S. XVI, pero tampoco quisiera extenderme demasiado en esta materia, pues en el período que nos interesa, y al menos en lo referente a su estado de construcción, es muy puntual y localizado.
La estructura principal del castillo que conocerían durante los años de la Guerra de Independencia se realizó a raíz de la invasión en 1512 del Duque de Angulema, invasión que evidenció el estado de atraso y abandono en el que se encontraban las fortificaciones de la ciudad, tanto las del monte como las murallas de tierra. Así, entre 1528 y 1530, se empezaron a realizar las obras que darían a luz al castillo que conocemos hoy día. Fue la misma Reina quien ordenó rematar la obra con la construcción del cubo del castillo con muro y plataforma, y Don Sancho Martínez de Leiva quien supervisó los trabajos, basados en planos de Don Gabriel Tadino de Martinengo, prior de Barleta, Ingeniero y Capitán de Artillería. Por aquel entonces se le denominaba, por razones obvias, "El Cubo de la Reina".
La parte superior del "Macho" se modificará entre 1546 y 1552, perdiendo su aspecto medieval. A partir de entonces irá sufriendo continuas modificaciones, pero todas ellas de menos calado que la descrita en el párrafo anterior. Es necesario sin embargo hacer una excepción ante la necesaria reconstrucción que se realizó como consecuencia de la voladura sufrida el 7 de Diciembre de 1688. Murugarren rescata un documento de la época que copio por ser curioso el acontecimiento:
"Fue espantoso el incendio provocado por la voladura del polvorín del Castillo, según consta en la "Historia de la Fundación del Convento de Carmelitas Descalzas": Toda la ciudad padeció mucho. Cada uno juzgaba era en su casa el incendio. Los que se encontraban en los templos, en ellos hacían confesión. Se expandía el temor por el ruido de la multitud, las piedras, vigas, tejas, etc., que por impulso volaban del Castillo. En los templos, conventos, casas, se partían puertas, rejas, vidrieras y ventanas, cayendo piedras entre los religiosos, sin que ocurrieran daños personales. En el Castillo voló mucha parte de él, amenazando ruina la mayor parte del mismo. Murieron diez soldados de guardia, volando sus cuerpos hechos pedazos por el aire, hallándose al día siguiente, ya en el muelle, ya en las huertas de la Mota, los miembros de aquellos, despedazados, y parece que sólo el castellano quedó milagrosamente vivo, si bien malamente herido. En la plaza murieron cuatro vecinos quedando algunos heridos. La pólvora almacenada en el polvorín pasaba de 800 quintales con buena porción de mechas, mosquetones, granadas y bombas"
De la estructura superior del castillo sólo quedó en pie -todavía hoy día sigue siendo para muchos un milagro, la pequeña capilla con su Cristo intacto y la vela aún encendida.
Nº1.- Castillo de la Mota:
Enmarcado en azul se puede ver el "donjon" o macho del Castillo del Santo Cristo de la Mota de San Sebastián, del que ya hemos hablado anteriormente.
Nº2.- Batería del Mirador:
Su construcción se inició a finales del S. XVII y no se vería terminada hasta ya entrado el S. XVIII. Esta batería era la fortificación de mayor importancia aparte del Castillo de la Mota, y es en esta defensa donde se sitúa la puerta de acceso más importante a todo el sistema defensivo del monte. Por ella se entraba en las defensas desde el camino que unía la ciudad, y que parte desde la Iglesia de Santa María, sito junto al Convento de Santa Teresa (ambos edificios presentes hoy día y que aún conservan, además, signos de la refriega).
Su importancia en los acontecimientos de 1813 fue enorme. Sufrió un intensísimo bombardeo en la fase final del asedio, tras el cual acabó "abierto en brecha". Fue sobre sus muros donde se izó la bandera de rendición francesa, y por su puerta desfiló orgulloso el ejército imperial tras haber ofrecido una honrosa rendición a los aliados.
Su importancia en los acontecimientos de 1813 fue enorme. Sufrió un intensísimo bombardeo en la fase final del asedio, tras el cual acabó "abierto en brecha". Sobre sus muros se izó la bandera de rendición francesa, y por su puerta desfiló el orgulloso ejército imperial tras haberse rendido a los aliados.
Nº 3 y 4.- En la cara sur, inmediatamente encima de la Batería del Mirador, y unida a esta por un muro aspillerado, estaba la batería del Príncipe. Su papel en la defensa de la plaza en 1813 fue muy destacado, por lo que se convirtió en uno de los objetivos principales de los cañones aliados.
La Batería del Príncipe es conocida también como batería del Huerto del Gobernador, o de la Princesa. Su construcción se realizó durante el siglo XVIII. Estaba unida a la Batería de Santiago o de la Reina por un muro aspillerado que cerraba el frente de Este a Oeste. Realmente se componía de dos baterías, la alta (nº4) y la baja (nº3). Podía batir un amplio frente que abarcaría desde el Monte Ulía y el río Urumea, hasta las alturas de San Bartolomé.
Nº 5.- Batería del S.O.
Nº 6.- Batería de Napoleón. Construida por los franceses durante la ocupación de la ciudad entre 1808 a 1813. Una vez tomado el castillo por los aliados, se le cambió de nombre, pasando a denominarse Batería de Wellington. Hoy en día ha recuperado su denominación original. Su misión consistía en batir las alturas de San Bartolomé, proteger la falda del monte y la bahía. También podía ejercer alguna acción sobre la posición del "Antiguo".
Nº 7.- El puerto estaba defendido por dos baterías, la llamada de la Reina (actualmente es la explanada conocida por todos los donostiarras como del Macho) y la de las Damas (donde se encuentran actualmente los cañones procedentes de las guerras de Marruecos, y la casa que fue museo de miniaturas militares). No tuvieron excesiva importancia en el desarrollo del sitio.
La Batería de la Reina es conocida también como de Santiago o del muelle, ya que enfilaba con sus piezas ese punto de la ciudad. Su construcción se realizó a comienzos del siglo XVIII. Podía batir el mar y la entrada de la bahía, así como la isla de Santa Clara y el monte Igueldo.
Nº 8.- Batería de Santa Clara Alta.
Nº 9.- Batería de las Damas:
Es a mediados del S. XVI cuando se recibe el encargo de Villaturiel de cerrar el monte para impedir una invasión francesa desde el norte (de hecho y citando textualmente un fragmento de sus cartas: “q[ue] los françeses entre la paz y la guerra tienen costumbre de hazer semejantes cosas”). Fue el ingeniero Spanocchi quien proyectó el muro y en el cierre concibió una torreta conocida entonces como “Garita de Santa Clara”. Es en esta zona donde actualmente se ubica la batería de las Damas, capaz de batir la entrada de la bahía, la isla de Santa Clara y el monte Igueldo.
Nº 10.- Batería de Santa Clara Baja:
Situada dominando la entrada en la bahía, fue construida en la primera mitad del siglo XVIII. Complementaba a la Batería de las Damas en la defensa del lado Oeste.
Nº 11.- Batería de Bardocas.
Aunque se construyó a principios del S. XVIII, las actuales ruinas de los cuerpos de guardia y polvorines son construcciones posteriores al año 1813. Fue concebida para defender la fortaleza frente a un ataque desde el mar, y la multitud de grutas y cuevas que hay a su alrededor fue aprovechada por los defensores como refugios improvisados ante el incesante bombardeo al que se vieron sometidos.