Vista de la ciudad de San Sebastián destruida desde el monte Urgull.

Tras el trágico final al asedio de nuestra ciudad, con la destrucción de la misma y el asesinato, violación de las mujeres, robos y vejaciones sufridas, el Ayuntamiento convoca a un grupo de vecinos para que declarasen bajo juramento lo que vivieron y sufrieron esos días.

Es uno de los intentos del Ayuntamiento donostiarra, en busca de ayudas para una posible reconstrucción, y hacer frente, al mismo tiempo, a las acusaciones vertidas inmisericordemente contra los donostiarras por parte de las autoridades británicas, y algunos notables y medios españoles, tratando de desviar la búsqueda de culpables y una justificación a lo ocurrido.

Son testimonios desgarradores, en los que se puede leer entre líneas el terror, el pánico sufrido, y la impotencia experimentada, al ver como unos extranjeros que presuntamente eran nuestros aliados, armados, todo poderosos, y enloquecida jauría alimentada por la adrenalina del combate, trataban a nuestros antepasados como enemigos, sin piedad alguna, a pesar de no tener estos culpa, ni razón alguna para sufrir tamaño castigo.

La historia con el pasar del tiempo siempre termina juzgando a los culpables, y lo que en su tiempo eran penumbras para cualquier intento de búsqueda de la verdad, ahora se convierte en un grito de justicia.