Lunes, 28 de Junio de 1813   

Comienza el Sitio 1º Día

                          Tras la retirada del grueso del ejército, la plaza empieza a prepararse para el enfrentamiento. Los grupos rezagados son incorporados a la guarnición. El último destacamento francés en cruzar las murallas del frente de tierra de la ciudad, para reforzar su guarnición, lo hizo este día,y consistía únicamente en 16 artilleros.

                        Como ya he señalado anteriormente, los grupos aislados de rezagados eran rápidamente incorporados a la guarnición de San Sebastián. Algunos de estos grupos, durante su retirada, se comportaron de manera cruel con la población. No era algo sorprendente ni un hecho aislado. Esa actitud había sido la pauta general durante los cinco años de ocupación en todo el territorio nacional. Durante su retirada saquearon el pueblo de Hernani, no respetando ni siquiera a sus partidarios, como era el caso del alcalde de esta localidad. Hay una crónica del convento de Santa Brígida, recogida por el historiador Sánchez Arreseigor en la que se cita:

                         "algunas partidas sueltas, antes de cerrarse en la ciudad de San Sebastián, se lanzaron sobre estos pueblecitos como torrente desbordado, llevando por doquier el exterminio y la muerte. Terribles fueron las atrocidades que aquellas hordas cometieron, sobre todo en la villa de Andoain".

                          No sabemos si son, en efecto, partidas sueltas y descontroladas, o "grupos de suministros" mandados por la guarnición de San Sebastián. Era muy común en el ejército francés la existencia de unidades especializadas únicamente en la obtención, mediante cualquier medio, de suministros para sus unidades. Había auténticos batallones, algunos formados por más de mil hombres, con esa misión de intendencia para con sus unidades, carentes de una sistema de suministros propio e independiente. No es de extrañar que los mandos que se tenían que quedar aislados y bloqueados en la ciudad, requisaran todo lo que se encontraba alrededor de la misma. No hay nada de documentación, hasta el momento, que lo corrobore, pero es una teoría de lo más verosímil.

                        A las dos del mediodía, la vanguardia de la 7ª División del 4º Ejército español, al mando del general español Mendizábal, con unos 8.000 hombres en total, llegaban a las alturas que rodean San Sebastián. La cabeza de estas tropas estaba formada por tres batallones guipuzcoanos, los de Aranguren, Larreta y Calbetón,  que con otros tres vizcaínos, y mandados todos ellos por el Coronel Juan José Ugartemendía, comenzaron inmediatamente el bloqueo por tierra de la ciudad. Las trompetas francesas tocan alarma general. Todos están preparados, hombres y máquinas, para que comience este trágico episodio de nuestra historia.

                     Estas unidades tienen un origen guerrillero, adquiriendo cada vez más importancia hasta ser integradas en el ejército regular. Los batallones guipuzcoanos eran conocidos también como "Voluntarios de Guipúzcoa" o "Partida de Patriotas", que compuestos por unos 1.200 hombres aproximadamente, entre los que destacaba el conocido guerrillero Gaspar de Jáuregui, eran mantenidos por la Junta de la Diputación de la provincia.

                        Hago especial hincapié en lo de "por tierra" a la hora de referirme al bloqueo, ya que gracias a los enormes esfuerzos del capitán de fragata francés Depoge, Comandante de Marina del puerto de San Juan de Luz, a cuyo mando se encontraban varias trincaduras y lanchas armadas, San Sebastián pudo comunicarse durante casi todo el asedio con los cercanos puertos franceses, de los que recibió continuamente refuerzos humanos y materiales. Este medio será el empleado por el General Rey para mantener comunicación con Foy al otro lado de la frontera.

                         La situación de las tropas acantonadas en San Sebastián era muy precaria, ya que no había infraestructuras suficientes para albergar correctamente a todos los hombres. Por este motivo se utilizan cuadras, la muralla de tierra, y las zonas cercanas a la ciudad, como los barrios de San Martín y Santa Catalina, además de  los bastiones de Santiago y San Felipe para el alojamiento de las tropas. Hay que tener mucho cuidado con los nombres de estos dos baluartes, ya que los franceses los denominaban de manera diferente. Al baluarte de Santiago le llamaban de San Juan, y al de San Felipe, de Santiago. Nosotros, en este trabajo nos referiremos a ellos con los nombres utilizados desde tiempo inmemorial por los habitantes de la ciudad, no por el de las tropas de ocupación.

                         Pinot indica también que la única fuente que surtía a la ciudad con agua desde fuera de sus murallas, la tomaba del río Urumea y la conducía hasta el interior de sus muros a través de un acueducto, que lamentablemente, fue cortado por la tropas españolas nada más llegar. En cuanto a los pozos existentes dentro de las murallas, estos tienen un agua de pésima calidad. Por ese motivo, era muy grave y real la amenaza de su falta en caso de darse un asedio prolongado.

                          Este día, el 28 de Junio, Wellington decide cambiar sus planes. La ciudad de Pamplona será bloqueada, no asediada. No confía en las posibilidades de las tropas españolas que se van a desplegar ante ella, y no quiere arriesgar el parque artillero que tendría que poner a disposición de esas tropas aliadas.

                           Por esta razón, este día se decide el futuro de la ciudad de San Sebastián. Inicialmente se planeó un simple bloqueo, pero ante la importancia geográfica de la misma y su entorno, se decide asediarla. En esta jornada se condenó a San Sebastián a sufrir los rigores de la guerra, que como bien sabemos, acabaría por destruirla casi completamente.

  • Vista realizada por ordenador del San Sebastián del s. XVIII por el equipo dirigido por Pi Chevrot y José María Unsain.
    Expuesta en la sala de la Kutxa de San Sebastián-Donostia con motivo de las celebraciones del Bicentenario.

  • Vista realizada por ordenador del San Sebastián del s. XVIII por el equipo dirigido por Pi Chevrot y José María Unsain.
    Expuesta en la sala de la Kutxa de San Sebastián-Donostia con motivo de las celebraciones del Bicentenario.

                            La plaza de San Sebastián ya estaba rodeada por tropas enemigas. 

                            Sería conveniente hacer un desglose sobre las cifras de sus efectivos, tanto humanos como materiales, para hacernos una idea sobre la magnitud real de los futuros acontecimientos.

                         Los batallones formaban parte de un cuerpo de ejército, organizado con toda urgencia bajo el mando del Brigadier Conchy. Procedían de escoltas de diferentes convoyes hasta Irún, desde donde fueron reclamados de nuevo por Foy. Al día siguiente de la formación de este cuerpo, fueron nuevamente reclamados, esta vez para formar parte de la defensa de San Sebastián. Las Águilas Imperiales del 1º y 34º Regimientos de Infantería de Línea, fueron depositadas con todos los honores al cuidado del 64º, que se encargaría de llevarlas hasta los seguros muros de la ciudadela de Bayona. No se podía permitir que cayesen en manos del enemigo si la defensa fracasaba.

                             (Clica sobre los listados para desplegarlos)

 

 

 

 

 

 

                           Como ya se ha señalado anteriormente, el estado del parque artillero de la plaza era muy deficiente, según se desprende de los informes elaborados por los franceses. Veámoslo en detalle.

La distribución de estas piezas está detallada en un informe realizado por Girón.

Armas del Castillo:

Mirando al Mar

Basclocas (sic) Bardocas             3 de 12' de Hierro.

Del Rey de Roma                       2 de 16' de Bronce.

De las Damas                            2 de 18' de Hierro.

Santa Clara                               3 de 18' de Hierro.

                                                1 Culebrina de Bronce.

Mirando a Tierra

Barrera de Santa Clara                2 de 8' de Bronce.

Príncipe                                    2 de 6' de Bronce.

                                                1 Mortero pequeño.

De Napoleón                              4 de 16' de Bronce.

                                                1 obús real.

De la Reina                                2 de 12' de Hierro.

De Dufalgar (sic)                        2 Morteros grandes Bronce.

En el "Machón" no había ninguna pieza.

Armas de la Plaza:

                              "A la parte que mira a la torre de Igueldo, en toda la cortina, desde el Cubo al presidio hay cinco cañones, uno de fierro de 18, (...) tres cañoncitos de 8 de bronce y un obús de id, que cogieron a los ingleses. En el presidio hay tres cañones (dos de bronce de 16 y uno de fierro) y dos morteros.

                            En la Cortina desde el Cubo a la Zurriola:

                                   5 cañoncitos de 12, de bronce.

                                850 hombres de guarnición.

                            En el Muelle, mirando a la Concha y entrada del Puerto:

                                   2 cañones de fierro".

                           Además de lo expuesto, en la plaza había 6.000 o 7.000 fusiles, pistolas, sables, bayonetas, picas y alabardas.

                          Nada más aparecer el ejército español, el fuego de fusilería entre los dos bandos no cesó. La posición del Convento de San Bartolomé se hacía imprescindible para ambos, ya que mientras estuviese en manos francesas, estos podrían preparar todo el terreno del istmo, que se encontraba delante de las murallas de la ciudad. Inmediatamente fue enviado a ocuparlo y defenderlo el batallón del Regimiento 22º. Los españoles no intentaron un ataque directo ese día, contentándose, hacia las 11 de la noche, con disparar los primeros cañonazos sobre las fortificaciones de la ciudad. Estos eran de pequeño calibre, con escaso poder destructivo, por lo que los apoyaron con siete u ocho morterazos más.

                           Los franceses trabajan frenéticamente durante el día y la noche, a pesar de los incómodos disparos españoles. En el puerto se descargan apresuradamente las provisiones de alimentos de una embarcación, mientras las mujeres donostiarras realizan la pesada labor de llenar de agua las cisternas del Castillo. Tenían que bajar hasta un lugar protegido del Urumea, llenar un recipiente de madera que portaban sobre sus cabezas y subir las empinadas cuestas del monte. Los barrios extramurales de San Martín y Santa Catalina son quemados de manera urgente e inmisericorde ante la imposibilidad de derruirlos hasta los cimientos. El puente de madera de Santa Catalina, que unía las dos riberas del rio, también es quemado. El humo empieza a ser un compañero inseparable del aire que se respira en la ciudad, presagio de futuros acontecimientos. Las primeras casas donostiarras, que nunca se han tenido en cuenta en las cuantificaciones totales de las desaparecidas, son pasto de las llamas.

                         Junto al Batallón del 22º defendiendo el Convento de San Bartolomé, se desplegaron otras posiciones que asegurasen los trabajos necesarios para una correcta defensa. Un destacamento de 25 hombres ocupó el Convento de San Francisco, al otro lado del Urumea, apoyado por un sargento y 15 soldados en el contiguo barrios de Santa Catalina. Esta posición al otro lado del río fue abandonada en el transcurso de la noche, tras un breve tiroteo, quemando a continuación el puente. También se ocupó la isla de Santa Clara por otro destacamento formado por 25 soldados, y se situó el Batallón del 62º entre el alto de San Bartolomé y la ciudad, como refuerzo del 22º de Línea.

EN EL ALTO DE SAN BARTOLOMÉ.

  1. Se fortifica el convento, ventanas, puertas y tejados. Se sube una pieza de campaña de 4 pulgadas hasta lo alto de su campanario.
  2. Se prepara un reducto fortificado, situado en el lado más cercano al Urumea, junto al convento. Este reducto era el cementerio de la comunidad   religiosa. Se trataba de una posición muy bien defendida, ya que tenía dos de sus lados protegidos por las pendientes del montículo.
  3. Se fortifican también las casas colindantes a la posición, situadas a los lados del camino que comunica con la vecina población de Hernani. Estas casas ven como sus muros son aspillerados, para albergar contingentes de fusileros.
  4. Se corta esta vía de comunicación en dos puntos mediante fuertes barricadas.

 

EN EL ISTMO.

  1. Se realizó una media luna a base de barriles y sacos rellenos tierra delante de la plaza, en la planicie del istmo. Ese puesto será conocido desde ahora como el "rondeau", y se trabajó muy duro para facilitar las comunicaciones de este nuevo enclave con diversos puntos defensivos de la plaza, facilitando la llegada de refuerzos al mismo en caso necesario.
  2. Se sigue demoliendo lo máximo posible los barrios de San Martín y Santa Catalina, extrayendo la mayor cantidad posible de materiales.   Piedras, ladrillos, metales, vigas y maderas son transportados al interior de la ciudad.

 

 

EN LA CIUDAD Y SUS FORTIFICACIONES.                                                             

  1. Se fortifica y protege el camino cubierto junto al glacis del frente de tierra.
  2. Se protege al máximo el camino de ronda de la muralla principal del frente de   tierra, así como la plataforma superior del Cubo Imperial o Caballero.
  3. Se blindan y protegen los pozos de agua, cuya calidad ha mejorado mucho gracias a la aportada en calderos por las mujeres donostiarras.
  4. Se habilitan al máximo las baterías, tanto de la muralla como del monte Urgull, dotándolas de parapetos que protejan a sus dotaciones, y preparando pequeños almacenes de municiones junto a ellas.

                          Durante la realización de estos trabajos, las tropas españolas no dejaron de hostigar a los trabajadores franceses, de los que 16 quedan fuera de combate, según se refleja en la informe oficial del General Rey al Ministerio de la Guerra del 29 de Junio.

                        Las tropas españolas durante el transcurso de la jornada se limitaron a ocupar y asegurar sus posiciones. El barrio del Antiguo es ocupado, y se avanza por la orilla derecha del Urumea, hasta chocar con la guarnición de San Francisco, como ya se ha apuntado.

                    Desde el castillo, al anochecer, se divisan las primeras velas de buques británicos.

Voluntarios del 1º y 2º Batallones y Suboficial del 3º

Martes, 29 de Junio de 1813.

2º día de Sitio.

                            Por la tarde, los batallones españoles  atacaron las posiciones elevadas que rodeaban la ciudad, y en especial la altura del convento de San Bartolomé. El ataque se confió a los tres batallones Guipuzcoanos que formaban parte de la 7ª División del IV Ejército español.

                         El convento fue abandonado por el Batallón del 22º, tras haber interpretado erróneamente una orden, quedándose solos los ingenieros que trabajaban en su fortificación, quienes, viéndose en inferioridad numérica, procedieron a replegarse. Rey ordenó inmediatamente reconquistar la posición por el mismo Batallón que la había abandonado. Este ataque fue brillantemente realizado por los hombres del 22º, con el apoyo del otro batallón, el del 62º, que se encontraba en reserva. Gracias a una carga a la bayoneta que desconcertó a las filas atacantes, la lucha duró apenas cuatro horas. A pesar de la confusión reinante en el lugar, los franceses apenas sufrieron bajas.

                            Tras esta acción, los españoles emplazaron una batería de dos cañones en el barrio del Antiguo, desde la que bombardearon la zona del puerto, sin causar daños a los buques franceses. También se posicionan frente al convento, iniciando una serie de acciones destinadas a obstaculizar los trabajos de demolición de los barrios extramurales, por parte de los ingenieros franceses.

Miércoles, 30 de junio de 1813.

3º día de sitio.

                            La jornada amanece con un tiempo agradable, el típico día de finales de Junio en la costa Cantábrica. En San Sebastián los trabajos de los franceses continúan, centrándose principalmente en el convento de San Bartolomé y su reducto, pero no hay ninguna acción digna de destacarse.

                        En el cercano pueblecito costero de Deba se encuentra preparando el desembarco de pertrechos otro de los protagonistas de esta historia, ya que muchos de los datos de este estudio están sacados de sus cartas personales, publicadas por su viuda el año 1859. Se trata del Teniente Coronel de Artillería británica Sir Augustus Simon Fraser. Disfruta de la brisa paseándose por la arena de la playa, ajeno a los futuros acontecimientos que sin duda marcarían su vida hasta el final de sus días. En el puerto pesquero de la localidad se encuentra la fragata H.M.S. Surveillante, reparando los desperfectos ocasionados por un pequeño incendio que se produjo en la zona de la tripulación, que momentáneamente la ha dejado fuera de combate.

                        Otro buque que también intervendrá en el bloqueo de San Sebastián de manera destacada, la H.M.S. Lyra, se está empleando en labores de transporte de materiales y suministros desde el puerto de Santander.

                          El cuartel general del Teniente General Graham está situado este día en la villa de Tolosa.

                        Los franceses sólo controlan dos enclaves en toda la costa cantábrica al oeste de San Sebastián, Santoña y Guetaria. En esta última se defiende una guarnición de 447 hombres, aislada por tierra del resto de sus compatriotas. A su alrededor el territorio está totalmente dominado por tropas enemigas, principalmente de guerrilleros, que ocupan la vecina Zumaya con dos compañías. Rey recibió la orden de Jourdan de que se procediera  a la evacuación de esta guarnición. Para ello organizó una pequeña flotilla compuesta por varias lanchas y cuatro trincaduras, que zarpó inmediatamente. También recibió la orden de rescatar la guarnición que defendía el puerto de Pasajes.

Guetaria (1794)

Jueves, 1 de julio de 1813.

4º día de sitio.

                             Por la tarde, las tropas francesas, evacuaron  Guetaria, defendido hasta el momento por el ya mencionado destacamento, de los que 250 hombres pertenecían al 3º Batallón de Cazadores de Montaña, al mando del Comandante Louis de Luppé, y el resto por soldados del 119º de Línea. Estas tropas llegaron por mar hasta San Sebastián, reforzando las filas de los defensores. En el transcurso de esta evacuación, los franceses efectuaron la destrucción de las fortificaciones, arrojaron la pólvora al mar, e inutilizaron los cañones, que tenían que dejar abandonados en el pueblo. Nada más zarpar, un destacamento español ocupó el castillo. Pobres infelices. Desconocían que el astuto Luppé había dejado encendida una mecha lenta conectada a un polvorín. El castillo saltó por los aires y con él no menos de 50 soldados.

                            El otro puesto con guarnición francesa, como ya hemos mencionado, era el puerto de Pasajes, o del Pasaje, como lo mencionan en las cartas privadas casi todos los oficiales. Estaba defendido por un destacamento de 136 soldados franceses, que se refugiaron en el castillo de la bocana del puerto. La orden de abandonar esta posición no había llegado a tiempo. El primer correo, enviado por tierra no pudo llegar, lo mismo que una embarcación salida desde San Juan de Luz. Rey la noche anterior había mandado tres lanchas, pero la suerte de estos pobres soldados ya se había decidido. Las lanchas fueron recibidas con un nutrido fuego de fusilería por parte de los hombres de Longa, que ya ocupaban el castillo. Los franceses se habían rendido a los aliados esa misma noche. La posesión de este puerto era importantísima, ya que podía ser la base perfecta para el desembarco de todos los materiales necesarios para el sitio de la plaza y para la línea del frente, que discurría a lo largo de la frontera con Francia.

                         En el puerto de San Sebastián se descarga apresuradamente un buque llegado desde San Juan de Luz, en el que llegan para reforzar la guarnición 46 artilleros al mando del Capitán Hugon, y 11 obreros.

                          Las tropas españolas desplegadas frente a San Bartolomé permanecieron inactivas, a excepción de varios destacamentos que se acercaron avanzando por la orilla derecha del Urumea, tras excavar una trinchera desde el convento de San Francisco que llegaba al estribo del puente quemado, para, desde allí,  comenzar a hostigar con fuego de mosquetería a los franceses que trabajaban en el destruido barrio de Santa Catalina, ocupados en retirar escombros y materiales que pudieran serles útiles para la defensa de la plaza.

                         Mendizábal ordenó el corte del acueducto de Morlans, que abastecía de agua a la ciudad. este detalle era importante, pero la optima situación de los pozos, gracias a las mujeres donostiarras, y como también se verá, al tiempo extremadamente lluvioso, para la época del año en que estamos, hace que no tenga la importancia que en un principio se le dio.

                            Fraser sigue aún en Deba, y ve como aprovechando la marea y la brisa de la tarde la fragata "Surveillante" zarpa para unirse a la escuadra que va a bloquear San Sebastián. Este mismo día, otro oficial, en este caso un Teniente francés del cuerpo de Ingenieros, a muchos kilómetros de distancia, recibe una carta del General Conde Reille, Comandante en Jefe del Ejército de Portugal, en la que se le ordena desplazarse urgentemente a San Juan de Luz junto al Mariscal Jourdan, para desde allí, embarcarse en Socoa y acudir en ayuda de sus compatriotas sitiados. Se trata de Albert Goblet D'Alviella.

                           La situación en cuanto a los suministros existentes en la plaza no era muy preocupante. La cercanía a las costas francesas, aseguraba un suministro por mar constante. Existe un inventario de los alimentos este día, en el que se detallan los existentes en la plaza antes de la requisa realizada a los civiles, lo requisado, y finalmente lo recibido por vía marítima. Está extraído de la obra de Belmas, en la que figura como firmado por De Songeon.

                         Como se puede apreciar, si se hace la conversión a las mediadas actuales, estamos hablando de unas cantidades de suministros inmensas, que incluso algún profano en la materia calificaría de imposibles, pero no deberían sorprendernos, ya que el suministro para una guarnición de más de 3.000 hombres durante tantos días requiere, sin lugar a dudas, cifras similares.

                           Por un Decreto Imperial, el Mariscal Soult es nombrado Lugar Teniente del Emperador, General en Jefe de todos los ejércitos en España, y Comandante General de las Provincias del sur de Francia. Hasta el día 13 del mes no tomará posesión efectiva del mando. Este nombramiento significará en un futuro, la reorganización de todas las fuerzas francesas, y una mayor efectividad de estas en las distintas acciones que se desarrollarán a lo largo del verano en la frontera.

Viernes, 2 de Julio de 1813.

5º día de sitio.

                             Amanece un nuevo día frio y lluvioso, en el que solamente durante un corto período de tres horas el Sol se impondrá a las inclemencias, creando un ambiente húmedo y asfixiante.

                             Ambos ejércitos permanecen a la expectativa, fortaleciendo sus respectivas posiciones. No hay nada especialmente reseñable durante esta jornada.

                             Las tropas inglesas, distribuidas por los territorios vasco navarros, están sorprendidas por lo diferentes que son los moradores de estas tierras. Tenemos una carta de primeros de mes escrita por Seymour  Larpent, oficial del servicio jurídico militar en la que describe este detalle, siempre desde la visión y mentalidad de superioridad británica:

                             (...) Los últimos quince días sólo hemos encontrado personas en Navarra muy  estúpidas, y con su incomprensible idioma.  No entiendo bien el castellano, pero tienen una jerga propia, muy bárbara, y el poco español que he logrado hasta ahora, por lo tanto, no sirve de nada, y  estoy casi reducido al estado de las personas sordas y mudas, teniendo que recurrir a las señales.

Sábado, 3 de Julio de 1813.

6º día de sitio.

                            Igual que el anterior, amanece un día fresco, casi se podría decir que otra vez con frio, a ratos lluvioso, y con mucho viento.

                         Los ingleses aislaron "completamente" la ciudad por vía naval, ya que la sometieron a un férreo bloqueo gracias a la escuadra de Sir George Collier, reforzada por la llegada de la fragata H.M.S. "Surveillante". Los otros buques que componían esta flota eran la corbeta H.M.S. "Freija" (o Freya), dos bricks y más de 50 peniches armados. Los principales buques que componen esta flotilla responden a los nombres de H.M.S. "Beagle", H.M.S. "President", H.M.S. "Revolutionnaire" y H.M.S. "Challenger". El número de los mismos variaba de un día a otro, llegando unidades nuevas y zarpando algunas de las veteranas. En esta fase del bloqueo, la unidad más potente era la fragata "Surveillante".

                             Wellington no se encuentra nada conforme con la situación imperante en la costa. No se siente seguro por la cercanía de Francia. Esta sensación se verá incrementada por la falta de fuerzas navales desplegadas por el Almirantazgo. Las consecuencias las veremos en el transcurso de este trabajo.

                    Las noticias exteriores, que antes se recibían de manera continua, dejan súbitamente de llegar a los franceses, y a partir de este momento lo harán de manera sesgada y puntual, por lo que el General Rey organizará una salida de la guarnición para las nueve de la noche con el objetivo de hacer prisioneros, y así intentar obtener información concreta que le indique a qué se enfrenta. Se formaron tres columnas de ataque con un total aproximado de 1100 hombres, pertenecientes al 22º, al 62º y a los cazadores de montaña, estos últimos mandados por De Luppé.

                            De las tres columnas atacantes, la de la derecha, mandada por De Luppé, tenía como objetivo tomar prisionera a toda la guarnición española que defendía la iglesia del Antiguo . La segunda, bajo el mando de De Sailly, con 300 hombres del 22º, tenía que avanzar hacia el Alto de Ayete por la carretera de Hernani. Tras ella tenía el apoyo de 200 hombres en reserva, además de un destacamento de zapadores y gastadores, mandados por los capitanes Saint George y Montreal. Esta columna central tenía que coordinarse en todo momento con la columna de la izquierda, la más numerosa, compuesta de 400 hombres del 62º, a las órdenes de Blanchard. Esta última avanzaría por la orilla del río para, después, girar a la altura de Morlans  hacia la retaguardia de las tropas españolas que asediaban el convento de San Bartolomé.

                            Los españoles se percataron de esta salida francesa al descubrir a la columna de Luppé, curiosamente, la más pequeña y la última en partir. Las tropas españolas no presentaron batalla, retrocediendo según avanzaban las francesas. Cuando los soldados imperiales estimaron que se encontraban a una distancia peligrosa, dejaron de alejarse de la seguridad que les daban las fortificaciones de la ciudad, y volvieron sobre sus pasos.

                             La salida logró los resultados buscados, ya que se hicieron algunos prisioneros, gracias a los cuales, se supo que las tropas de bloqueo estaban compuestas únicamente por los batallones españoles, que las tropas anglo-portuguesas ya ocupaban el cercano pueblo de Hernani, y que Longa, jefe de la 6ª División Ejército español, estaba desembarcando en Pasajes todo el equipo que iban a emplear en el asedio.

Domingo, 4 de Julio de 1813.

7º día de sitio.

                        Tras la salida francesa del día anterior, ambos bandos vuelven a sus posiciones previas.

                              Lo más resaltable de este día es que Wellington ordena a los oficiales de su Estado Mayor organizar el sitio de la ciudad de San Sebastián. Aunque ya había sido decidido, la orden que decidió el destino de la ciudad se dictó ese día. Desde este momento, la enorme maquinaria de los ejércitos aliados, en este caso, principalmente el anglo-portugués, se pone en marcha. La rueda de la guerra se detendrá en nuestra ciudad.

                           Hay un intenso movimientos de despachos desde Lanz, población en la que Wellington tiene establecido su Cuartel General. Con esta fecha se ordena a Sir George Collier intentar impedir las comunicaciones por mar de San Sebastián, se comunica al oficial del Departamento de Transportes de Bilbao que se prepare el tren de asedio para embarcarlo rumbo a Pasajes, y al Mayor Smith, el oficial de Ingenieros destacado en el lugar mientras Fletcher está organizando el bloqueo de Pamplona, se le ordena que vaya preparando un plan así como los elementos necesarios para efectuar el asedio.

                           Wellington lamenta el que no puedan considerar a las tropas españolas aptas para convertir el bloqueo en un asedio. Estas tropas hubieran podido ahorrar muchos hombres a los luso-británicos. Las tropas aliadas han perdido muchos hombres desde el día 21 de Junio, fecha de la Batalla de Vitoria, aunque la mayoría se deben a causas "irregulares", tal y como las califica en el Despacho al Teniente General Graham. Ese adjetivo enmascara la terrible realidad del ejército aliado.

 

                              En casi todos los despachos se puede destacar la repetición de la misma frase  por el Marqués de Wellington:   "Estoy muy ansioso por atacar ese lugar"

 

Lunes. 5 de Julio de 1813.

8º día de Sitio.

                            El Teniente General Sir Thomas Graham ya está en Hernani, al lado de San Sebastián.

                            Durante la noche del 5 al 6, después de romper el bloqueo marítimo, volvió el Comisario de Guerra Robert, que había salido de la ciudad unos días antes con refuerzos, un cirujano,  abundantes víveres (harina, tocino e incluso aguardiente) y municiones huecas.

                              El Teniente Coronel Fraser viaja hasta Hernani, donde cena con Graham. Después de charlar animadamente en la mesa sobre cómo se van desarrollando los acontecimientos, acuerda inspeccionar la ciudad el día siguiente.

Martes. 6 de Julio de 1813.

9º día de Sitio.

                            A las 6 en punto de la mañana, tal y como se había acordado en la mesa del General Graham, El Teniente Coronel Fraser tenía preparado su caballo para acercarse a la plaza de San Sebastián. El grupo lo formaban tres oficiales de alta graduación, ya que junto a él cabalgaría el Mayor Smith y el Capitán de Fragata Sir George Collier, al mando de la escuadra de bloqueo.

                            El Mayor Charles F. Smith, del cuerpo de ingenieros, y jefe provisional de estos hasta la llegada de Sir Richard Fletcher, reconoció exhaustivamente las fortificaciones defensivas de la plaza. Este ingeniero ya había destacado anteriormente por sus habilidades en el sitio de Tarifa. Propuso un proyecto de ataque basado en el establecimiento de baterías en las alturas y arenales del Chofre, las cuales cumplirían el triple objetivo de destruir los flancos de las murallas, enfilar el frente principal, conocido como Frente de Tierra, y practicar una brecha. Las brechas conseguidas en las murallas laterales, en el frente de la Zurriola, serían accesibles al ataque de la infantería únicamente durante la marea baja. Esta limitación del tiempo de accesibilidad era el punto de debilidad más acusado del plan de ataque. El ejemplo que usó para basar su proyecto, era que había sido utilizado anteriormente para rendir Fort Bourbon, en las Indias Occidentales. Este proyecto lograría los objetivos deseados sin tener que experimentar pérdidas considerables. Para atacar las fortificaciones del Frente de Tierra y del castillo se emplearía el denominado fuego de tiro vertical.

                           Burgoyne se opuso desde su llegada a este plan, ya que, según decía, el ataque de la cortina Oeste sin haber tomado antes el hornabeque causaría muchas bajas entre las tropas aliadas. Lamentablemente el tiempo le dará la razón. Este asedio no debía ser más que un simple acontecimiento ordinario de la campaña peninsular, y nadie podía figurarse que estaban a punto de participar, en unos hechos que alcanzarían enorme celebridad por la cantidad de bajas que se producirían, sobre todo del lado aliado.

                           Lord Wellington no confiaba mucho en la efectividad del tipo de bombardeo aconsejado por Smith, pero aún así dio su visto bueno, ordenando comenzar el asedio. Más tarde fue injustamente acusado de no haber sabido aplicar correctamente las artes de la guerra. Esto era injusto, ya que entre sus premisas destacaba la de no meter prisa a los ingenieros reales, a los que dijo:

                       "Tomad la Plaza de la manera más rápida, pero sin comprometeros en ningún momento por demasiada precipitación".

                        Por otro lado, según los historiadores ingleses, el principal mando de las tropas aliadas frente a la plaza, Sir Thomas Graham, a pesar de tener una inteligencia muy viva, solía pecar de irreflexivo en algunas ocasiones, abandonando sus juiciosas apreciaciones influenciado por los que le rodeaban, que adolecían de peores capacidades deductivas que él.

                        Fraser se fijó en la posición dominante, sobre el istmo, del convento de San Bartolomé. Por su mente no pasaba otra idea que no fuera la de que era necesario tomarlo. Debía ser el primer objetivo del sitio. Sospechaba, como así fue, que alguno de sus superiores no estuviese de acuerdo con él, pero eso le daba igual, tenía que defender su postura y así lo haría.

                           Las tropas españolas, que por falta de medios materiales se habían limitado a realizar sólo el ataque fracasado a San Bartolomé, y alguna tentativa de bombardeo, son relevadas por las anglo-portuguesas, mandadas por el General Sir Thomas Graham. A pesar de haber sido sustituidas, no abandonaron la zona hasta el día 13.

                           Este día termina la participación en el asedio de las tropas españolas. Existe un curioso documento, en forma de estadillo, en el Archivo Provincial de Guipúzcoa, firmado por el mismísimo Gaspar de Jáuregui, en el que se evalúan las pérdidas sufridas por los tres Batallones Guipuzcoanos  hasta su relevo por los aliados.

Batallón de Voluntarios de Guipúzcoa.

        11 muertos y 21 heridos.

Batallón de Voluntarios de Guipúzcoa.

        5 muertos, 27 heridos y 4 prisioneros.

Batallón de Voluntarios de Guipúzcoa.

        19 heridos.

                          Es de recalcar que no hubo ninguna baja entre los oficiales, y que a la hora de presuponer bajas al enemigo, estas se disparan para mayor gloria personal de los interesados. En ese apartado mencionan que han herido a 2 oficiales franceses, matado a 130 soldados y herido a otros 287. Un "poco" exageradas a mi humilde entender.

                      Esta primera parte el nuevo ejército sitiador estaba compuesto por las Brigadas portuguesas mandadas por J. Wilson y Thomas Bradford, reforzadas por varios destacamentos de la King's German Legion del Coronel Halkett, que fueron los primeros en llegar, pertenecientes a la 1ª División. Estos voluntarios alemanes, venían de sostener un durísimo combate con los franceses en la localidad de Tolosa, del que ya hemos hablado. La 5ª División británica se encontraba en Salvatierra, avanzando a toda velocidad hacia el objetivo que se le había asignado, sitiar San Sebastián. Está mandada por del General James Leith, pero se encontraba provisionalmente bajo las órdenes del General Oswald, al encontrarse el primero reponiéndose de una herida sufrida en la Batalla de Salamanca, por lo que se había retirado momentáneamente para recuperarse a Inglaterra. También contaría con artilleros y marinos procedentes de la fragata Surveillante mandados por el Teniente O'Reilly, y unos 100 zapadores y minadores del ejército regular británico.

 

 

                     La artillería que se destinaba al asedio era nueva, y originariamente estaba destinada al sitio de la ciudad de Burgos.

                           Consistía en:

 

 

                           Todo esto hacía un total de 40 bocas de fuego, mandadas por el veterano y respetado Coronel Dickson. Esta artillería, desembarcada en el puerto de Pasajes, distante sólo milla y media de la ciudad, podía ser fácilmente transportada, ya que las comunicaciones no eran excesivamente malas, y para facilitarlas aún más, los ingenieros ingleses habían construido un puente de pontones sobre el Urumea, fuera del alcance de la guarnición asediada.

                            El regreso a Hernani del grupo de oficiales británicos fue largo y pesado, ya que a consecuencia de un despiste se perdieron. No llegaron al cuartel general de Graham hasta las 10 de la noche. En la cena se discutieron las posibilidades, y en efecto, aunque todos los oficiales coincidían en cual tendría el honor de ser el primer objetivo, diferían en el modo de atacarlo. A petición del General expuso su plan de ataque, y chocó con el del Coronel Hartmman, que estaba al mando, en funciones, de la artillería de Graham, al menos hasta la llegada de Dickson. Finalmente, el elegido en la mesa fue el plan de Fraser.

Miércoles. 7 de Julio de 1813.

10º día de Sitio.

                     Este nuevo ejército sitiador se componía de la 5ª División inglesa del General Sir J. Leith, cuyo grueso venía desde Salvatierra, de las Brigadas portuguesas de Wilson y Bradford, ya presentes, lo mismo que  los batallones de la Legión Alemana (King's German Legion) del Coronel Halkeltt, precisamente los primeros en llegar. Estos venían de sostener un duro combate con las tropas francesas en Tolosa. También faltaban aún las tropas de ingenieros a las ordenes de Sir Richard Fletcher y Sir John F. Burgoyne, y las fuerzas artilleras mandadas por Coronel Dickson, ambos cuerpos imprescindibles para el desarrollo de un asedio. El total aproximado entre todas superaba los  10.000 efectivos.

                    Pero veamos más detenidamente sus unidades y regimientos:

 GENERAL EN JEFE         

Teniente General Sir Thomas Graham de Balgowan.

 INFANTERÍA

5ª DIVISIÓN BRITÁNICA

Al mando del General Oswald (sustituye al General Leith, que está herido).

          BRIGADA INGLESA

         Al mando del Mayor General Hay.

                    1º de Infantería de Línea "Royal Scots".

                                               3º Batallón.

                   9º de Infantería de Línea  "East Norfolk".

                                               1º Batallón.

                  38º de Infantería de Línea  "1º Staffordshire".

                                               1º Batallón.

                    Una Compañía de los "Brunswick Oels Jägers"

          BRIGADA INGLESA

         Al mando del Mayor General Robinson.

                    4º de Infantería de Línea "King's Own".

                                               2º Batallón.

                  47º de Infantería de Línea "Lancashire".

                                               2º Batallón.

                  59º Infantería de Línea "2º Nottinghamshire"

                                               2º Batallón.

                   Una Compañía de los "Brunswick Oels Jägers"

          BRIGADA PORTUGUESA

         Al mando del Mayor General Spry.

                    3º Infantería de Línea (1º de Olivença)

                  15º Infantería de Línea (2º de Olivença)

                    8º de Caçadores.

          BRIGADA PORTUGUESA

         Al mando del Mayor General Bradford.

                    13º Infantería de Línea (Peniche)

                   24º Infantería de Línea (Bragança)

                     5º de Caçadores (Campomayor).

          BRIGADA INDEPENDIENTE PORTUGUESA

         Al mando del Mayor General Wilson.

                      1º Infantería de Línea (La Lippe-Lisboa)

                   16º Infantería de Línea (Viera Telles)

                     4º de Caçadores (Vizeu).

         ARTILLERÍA

        COMANDANTE DE LA ARTILLERÍA DE ASEDIO

         Teniente Coronel Alexander Dickson

              OFICIALES

 Británicos y Alemanes.

Teniente Coronel Hartman, K.G.L., al mando.

 Ataque de la Izquierda.

Capitán Morrison.                                         Teniente Oldham.

Capitán Power.                                           Teniente Story.

Teniente Mielman, K.G.L. (herido grave)         Teniente Stanway.

Teniente Shaw.                                          Teniente Goeben, K.G.L.

Ataque de la Derecha.

Teniente Coronel May, en funciones de General.

Teniente Coronel Fraser.

Mayor Webber Smith.                       Teniente Ord, Brigada Mayor.

Capitán Dubourdieu (muerto).           Teniente Brereton.

Capitán Parker.                                Teniente England.

Capitán Dansey.                               Teniente Heron.

Capitán Deacon.                               Teniente Hardinge.

Capitán Macdonald.                           Teniente Harding.

Teniente Johnstone.                         Teniente Pascoe.

Teniente Blachley.                             Teniente Monro.

Teniente Williams.                             Teniente Macbean.

Artillería Portuguesa.

Mayor Arriaga.

         1 Capitán.

         6 Tenientes.

 Artillería de la Royal Navy

          H.M.S. Surveillante.

         Teniente O’Rielly.                            Guardiamarina Mr. Harvey.

         Teniente Dunlop (herido grave).        Guardiamarina Mr. Newbys.

                                                              Guardiamarina Mr. Marsh.

         H.M.S. Lyra.

         Maestre Bloye

          H.M.S. Sparrow.

          Maestre Lost.       

                    TROPA

                    Clases y soldados de Artillería Inglesa.                  369

                    Clases y soldados de Artillería Portuguesa             107

                     Marineros en las Baterías                                    50

                      La división realizada entre "Ataque de la Izquierda" y "de la Derecha", solamente es válida a partir de la toma del Convento de San Bartolomé, y el inicio del bombardeo sistemático de las murallas de la plaza, desde las baterías preparadas, para abrir brecha.

                         El número de artilleros nunca fue constante durante el sitio, ya que varió mucho en función del aumento o disminución del número de piezas. Así mismo, estuvieron asignados al cuerpo de artillería numerosos grupos de trabajo, sobre todo pertenecientes a las unidades portuguesas, que en algún momento llegaron al medio millar de hombres.

          INGENIEROS

          COMANDANTE EN JEFE DEL CUERPO.

         Teniente Coronel Sir. Richard Fletcher, Bart, al mando (muerto).

          OFICIALES

         Teniente Coronel J. F. Burgoyne (herido).

         Capitán Geo. Henderson.               

         Capitán G. G. Lewis (mal herido).

         Capitán Charles Rhodes (muerto)    

         Capitán Richard Boteler.

         Capitán C. G. Ellicombe, Mayor en funciones.     

         Capitán George Collyer (muerto).

         Capitán C. F. Smith, Mayor en funciones.

         Teniente F. Stanway.                                 

         Teniente W. Reid (herido).

         Teniente H. D. Jones (herido grave y prisionero).

         Teniente E. Matson.

          Teniente A. Marshall (herido).                    

         Teniente L. Machell (muerto).

         Teniente Philip Barry (herido).                   

         Teniente H. Wortham.

         Teniente H. A. Tapp (herido).

         Cuatro subtenientes.

         305 hombres del real cuerpo de zapadores y minadores.

                       Pertenecían a la 5ª, 7ª y 8ª Compañías del 2º Batallón, y a algunos destacamentos de las 6ª y 7ª Compañías del 1º Batallón. En la parte final del asedio se unieron algunos componentes de la 2ª Compañía del 2º Batallón.

                            Disponían aproximadamente de 4000 herramientas de trinchera, y una amplia oferta de artículos más pequeños.

                            Con anterioridad a las Guerras Napoleónicas, era costumbre rendir una plaza en el momento en que la brecha abierta en sus murallas era practicable por los atacantes. Desde el año 1809, tras las instrucciones dictadas por el propio Emperador al Gobernador de Amberes, esta costumbre desapareció. Había que agotar todos los medios de defensa con que disponía la plaza sitiada. Se dictó un Decreto Imperial que decía así:

                             "El Gobernador de una Plaza no debe olvidar jamás que defiende una de las avenidas de la Patria, un     punto de apoyo de sus ejércitos, y que del retraso o adelanto de un día en la rendición puede depender la salvación de un país. No debe olvidar que las leyes condenan a muerte y degradación militar al Gobernador culpable de capitulación, que no haya    agotado todos los medios de defensa y no haya cumplido con lo que mandan el deber y el honor".

                          No era necesario recordar al General Rey este edicto. Era un militar enérgico y firme. Ante el inminente asedio que se avecinaba, el General Rey ordenó una requisa general de toda arma o herramienta susceptible de poder ser utilizada contra ellos por la población civil. La orden decía taxativa y literalmente:

                             "sin dejar ni un sólo espadín".

                             Fraser salió temprano por la mañana, desde sus aposentos de Hernani, para presenciar de primera mano los preparativos que se estaban realizando para atacar el convento. Cerca del objetivo se cruzó y saludó con el Coronel Halket, de la Brigada Alemana, que dirigía a un variopinto grupo de artilleros, entre los que se encontraban mezclados algunos españoles. Transportaban seis cañones portugueses y un mortero (howitzer) inglés. Se dirigían hacia el terreno elegido por Smith para levantar la batería desde la que se bombardearía el convento. El pobre Smith estaba muy atareado ordenando despejar el terreno de árboles frutales, tan típicos en estas tierras, y mandando derribar un muro que incomodaría mucho a las dotaciones de los cañones.

                           No pudo hacer otra cosa que sonreír ante el espectáculo que tenía delante, y así siguió mientras se recostaba, tranquilamente bajo la sombra de un manzano. En su carta con fecha  nos describe lo sucedido, gracias a la cual, podemos imaginarnos a los oficiales británicos ordenando enérgicamente a los artilleros portugueses, mientras estos responden con toda la tranquilidad del mundo.

                           A pesar de esto, las baterías preparadas contra el convento abrieron fuego. La parsimonia de los artilleros portugueses tuvo sus frutos, ocasionando que sólo pudiesen abrir fuego tres de sus cañones. Fraser estuvo viendo el bombardeo hasta las primeras horas de la tarde, momento en que los portugueses habían acabado con casi todas sus municiones.

 

                        El Teniente Coronel nos relata que no se logró una cadencia de tiro óptima, pese a lo cual, el convento, a primera hora de la tarde, ya presentaba un aspecto lamentable.

                         A eso de la 4 horas se retiró a cenar con otros oficiales amigos a un caserío, que había sido ocupado por estos para pernoctar esos días. Uno de estos oficiales es el Capitán Ramsay, que se encontraba arrestado por orden directa de Wellington, desde el 23 de Junio, tras la batalla de Vitoria. Este arresto, según todas las lenguas era totalmente injusto, pero el Marqués se mostraba inflexible a pesar de las recomendaciones de todos los que le rodeaban. No me extenderé en este asunto, ya que forma parte de otra historia.

Jueves. 8 de Julio de 1813.

11º día de Sitio.

                            El tiempo se estropeó durante la noche del siete al ocho, amaneciendo un día desagradable, con fuertes lluvias acompañadas de grandes truenos. A pesar de este contratiempo, los oficiales ingleses tienen que trabajar en el puerto de Pasajes descargando algunos transportes que llegan. El día anterior atracó un buque que Fraser había dejado preparado en Deba, en espera de acontecimientos.

                            Los oficiales aún no tienen la certeza absoluta de si se va a comenzar un sitio en toda regla o no. Fraser, comentándolo con Smith, llega a la conclusión de que así va a ser, pero no deja de ser una mera conjetura.

Viernes. 9 de Julio de 1813.

12º día de Sitio.

                              No Hay Datos.

Sábado. 10 de Julio de 1813.

13º día de Sitio.

                             Nuevamente encontramos que el día amanece con lluvia y frio.

                            El Coronel Dickson aún no se había presentado en la plaza, lo mismo que Sir Richard Fletcher, a quienes esperaban todos en breve. Fraser sigue totalmente ocupado en las labores de desembarque del material artillero, que sigue llegando sin cesar a Pasajes. Por este motivo decide instalar su residencia en una casa del pueblo, porque es un sitio estratégicamente situado para desempeñar correctamente su misión. Está en el centro de desembarco, y a un tiro de piedra de las dunas de arena del Chofre, enclave donde se van a preparar las baterías siguiendo el plan de Smith.

                             Nos describe el pueblo como bello y rodeado de huertos llenos de fruta,  y de árboles frutales, a cuyos pies crece el maíz. Todo es abundancia pero es consciente que con la llegada de la guerra, todo esto desaparecerá bien pronto. En el pueblo hay algunos soldados españoles, un batallón portugués, y soldados de artillería británicos y lusos.

                        Los oficiales de artillería Fraser y Webber Smith se dedican casi toda la jornada a buscar un camino mínimamente practicable para poder subir dos piezas de sitio de 24 pulgadas a un alto del monte Ulia, para desde allí atacar a la peligrosa batería del Mirador, y al resto del castillo en general. Nuestro amigo es muy exagerado, sobre todo al escribir que ha sufrido el famoso "mal de la montaña". Leámosle:

                       El lugar elegido es un enclave muy conocido por los donostiarras más veteranos. Se trataba de la plataforma en la que se encuentra el caserío Arbola, que regentado hasta hace unos años por la familia Iradi, estaba abierto al público como merendero. Desde su terraza, con sus mesas de piedra, degustando una magnífica tortilla, los donostiarras teníamos el privilegio, muchos sin saberlo, de disfrutar de las mismas vistas, atardeceres incluidos, que los artilleros ingleses de 1813.

                         Este día comienzan a llegar nuevas compañías de artillería. Llegan la británica del Capitán Dubordieu, y una portuguesa, al mando del Mayor Arriaga. Este se presentó a Fraser, su superior, justo en el momento del accidente del caballo. Se quedó muy sorprendido ante la situación en que se encontró a su superior. Los ingleses se rieron de su cara de asombro, se quedó impactado, ya que justo en el momento de intentar entregar sus credenciales al Teniente Coronel, el caballo se precipitó al precipicio.

                         En el cuartel general se decide confirmar a Hartmman como Comandante de la artillería, hecho que no molesta en absoluto a nuestro Teniente Coronel, que era uno de los candidatos, por su rango, a ocupar el puesto. Fraser se encuentra con Graham, quien le cuenta que a consecuencia de los esfuerzos físicos que está realizando, estos han logrado que le moleste mucho su reciente herida, recibida en el transcurso del combate desarrollado en Tolosa, hacía solamente dos semanas. Fraser siente debilidad por su general:

                 "Es de lo más amable, un hombre mayor, educadísimo, y tan activo como cualquiera de nosotros".

                            Los trabajos por preparar mejores y más potentes baterías contra San Bartolomé continúan durante toda la jornada. Por la noche, los mandos dan por finalizadas estas labores. Las batería están preparadas para atacar con su destructor fuego.

Domingo. 11 de Julio de 1813.

14º día de Sitio.

                            Amanece un día agradable, típico del mes de Julio en la Costa Vasca.

                           Wellington a establecido hoy su cuartel general en Hernani. Se estudia el plan de ataque al Convento de San Bartolomé, y es aprobado. Las operaciones para expulsar a los franceses de sus posiciones adelantadas van a comenzar. Hay que encerrarlos en la plaza.

Lunes. 12 de Julio de 1813.

15º día de Sitio.

                             Los trabajos de ataque comenzaron con la mayor actividad.

                           Protegidos por la oscuridad de la noche entre el 11 y el  12 de Julio, las baterías comenzaron su fuego contra el convento. La primera de ellas estaba destinada a batir en brecha el convento de San Bartolomé, para lo que contaba con cuatro piezas de 18 pulgadas a una distancia de 220 yardas. La segunda dispararía sobre la luneta del cementerio con dos obuses de 8 pulgadas a 200 yardas. (Las medidas las seguiremos facilitando en yardas, ya que la conversión hace que la diferencia con la medida en metros sea mínima. Una yarda es igual a 0.91440m).

                           Al otro lado del Urumea, sobre las dunas arenosas del Chofre, los progresos realizados por los ingenieros británicos, comienzan a ser claramente visibles desde la ciudad. El General Rey, apreciando por donde comenzaba a dibujarse el ataque tomó sus medidas defensivas. Ya que intuía que el ataque principal sería contra el muro de la Zurriola, en el flanco de la plaza que da al rio Urumea, hizo aspillerar todas las fachadas de las casas que daban hacía la futura brecha, a la vez que realizaba un profundo foso detrás de la cortina de la amenazada muralla. Todas las calles fueron cortadas mediante barricadas, con la finalidad de poder defenderlas, dando tiempo al resto de la guarnición a retirarse hacía la protección del castillo, pero de estas defensas y sus características hablaremos más adelante.

                           Wellington llega a San Sebastián desde Hernani, que ha abandonado a las 8 de la mañana, y reconoce personalmente el terreno, paseando entre los arenales del Chofre con Graham, Smith y Dickson, que ya se había hecho cargo del mando total sobre la artillería.. Aprobó el plan que se expuso, y dio las últimas instrucciones. A continuación pasó revista a las tropas de Ugartemendía, que estaban formadas entre Hernani y Oriamendi, preparadas para abandonar este frente y desplazarse hacia la frontera con Francia.

                            Más tarde, se achacó a Wellington el no haberse asegurado de la correcta comprensión, ejecución y aplicación de estas instrucciones. Pero a la hora de buscar responsables me inclino más  hacia la opinión de W.H. Fitchett en su obra de 1898 titulada "Figths for the Flag:

                        Wellington, sin embargo, se ocupó de los intentos de ataque de Soult, y dejó el asedio a Graham, y este permitió que los espíritus ansiosos pasaran por encima de él, y su impaciencia consideró como demasiado formales los planes de los ingenieros. Ellos describieron, en una palabra, la conocida máxima de Vauban: "Nunca intente llevar nada por la fuerza  en un estado de sitio, si puede ser conseguido por el arte y el    trabajo. "Los líderes británicos en San Sebastián despreciaron la pala y la pospusieron ante la bayoneta y el botafuego!  Así, se hizo visible en el desarrollo del sitio que "la prisa prima", (…). (pág. 192 y 193)

 

Martes. 13 de Julio de 1813.

16º día de Sitio.

                    Las tropas españolas, después de ceder el sitio a sus aliados partieron definitivamente el este día. Los batallones 2º y 3º de Vizcaya iban a reforzar el sitio de Santoña, mientras que las otras se unirían al 4º Ejército que operaba en la frontera del Bidasoa.

                        El Teniente Coronel Fraser va y viene continuamente de Pasajes a las nuevas baterías de la ribera derecha del Urumea. Se encarga del desembarco de los materiales y su traslado a las posiciones definitivas. Está muy sorprendido por las mujeres vascas, y principalmente por las pasaitarras. Las describe así en una de sus cartas:

                          Sobre todo le sorprendía el que realizasen trabajos que, para la mentalidad de un noble de comienzos del s. XIX, únicamente podría desempeñarlos un hombre. No describe a nuestro género masculino como muy trabajador, porque en todo momento la mujer es la que aparece como única trabajadora. Desde la casa en la que vivía, desde la que podía contemplar la entrada al puerto, siempre observaba a las bateleras moviéndose por todos los lugares, encargándose del transporte de gentes y mercaderías desde Pasajes San Pedro a San Juan y viceversa. Sus largas trenzas de pelo oscuro y como entonaban canciones del lugar por medio silbidos le encantaba.

                         Durante la tarde quedan definitivamente abiertas las trincheras en la zona de las dunas de la derecha del Urumea, y se ha delimitado definitivamente las posiciones de las baterías números 11, 12, 13, y 14, a unas distancias que oscilaban de sus objetivos entre 600 y 1300 yardas. En ellas se iban a alojar veinte piezas de 24 pulgadas y cuatro obuses de 8 pulgadas.

                          Los aliados habían situado sus tropas de la siguiente manera. En la ribera derecha del Urumea sería ocupado por las tropas portuguesas de las Brigadas de Wilson y Bradford, apoyadas por las tropas de la King's German Legion. En el lado de la izquierda se situaría la 5ª División británica del General Oswald.

Miércoles. 14 de Julio de 1813.

17º día de Sitio.

                           Wellington abandona el sitio de la ciudad para reunirse con el resto de su ejército, a lo largo del Bidasoa y el arranque de los Pirineos. El mando de las operaciones queda definitivamente en manos del Teniente General Sir Thomas Graham.

                             Las primeras baterías 1 y 2 montadas en la ribera izquierda abrieron fuego al amanecer del día 14 sobre el convento de San Bartolomé. Rápidamente el fuego de respuesta francés causó las primeras bajas, entre las que se encontraba el Teniente Tabb, herido nada más abrir las troneras.

                             Utilizaban balas rojas. Este tipo de proyectil se caracteriza por su poder incendiario, ya que era calentado con fuego hasta alcanzar el "rojo" vivo del que toma nombre. Su efecto una vez incrustadas entre las maderas y escombro era letal. Los asediados, por su parte, respondieron con un nutrido y efectivo fuego de fusilería, mientras que desde las baterías de las fortificaciones del frente de tierra se les apoyaba con piezas de grueso calibre. El cañón de campaña que habían subido los franceses al campanario del convento hizo mucho daño a los atacantes, ya que su dotación se desenvolvió de manera brillantísima. Este bombardeo duró hasta las seis de la tarde. El convento no resultó incendiado, pero su fachada oeste, la principal, a pesar de tener unos buenos muros, se desplomó. El acceso a su interior ya era practicable. Los defensores se apresuraron a cerrar con barricadas todas las entradas hacia el interior de las brechas. Se aspillaron los muros que quedaban, se pusieron bajo los escombros de las brechas cajas llenas de pólvora y proyectiles, y se dispusieron, a mano, bombas y granadas para hacerlas rodar sobre el enemigo en el momento del asalto.

                              La noche del 14 al 15, mientras las baterías atacantes continuaban con su mortífero fuego, se construyó una nueva batería, no lejos del molino existente justo delante del convento de San Francisco, en la orilla derecha del Urumea. Otra batería, armada con piezas de campaña, cogería del revés el pasillo que comunicaba el convento de San Bartolomé con la luneta del cementerio.

                             El joven Teniente de Ingenieros Goblet, de 23 años, del que habíamos hablado anteriormente, tras un intento fallido como consecuencia del  férreo bloqueo ejercido por la escuadra de Collier, logrará esta noche llegar a San Sebastián, tal y como se le había ordenado. En sus memorias, él mismo nos indica que tuvo que escurrirse por medio de la flota británica para lograrlo. Nada más llegar fue a presentarse ante el General Gobernador Rey, que rápidamente le tomó afecto. Este sentimiento posteriormente tendrá unas favorables consecuencias para el futuro de nuestro joven oficial de ingenieros, como ya veremos. Conoció al resto de oficiales de su arma, incorporándose inmediatamente al mando de M. Pinot, Comandante en Jefe del arma, y de dos capitanes más, que se convirtieron en sus colegas. El ambiente era tenso, pero a la vez de camaradería.

 Seguidamente os muestro un resumen de la extensa biografía de Sir Thomas Graham (clicad en las páginas para que se desplieguen).

 

Jueves. 15 de Julio de 1813.

18º día de Sitio.

                            Aún de noche, casi al amanecer, los aliados avanzaron rápidamente en tres columnas, pertenecientes al 8º de Caçadores de la Brigada portuguesa de Spry. La columna más cercana al rio, la de la derecha, atacaría el luneta levantada por los franceses en el antiguo cementerio. La del medio atacaría directamente el convento para intentar entrar por sus brechas, mientras que la de la izquierda intentaría apoderarse de las casas aspilleradas, amenazando de flanco todas las comunicaciones de los defensores con el resto de la plaza.

                           El Comandante Thomas, que defendía el convento con 400 hombres, entre los que había granaderos del 34º y voltigeurs del 62º de línea, efectuó una brillante carga a la bayoneta, cubriendo rápidamente todo el terreno de muertos y heridos enemigos. Este contraataque casi llegó hasta la primera línea de fortificaciones aliadas. La acción había terminado completamente a las dos del mediodía. Los franceses se habían preparado concienzudamente para defenderse de este ataque y sufrieron 8 muertos y más de 50 heridos, mientras que las cifras de las bajas anglo-portuguesas rondaban las 150.