El tragedia del "Queen Charlotte"
San Sebastián-Donostia
16 de Enero de 1814
John Mudge, "Master" a bordo del H.M.S "Queen Charlotte", tras haber servido 35 años de su vida en los buques de Su Graciosa Majestad Británica, y ver mucha acción, incluida la del Cabo San Vicente de 1781, decidió que ya era hora de dar un giro a su vida. Aprovechando la muerte de Lord Howe, almirante de la flota, decidió abandonar su antigua ocupación, y dedicarse al gran amor de su vida, la mar, desde una nueva perspectiva.
Invirtió todo su dinero y se endeudó completamente en la construcción de un transporte mercante. Los astilleros de Emswoth, cerca de Southhampton vieron como crecía poco a poco un bello navío entre los años 1800 y 1801. Pidió permiso al Director General de Correos para bautizarlo con un nombre que a él le gustaba. Este departamento centralizaba todos los envíos de cartas y despachos desde la metrópoli hacia los diversos frentes de guerra abiertos, contra el Emperador de los franceses. Quería darle el nombre de su antiguo buque de guerra, el "Queen Charlotte". Este deseo, gracias a su dedicación y servicios prestados, le fue concedido sin ningún problema.
El 15 de Junio de 1801 tomó el control del barco como su capitán, e inmediatamente empezó a surcar los mares y océanos, sobre todo el Atlántico. El único hecho destacable de este período, es la cuarentena que tuvieron que cumplir al regresar desde Jamaica con dos muertes a bordo a consecuencia de las fiebres, enfermedad muy común en las Indias Occidentales.
En Mayo de 1805, volviendo de Halifax, el capitán fue advertido de que se divisaba una vela en el horizonte. Que mala suerte. Les había localizado en las aguas del Canal de la Mancha un corsario francés. Era el "L'Hirondelle", armado con diez cañones y más de cien hombres como aguerrida tripulación. Inmediatamente este viejo marino organizó la defensa. Había visto y respirado la pólvora suficiente a lo largo de su vida como para saber cómo actuar. Los dos buques se enzarzaron a cañonazos, pero tras dos horas y media de resistencia, tuvieron que arriar bandera y rendirse ante la clara superioridad enemiga.
El buque, su tripulación, y el capitán Mudge a la cabeza de esta, se dirigieron hacia un puerto en manos de los soldados franceses, que, curiosamente, fue Pasajes, en la costa española dominada por los ejércitos imperiales. Los tripulantes fueron liberados pronto. Se les permitió salir y reunirse con sus familias, casi todas de Farmoth y alrededores.
Siete años después fue reconocido este barco en el puerto de Plymouth por lo que se procedió a su inmediata requisa. A partir de este momento, bajo el mando del capitán Kirkness, continuó surcando los mares hasta 1830, año en que su nombre desaparece del "Lloid's Register".
Pero volvamos a 1805 con nuestro capitán John Mudge. Nada más regresar a Inglaterra, echo mano de sus escasos ahorros y de nuevos préstamos, para construir un nuevo buque que remplazase el que le había arrebatado la guerra. Sus ilusiones volvieron a ver la luz en 1807, trabajando nuevamente para el servicio postal británico, el "Post Office".
Durante el transcurso de los siguientes años, escarmentado por lo sucedido en 1805, el capitán Mudge evitó siempre cualquier encuentro con buques desconocidos. Lo único destacable de este momento fue el desagradable encuentro con un enemigo más poderoso e inmisericorde. El 22 de Octubre de 1810 fue atrapado por una terrible tormenta que rompió la arboladura del "Queen Charlotte", pero logró salvarse del naufragio y tras ser remolcado por la H.M.S. "Pheasant", llegaron al puerto de Falmouth, donde permanecieron hasta Marzo de 1811 reparando los destrozos.
Ese año comenzó a servir nuevamente como correo, uniendo la ciudad de Lisboa con Inglaterra. Sabemos que en la primavera de 1813 el capitán sufría de gota, un mal muy común entre los capitanes. Chistopher Saverlan, agente comercial de la compañía mercantil en Falmouth, informó en el mes de Octubre de ese mismo año, que el capitán Mudge se encontraba casi completamente paralítico. Le bajaron, según reza su informe, subido en una silla al no poder andar por sí sólo. Seguramente, embarcó también montado en una, hecho que no cuenta. Esta vez tuvo que quedarse en tierra.
Algo recuperado, retomó lo que más le gustaba en el mundo, navegar. Se despidió de su segunda mujer, Mary, quien se hacía siempre cargo de la numerosa descendencia del capitán, quien había enviudado unos años antes de su primer amor, Sara.
El 14 de Enero de 1814 zarpo de Farmouth hacia las costas españolas con un numeroso correo para las tropas británicas que estaban entrando en el sagrado suelo francés, y se encontraban desperdigadas por un inmenso frente a lo largo del Bidasoa y los Pirineos. Seguramente como consecuencia del gran número de transportes que inundaban la rada de pasajes, se vio obligado a fondear frente a San Sebastián, como hacían normalmente los mercantes, en espera de recibir permiso para descargar. Pero el día 16 de este mes la suerte no estaba con el "Queen Charlotte" y los tripulantes que se habían quedado a bordo y no habían querido o podido disfrutar de un permiso para visitar la destruida ciudad costera y su castillo.
A las cuatro de la mañana comenzó a levantarse un huracanado viento del N.O. Se lanzaron nuevos amarres, pero estos se rompieron, y el barco perdió su ancla. Se mantuvo luchando durante algo más de media hora, pero la suerte estaba decidida. Finalmente el barco se soltó definitivamente y las olas lo arrastraron irremisiblemente contra el cruel final que le esperaba junto a los acantilados del monte Urgull, bajo su castillo. A las diez de la mañana chocó contra las rocas, y las enormes olas terminaron su trabajo destructor en tan sólo treinta minutos.
El Mayor británico Dyer, oficial al mando de las obras de reconstrucción de las defensas de la ciudad tras el asedio, ordenó a los artilleros del castillo que bajaran a las rocas del acantilado, pero los esfuerzos fueron inútiles. Desde el puerto zarpó una cañonera con voluntarios de otros mercantes, pero nada lograron por las dificultades de la mar y la oscuridad de la noche.
Se salvaron 15 de sus tripulantes, entre los que estaban el cirujano Sr. Nankivell y el Maestre Sr. Jennings. Otros 16 hombres perecieron ahogados, casi todos casados y naturales de Farmouth. Entre ellos estaba nuestro capitán John Mudge, que contaba en ese momento con sesenta años de edad. Seguramente sus años y sus dolencias impidieron que se salvara. Pero no todo fue mala suerte. Gran parte de la tripulación no se encontraba a bordo del "Queen Charlotte". Habían desembarcado el día anterior y la mala mar no les permitió regresar a sus buques. Eso les salvó la vida.
Sabemos que Mary, la mujer del capitán, se encontró casi en la indigencia, abrumada por las deudas que había contraído su esposo en la construcción de los barcos. Finalmente logró una pensión para ella y sus seis hijos, dos niños y cuatro niñas, la menor de las cuales contaba solamente con seis años de edad.
Una tragedia más que rescato de nuestra historia donostiarra. Una manera de devolver a la vida, aunque sea sólo un poquito, a estos personajes ahora anónimos, sepultados por el paso inexorable del tiempo y el olvido. Mientras permanezcas en la memoria o en el recuerdo de alguien, uno no muere completamente.
Nota del Autor:
Hasta ahora había defendido que los cañones de bronce que se encuentran en la fachada del Museo Oceanográfico donostiarra, encontrados en la Concha, pertenecían H.M.S Holly, que naufragó de la misma manera dos semanas después, pero el hallazgo de este nuevo episodio naval hace que el "Queen Charlotte" se convierta en otro firme candidato. Para más información os remito al artículo que publiqué en esta web sobre los mismos.
Algunas de las fuentes utilizadas:
- The European Magazine and London Review for July 1805.
- Informe "West Briton" del 4 de Febrero de 1814.
- http://archiver.rootsweb.ancestry.com
- http://www.britainsnavy.co.uk