Este día 15 llegaron a San Sebastián los Tenientes Coroneles Sir Richard Fletcher, procedente del bloqueo de Pamplona y John Fox Burgoyne, por lo que Smith es relevado, aunque dejaron que siguiese dirigiendo la preparación de las brechas de la Zurriola. Llegaron por la tarde, cenando temprano con otros oficiales entre los que se encontraba el Teniente Coronel Fraser, para salir inmediatamente a inspeccionar el estado de las posiciones hasta las 10 de la noche.

                         En la noche del 15 al 16 de Julio, los atacantes establecieron nuevas baterías contra el convento, una con los obuses de la Batería de Dubordieu traídos desde Astigarraga, que atacarían de flanco el reducto. Delante del convento de San Francisco, en la orilla derecha, se sitúa otra con 7 piezas, de las que dos son obuses, para destruir objetivos de la parte trasera del cerro.

                         El transporte de estas baterías no era tan sencillo como parece. El Teniente Coronel Fraser se queja del lamentable estado de los caminos que unen Pasajes con San Sebastián. Si ya eran malos al comienzo de la operación, su estado se vería empeorado con el transito constante pesados cañones y carros de municiones y suministros. Existe una carta del diario personal de Fraser en la que nos menciona dos incidentes sufridos, uno con las Compañía de Webber-Smith y otro con la Dubordieu.

Viernes. 16 de Julio de 1813.

19º día de Sitio.

 

 

                           Efectuaron un violentísimo fuego sobre el objetivo, que rápidamente se vio iba a quedar reducido a ruinas. De todas las piezas empleadas, uno de los cañones continúa disparando con bala roja. Fraser nos indica que de vez en cuando aparecían llamas entre los restos del tejado, pero que inmediatamente era sofocado por los franceses. Desde las baterías no se veía a ningún defensor, ya que permanecían protegidos detrás de los muros y en las casas colindantes, preparados para acudir en defensa del edificio rápidamente. Solamente podían verse uniformes franceses cuando acudían prestos a apagar los conatos de incendios.

 

                           El día anterior había llegado a Hernani el oficial del Servicio Jurídico Seymour Larpent, por lo que picado por la curiosidad, decidió acercarse al convento de San Bartolomé y ver los alrededores de la ciudad. La narración que realiza en su carta fechada este día hace una muy gráfica descripción de los alrededores del convento, es decir, de la primera línea de combate, salpicada de algún detalle que llega a ser en algún momento cómico. (Clica en las páginas inferiores para leer la historia).

 

Sábado. 17 de Julio de 1813.

20º día de Sitio.

                           Pero el General Rey no estaba dispuesto a abandonar la posición sin causar antes el mayor número de bajas al enemigo. La pieza del campanario fue desmontada y retirada, y el reducto conocido como"Rondeau" definitivamente terminado. Quería preparar un ataque de distracción, para lo que ordenó sondear los posibles puntos de vadeo del rio, pero estos fueron declarados inseguros y peligrosos, por lo que los franceses anularon cualquier tipo de tentativa por este lado del frente de combate.

                         Rey previendo el inminente ataque, relevó al batallón del 34º, que había mantenido el convento durante estos cuatro días, con 400 hombres, la mayoría Cazadores de Montaña, al mando de Luppé  (1 y 2 del Plano). Dejaron una reserva de 800 hombres en retaguardia, además de los zapadores y minadores bajo el mando del Jefe de Ingenieros Pinnot, listos para contra atacar desde el barrio de San Martín, justo detrás del convento, protegidos por él y la elevación en la que se sitúa. Con ellos estaba el recién incorporado Teniente Goblet, sable en mano, ansioso a la vez que temeroso ante el primer gran combate de su vida. Una parte de este contingente de refuerzo, bajo las órdenes del Jefe de Batallón Blanchard, estaba preparado con tropas del 62º de Línea para acudir en apoyo de la luneta del campo santo, a la vez que vigilaba cualquier movimiento del enemigo por la ribera del Urumea (4). Un tercer grupo de refuerzo estaba preparado bajo el mando del también Jefe de Batallón Desailly, del 22º de Línea, cubre el espacio que va desde el convento hacia la carretera de Hernani (3 y 5).

                        Los aliados querían a toda costa encerrar a la guarnición francesa en el recinto de la plaza, sirviendo sus murallas como clara frontera limitadora del frente de batalla. Esperaron pacientemente a que los efectos destructores de sus baterías causaran el efecto deseado sobre el ya condenado convento. Mientras esto sucedía se dedicaron a preparar el ataque definitivo sobre la posición, a las órdenes del General Oswald, organizado en dos columnas. Ante el espectáculo que se avecinaba, los atacantes reciben visitas de ilustres personajes, entre los que destacaremos al mismísimo Príncipe de Orange.

    Columna de la Izquierda,  mandada por el Mayor General Bradford.

  1.  Mayor Snodgrass con 200 hombres del 13º Reg. de Infantería de Línea Portugués.
  2. Teniente Coronel Mac Creagh con 200 hombres del 5º Reg. de Caçadores Portugués.
  3. Teniente Coronel John Cameron con 3 Cias. del 9º Regimiento de Infantería Británica.

        Objetivo el edificio principal del Convento de San Bartolomé.

    Columna de la Derecha, mandada por el Mayor general Andrew Hay.

  1.  Tte. Antonio Vicente de Queiros* con 2 destacamentos (4º Reg. de Caçadores portugués).
  2. Capitán Joaquín Antonio de Almeida* con 150 hombres del 13º Reg. de Infantería de Línea portugués.
  3. Tte. Coronel Henry Craufurd con 3 Cías. del 9º de Infantería de Línea Británica.
  4. La reserva la componían 3 Cías. de los Reales Escoceses al mando del Cap. Lawrence Arguimbau.

        Objetivo atacar la luneta del cementerio y la ribera izquierda del Urumea.

       *Ambos oficiales portugueses serán mencionados en el Despacho Oficial del Teniente General Graham por esta acción,  en la que los dos resultaron heridos de gravedad. El Teniente Queiros será ascendido a Capitán como recompensa por su actuación.

                          Aproximadamente a las 12'00 del medio día (en el Despacho de Graham del 18 de julio, publicado en la Gazeta do Rio de Janeiro se dice que empezó a las 10 de la mañana), las baterías anglo-portuguesas cesaron su fuego, y comenzó el ataque en tres columnas, ya que la que tenía el convento como objetivo principal se dividió en dos. Estaban precedidas por un nutrido grupo de francotiradores que se habían emboscado entre las ruinas más próximas al convento. La columna de la derecha, a las órdenes del General Hay, avanzó hacia el cementerio, pero fue detenida por el denso fuego de fusilería, y permaneció en posición tan expuesta durante bastante tiempo, sufriendo muchas bajas.

                          De las dos columnas del ataque contra el flanco izquierdo, la central avanzó directamente contra el edificio principal del convento, siendo también momentáneamente detenida por el intenso fuego de fusilería procedente de la brecha abierta y de las casas que habían sido aspilleradas hacia la carretera de Hernani. Cuando la columna de la izquierda atacó estas últimas casas y logró apoderarse de ellas, pudo la columna central reiniciar su avance penetrando por la brecha en el recinto. La columna de la izquierda, mandada por el Coronel Cameron, una vez dominadas las casas aspilleradas, continuó su avance hacia el barrio de San Martín, enfrentándose con las reservas francesas y un nutrido fuego procedente del hornabeque.

                          Ante esta maniobra envolvente, los defensores franceses del monasterio tuvieron que retirarse. Antes de completar esta retirada, las tropas de reserva, sitas entre el barrio de San Martín y el hornabeque contraatacaron. En este combate destacó el Capitán de Ingenieros Saint-George, quien a la cabeza de un destacamento francés de zapadores, otro de granaderos del 22º y algunos soldados dispersos del 34º y 62º se logró colar entre la columna inglesa y el convento, entrando en este último para reforzar la posición. El Capitán de Ingenieros Montreal y el Teniente Saint Jeanne, del 22º, recuperaron las casas aspilleradas de la derecha con un destacamento. Los franceses habían recuperado toda la línea del frente previo al ataque aliado. Esta maniobra de reconquista de las posiciones es puesta en duda por el General Gómez Arteche, al menos en lo referente a su éxito.

                         Pero esta situación no duró mucho, ya que una nueva envestida con tropas de refresco hizo que los franceses tuvieran que retirarse hacia, primero, las ruinas de San Martín, y finalmente hasta la plaza, maniobra efectuada a gran velocidad, ya que una columna atacante estaba intentando cortarles esa vía de escape atacando el barrio de San Martín. Estos encontraron una gran resistencia francesa desde el "rondeau", gracias a la cual las unidades galas lograron regresar a la ciudad en su totalidad. De esta forma, los ingleses se quedaron dueños del alto de San Bartolomé.

                         Esta columna británica, desoyendo las órdenes que prohibían atacar más allá de San Martín, quizás por el ardor y la excitación del momento, intentó apoderarse del reducto o "rondeau", pero tuvo que retirarse con grandes pérdidas, entre las que destaca Woodman, Capitán del 9º. El General Oswald había ordenado personalmente no rebasar las ruinas del barrio de San Martín, y el no haberle obedecido costó numerosas bajas. Incluso se produjo un pequeño contraataque francés a la bayoneta, que ocasionó que algunos heridos cayesen prisioneros en manos de los soldados imperiales.

                           Finalmente los franceses estaban dentro de los muros de la ciudad, a excepción de una guarnición de 30 hombres en el reducto exterior y algunos francotiradores aislados entre las ruinas de los barrios extramurales.

                         Todo estos acontecimientos duraron aproximadamente cuatro horas, siendo apoyadas las acciones militares por no menos de sesenta bocas de fuego entre los dos bandos. Los franceses habían perdido 240 hombres, de los que 40 eran muertos. Entre ellos se encontraban el Capitán de Ingenieros Montreal, el Teniente de mineros zapadores Dardas, el Capitán del 62º Douzon, y el Teniente Saint Jeanne, del mismo regimiento. El Comandante de Ingenieros Pinot estaba fuera de combate por una grave herida en el hombro, y fue sustituido por Gillet. También resultaron heridos el capitán Doat, Ayudante de Rey,  el jefe de batallón Desailly, además del teniente de tiradores Saint - Jeanne. Destacaron por su arrojo y valentía el Capitán Blot, del 62º, y el Teniente de Ingenieros Goblet, que defendieron la luneta del cementerio.

                           Las pérdidas sufridas por los aliados fueron mucho más grandes, ya que sus tropas estuvieron expuestas al fuego francés, sin ninguna protección, durante mucho tiempo. A pesar de esto, los historiadores las sitúan en torno a los setenta hombres. En esta acción, los aliados utilizaron a cerca de 6000 hombres entre ingleses y portugueses.

                         Fue una batalla en toda regla. Esta afirmación se puede ver corroborada haciendo un balance del número de proyectiles empleados por los aliados:

  • 2505    Disparos con Proyectil Esférico de 18 Pulgadas.
  •    19     Disparos con Proyectil  con Metralla de 18 Pulgadas.
  •   331    Disparos con Proyectil de Fragmentación de 8 Pulgadas.
  •   143    Disparos con Proyectil Esférico de 6 Pulgadas.

                         Los siguientes documentos son un extracto del Despacho Oficial de Graham a Wellington comunicando la toma del Convento. (Clica sobre las páginas para desplegarlas)

                       La posesión del alto de San Bartolomé era necesaria antes de que comenzase el bombardeo y atrincheramiento total de las dunas del Chofre. Wellington había presionado a Graham a que terminara su conquista con toda urgencia.

                     Tan pronto como los aliados se vieron en posesión del convento y las alturas de San Bartolomé, comenzaron a construir una sólida posición que las asegurase ante cualquier ataque francés que intentase recuperarla. También comenzaron la construcción de dos nuevas baterías que batirían el Frente de Tierra, una con 6 piezas de artillería de 18 pulgadas, y una segunda con howitzers de 8 pulgadas. Delante del frente de tierra de la ciudad, en el istmo, se comenzaron a excavar las trincheras, cuyos trabajos progresaron de manera rapidísima, ya que el suelo era arenoso. Había un peligroso fuego de fusilería desde y contra el hornabeque y su revellín. Para poder mejorar la efectividad de sus tiradores, los franceses lanzaba luminarias de color azul que iluminaban todo el terreno que había ante ellos.

                          En la orilla derecha del Urumea, se prepararon otras dos baterías, una con 4 carronadas de 68 que lanzarían proyectiles huecos detrás de las futuras brechas, y otra con 4 enormes morteros de 10 pulgadas. Esta vez el suelo arenoso dificultaba mucho el traslado de piezas tan pesadas como los cañones de sitio de 24 pulgadas.

                          Desde las murallas los franceses disparaban de vez en cuando contra los grupos de trabajadores del otro lado del rio, pero su fuego no era especialmente mortífero.

                       El Teniente General Graham se había quejado a Wellington del insuficiente número de hombres que a su parecer estaban destinados a esta operación. Para solucionar este problema, el Marqués de Wellington le indica unas pautas a seguir para solucionar este problema, reorganizando el trabajo de la tropa. Gracias a este despacho podemos hacernos una idea aproximada de los turnos, idas y venidas, descansos, etc, de las tropas aliadas.

 Domingo. 18 de Julio de 1813.

 21º día de Sitio.

                              Amanece un día que va a resultar muy caluroso.

                          Se ordena la construcción de una nueva batería, la más complicada de ejecutar, ya que se situará en la parte alta del Monte Ulía, desde donde disparará sus piezas contra la peligrosa Batería del Mirador , además de las otras fortificaciones del castillo, y contra el flanco de las defensas del frente de tierra.

                         Los observadores franceses, desde sus posiciones, se percatan de los preparativos enemigos que indicaban, claramente, un pronto bombardeo de la ciudad y del reducto, por lo que se pusieron a trabajar frenéticamente para protegerse lo mejor posible. Despejaron las calles de los adoquines para emplearlos en los parapetos, retiraron las piezas que disparaban en barbeta desde el frente de tierra, que estaban muy expuestas a las nuevas baterías enemigas, y dos piezas de 4 pulgadas fueron colocadas en el Cubo de Hornos y  una en el de Amézqueta. A consecuencia de la realización de estos trabajos, con grandes prisas, el fuego artillero contra las baterías aliadas es escaso.

                        Los defensores del "rondeau", llamado también de "Las Medias Lunas", cruzaron un intenso fuego con las avanzadillas aliadas que ocupaban el barrio de San Martín, y que se habían adentrado en la zona de dunas del istmo. Este tiroteo duró todo el día 18. La posición había sido reforzada por su cercanía a las líneas enemigas, y facilitada su comunicación con la plaza mediante un camino en zig zag. También, en la ciudad, se  prepararon varios puntos con lo necesario para apagar cualquier conato de incendio que los proyectiles enemigos ocasionasen.

                          El barrio de San Martín, o más exactamente sus ruinas, era un terreno de nadie, donde se mantenían enfrentamientos individuales entre soldados avanzados y solitarios de ambos bandos. Al finalizar el día, ya de noche, mediante el avance de un retén, fue definitivamente "limpiado" de francotiradores franceses.

                          Los aliados experimentan muchos problemas en el transporte de municiones y demás pertrechos desde el puerto de Pasajes a las baterías por el escaso número de carros y mulas disponibles. Parece que los existentes en el país no son suficientes. Wellington ordena a Graham que utilice los existentes entre Hernani y Oyarzun, así como los pertenecientes a las brigadas portuguesas Bradford y Pack. Los hombres se estaban viendo hasta el momento obligados a transportar los pertrechos incluso a mano.

Lunes. 19 de Julio de 1813.

22º día de Sitio.

                          En las baterías del Chofre llegan los cañones cortos de 24 pulgadas cedidos por la fragata "Surveillante". Solamente se pudieron traer cinco, imposibilitando la mala mar el desembarque de la sexta pieza. Dos de ellos se colocaron en la batería nº 11 y los otros tres, durante la noche, a la número 14.

                         Por la tarde se dieron por finalizados todos los trabajos en las baterías aliadas, por lo que estas se encontraban dispuestas para abrir fuego contra las murallas, y lograr una brecha practicable.

                              Esta era la situación de las Baterías.

 BATERIAS del ISTMO. (TENIENTE CORONEL HARTMAN)

                         A 800 yardas de distancia de la ciudad:

                                   Batería Nº 3                6 cañones de 18 pulgadas.

                                   Batería Nº 4                2 howitzers de 8 pulgadas.

                                   TOTAL                      8 Piezas en el istmo.

                        Contra las defensas de la ciudad y en ayuda de las baterías de brecha.        

 BATERIAS de la DERECHA. (TENIENTE CORONEL MAY)

                                    Batería Nº11.

                                               A 1300 yardas del Mirador y 1500 de las brechas.

                                               Armamento:    2 cañones cortos de 24 pulgadas.

                                                                   4 morteros (howitzers) cortos de 8 pulgadas.

                                               Mandada por el Mayor Webber Smith.

                               Objetivos: Contra el Mirador y el Castillo, y molestar el frente de tierra.

                                    Batería Nº12.

                                               A 950 yardas de la ciudad.

                                               Armamento:    2 cañones cortos de 24 pulgadas.

                                               Mandada por el Mayor Webber Smith.

                                               Objetivos: Contra las defensas.

                                    Batería Nº13.

                                               A 770 yardas de la brecha.

                                               Armamento:    4 cañones cortos de 24 pulgadas.

                                               Mandada por el Mayor Arriaga.

                                               Objetivos: Contra las brechas.

                                    Batería Nº14.

                                               A 580 yardas de la brecha.

                                               Armamento:    8 cañones largos de 24 pulgadas.

                                                                       3 cañones cortos de 24 pulgadas.

                                               Mandada por el Teniente Coronel Fraser.

                                               Objetivos: Contra las brechas.

                                                En total 23 piezas abrieron fuego el día 20 de Julio.

                                    Batería Nº15.

                                               A 520 yardas de la brecha.

                                               Armamento:    4 cañones cortos de 68 pr. Carronadas.

                                     Mandada por el Teniente Coronel Fraser cuando estuvo preparada.

                                               Objetivos: Contra las brechas y molestar las defensas.

                                    Batería Nº16.

                                                A 850 yardas de la brecha.

                                               Armamento:    4 morteros howitzers de 10 pulgadas.

                                         Mandada por el Mayor Webber Smith cuando estuvo preparada.

                                              Objetivos: Contra el frente de tierra y el castillo.                 

 

                      Graham se desplaza a Pasajes, donde tiene una reunión con Sir Richard Fletcher y un tal Richardson (desconozco quien es este oficial), quienes se muestran totalmente partidarios de realizar el ataque a la ciudad cuanto antes.

                          Por su parte, Wellington se muestra muy preocupado por la escasa fuerza naval con que cuenta, en una posición tan expuesta por su cercanía a la costa francesa. En su despacho fechado este día, para el Conde Bathurst, le indica que cuenta solamente con la "Surveillante", sin seis de sus cañones, y unos pocos barcos menores, requisados por el General Girón, tripulados por españoles pertenecientes a un Batallón de Marina. Únicamente han llegado tres unidades nuevas para servir como correos. Es plenamente consciente de que si apareciese una fuerza naval enemiga, las unidades inglesas serían irremediablemente expulsadas de la zona, peligrando todo el conjunto de la operación.

Martes. 20 de Julio de 1813.

23º día de Sitio.

                    Alexander Dickson, comandante de toda la artillería del sitio, inspecciona las baterías, en un día terrible por los contínuos aguaceros, antes de que estas abriesen fuego. El objetivo en la muralla de la ciudad, elegido por el Mayor Smith, es el mismo punto que el seleccionado casi cien años antes por las tropas de Berwick, en su ataque a la ciudad. Ese espacio de la cortina había sido fuertemente reconstruido después del asedio de 1719, pero no reforzado con nuevas fortificaciones, por lo que adolecía de los mismos defectos tácticos que aparecieron un siglo antes. Los artilleros británicos se quejarán continuamente de la solidez de la muralla estructural de la muralla.

                          A las 8 de la mañana en punto, todas las baterías abrieron fuego contra sus objetivos. El Teniente Coronel Fraser supervisaba personalmente sus baterías. La cadencia de tiro era impresionante. Los artilleros sabían cómo hacer su trabajo. El promedio de disparos por arma al día rondaba las 350 rondas, una tasa de disparo tal, "que probablemente nunca se haya igualado en cualquier otro sitio", tal y como afirma Jones en su diario.

                          Pero esa velocidad endiablada de disparos trajo rápidamente consecuencias sobre las baterías y las armas. La arena sobre y con la que estaban construidas las baterías, comenzó a soltarse como consecuencia de las ondas explosivas y de la enorme cantidad de agua que tenía el suelo por las continuas lluvias. La situación nos la describe muy bien el Teniente Jones en su diario:

                         " A partir de que la arena sobre la que se construyeron las pilas, empezó a soltarse, resultó imposible mantener los huecos de las troneras suficientemente despejados para utilizar con efectividad las tres armas de fuego cortas montadas sobre cureñas navales en la número 14, y, después de unas rondas, estas armas se vieron obligadas a cesar el fuego".

 John T. Jones "Journals of Sieges...."( pág. 30)

                       El otro gran problema era la dilatación del oído de los cañones por su excesivo uso. Desde un primer momento cuando una pieza abría fuego desde la plaza contra las baterías aliadas, los ingleses escuchaban dos explosiones. Este detalle era consecuencia de la antigüedad de los cañones, que tenían esta parte totalmente dilatada. Fitchett nos lo describe de la siguiente manera en su obra de 1898:

                         “Los cañones disparados desde la fortaleza, por ejemplo, parecían realizar dos explosiones cuando disparaban, el venteo de la pistola, en una palabra, que se agranda tanto, que el flash era casi tan claro como el de la boca. Mientras, en las baterías inglesas, los registros de Jones señalan que "Algunos de los respiraderos de las armas se habían agrandado tanto, que un dedo de tamaño moderado podría ser puesto en ellos.” ("Fights for the Flag .pág.193)

                           En la batería de brecha estaban los marineros cedidos por la escuadra de Sir George Collier, bajo el mando del Teniente Dowell O'Reilly. Su disciplina y costumbres eran totalmente distintas a las del resto de artilleros. Estaban alojados en una casa de Pasajes, que pronto fue famosa por sus fiestas, música y baile. En esta misma casa se hospedaba Richard Drake Henegan, Asistente del Comisario del Tren de Campaña, que en ese momento se encontraba adscrito al Ejército Portugués. En su obra nos describe las escenas de alegría que se desarrollaban en la casa:

                        “Velas de sebo metidas en botellas como sustitutos de los candelabros, iluminaban la fiesta; grandes toneles de sidra destinados originalmente para los locales, fueron almacenados lejos, sin ceremonias, en las esquinas, para hacer espacio para los bailarines, (...)  haciendo una exhibición triunfal, estaba el violinista chirriando, mientras que más de treinta chaquetas azules pagaban el doble por el baile del marinero, hasta que las vigas temblaron y seguidamente se agrietaron.

                           A lo largo del techo había una doble fila de hamacas colgadas, y esta última circunstancia no dejaba ninguna duda de que estos alegres hombres estaban alojados en la misma casa que yo. (...) cuando vino el teniente al mando, a darme cumplidos del coronel Dickson, y me informó que por recomendación de ese oficial, se habían llevado a esos hombres a mi local de gran capacidad. Sin duda suponía el coronel por su buen consejo, que uno de los barriles de sidra, (…) porque los chaquetas azules habían transferido la totalidad de su contenido a la custodia de las cantimploras de sus cinturones. Se me pidió amablemente sancionar con mi presencia, la instalación de los marineros en sus hamacas colgadas en tierra, y se mantuvieron alegres hasta los albores de la mañana, cuando comenzamos nuestras operaciones”. (Seven Years Campaigning in the Peninsula and the Netherlands from 1808 to 1815”. Vol. II. London. 1846. pág. 32 y 33)

                          El Teniente Coronel Fraser estaba continuamente reprochándoles la falta de cuidado en la batería. Parecía no tener miedo al fuego enemigo. Los marineros, con otra disciplina, totalmente diferente a la acostumbrada en tierra, no le hacían caso. Esta situación preocupaba a Fraser, pero el ambiente que daban a todas las baterías de alrededor era tan positivo, que se les permitió seguir con sus relajadas costumbres.

                           Pero en las baterías aliadas todo no era tan agradable. Al terrible fuego de todas las piezas, respondieron con igual fiereza desde la plaza los franceses. Uno de los cañones largos de 24 pulgadas de la batería número 14 quedó fuera de combate al recibir un impacto directo en el bozal. Se rompieron varias ruedas a consecuencia del uso y del fuego enemigo y otro cañón de 24 quedó fuera de servicio como consecuencia de la rotura de un punzón en su oído de ventilación. Este tipo de accidente era muy problemático, ya que su extracción entrañaba grandes dificultades.

                           Pero la gran pérdida más grave de la jornada fue la del Capitán Dubordieu, que resultó alcanzado en la cabeza por el fragmento de un proyectil.

                      Los efectos causados sobre los diferentes objetivos y el resumen de la actuación de las baterías tras la jornada de bombardeo, fue:

  • BATERÍA Nº 14:                 El muro entre las dos torres completamente fracturado.
  • BATERÍA Nº 11:                 Fue de gran ayuda por su fuego de flanco.
  • BATERÍAS Nº 12 Y 13:       No logran todos sus objetivos.
  • BATERÍAS DEL ISTMO:      Buenos resultados.

                     Los resultados del primer día de bombardeo no fueron totalmente satisfactorios, ya que la reconstrucción del muro se había realizado excelentemente y con buenos materiales, como ya habíamos indicado. Los resultados no eran acordes al número de bocas de fuego empleadas. El General Graham no escuchó los consejos de sus ingenieros encargados del asedio, quienes querían, primero, inutilizar las defensas de la muralla y baluartes próximos a la futura brecha, para, una vez logrado esto, proceder a su apertura. Además de abrir una pequeña brecha en la Zurriola entre los dos cubos, se desmontaron cinco cañones franceses, se destruyeron muchas troneras de las fortificaciones, y se dejó fuera de combate a muchos artilleros franceses. Todos ellos cayeron en combate, ya que en ningún momento dejaron de contestar al ataque artillero enemigo con el fuego de sus piezas. Concentraron casi todo su fuego sobre la batería nº 14 la más agresiva de todas la enemigas.

                      Cuando la noche venció a la claridad del día, el trabajo de los oficiales de artillería no había terminado. Los cañones traídos desde la "Surveillante" se encontraban montados sobre cureñas navales, y como había tres de campaña completas de reserva, se decidió proceder a cambiarlas. Este trabajo se completo durante la noche, al amparo de una oscuridad casi total.

                     Esta oscuridad era el preludio de una noche infernal. El viento comenzó a soplar, la temperatura bajo de golpe, y los protagonistas de ambos bandos, tuvieron que soportar fortísimos aguaceros. Las baterías quedaron medio inundadas, lo que aumentaba la lista de trabajos a realizar por sus servidores. Al otro lado del Urumea, en el istmo frente a las fortificaciones principales de la ciudad se comenzó a realizar una trinchera paralela a la muralla. Para ese trabajo se reunió un grupo de no menos 700 hombres, que al verse sorprendidos por la tormenta y sus aguaceros se dispersaron por todas partes buscando refugio entre las ruinas de San Martín y de Santa Catalina. Los oficiales se volvieron locos intentando recuperar a sus hombres, no reuniendo más que a 200, por lo que solamente se pudo concluir una tercera parte de la obra.

                       Aprovechando esta oscuridad, y este desconcierto, los franceses deciden abandonar la posición adelantada que les quedaba. El famoso "Rondeau" es abandonado de manera sigilosa antes del amanecer del día 21. Cuando sea ocupado por los aliados, se iniciarán dos nuevas paralelas desde esta posición.

                           Wellington recibe un informe gracias a unos "papeles" del General Rey. Su intención es mandar al día siguiente un emisario para negociar la rendición de la plaza, pero como veremos en el siguiente extracto, sacado del despacho del 20 de Julio al Conde Bathurst, no alberga ninguna esperanza de que este acto sirva para algo.

                      El Mariscal Wellington no duda de que la ciudad será rápidamente conquistada, por lo que ante unas posibles futuras negociaciones, instruye al Teniente General Graham sobre algunos términos de la capitulación francesa. En estas directrices acepta la rendición con honores, y el que los oficiales conserven sus propiedades, pero hace especial ahínco en que no les dejará marcharse en libertad hacia Francia. Los quiere hacer prisioneros de guerra. También es curiosa la mención personal hacia el antiguo gobernador de Guetaria, al que si fuera posible exceptuaría de estos términos. No olvida el daño que les causó la voladura de la mina que dejaron preparada los franceses, tras abandonar la posición y embarcarse hacia San Sebastián.

Miércoles. 21 de Julio de 1813.

24º día de Sitio.

                        Amanece nuevamente un día gris y lluvioso, en el que se desatan tormentas, alguna de las cuales descarga incluso granizo. Esta climatología tan adversa ocasiona múltiples incomodidades entre las tropas que se encuentran acampadas en tiendas de campaña, y por supuesto en mayor medida entre las unidades que están bloqueando la plaza por mar. La "Surveillante" está a punto de sufrir un grave percance, al ser arrastrada por los vientos hacia las rocas de la costa. Gracias a la pericia de su tripulación lograra evitar el peligro.

                          El díase inició con el bombardeo desde las primeras luces del alba. El tiempo no era nada bueno. La lluvia en forma de aguaceros empapaba a todos los hombres. En la batería principal, la nº 14, solamente logran abrir fuego nueve de sus diez cañones de 24 pulgadas, ya que el obstruido por el punzón roto aún no había sido reparado.

                         A las 10 horas de la mañana fue interrumpido momentáneamente. Se envió al oficial de ingenieros John Fox Burgoyne como parlamentario, para pedir la rendición al General Rey, como consecuencia de que la brecha ya era practicable, pero este no se dignó recibirlo.

                       Os muestro en las dos páginas siguientes una pincelada de la biografía de este militar (clicad sobre las páginas para desplegarlas).

J.F. Burgoyne en Crimea 1855

J.F. Burgoyne en Crimea 1855

                         A las 10 horas de la mañana fue interrumpido momentáneamente. Se envió al oficial de ingenieros John Fox Burgoyne como parlamentario, para pedir la rendición al General Rey, como consecuencia de que la brecha ya era practicable, pero este no se dignó recibirlo.

                    Tras este intento de negociación infructuoso que duró hora y media, un vivísimo cañoneo se reanudó entre ambas partes diez minutos después del regreso del emisario y duró todo el día. Varias piezas francesas fueron desmontadas. Durante la jornada los franceses sufren doce muertos y treinta y un heridos, la mayoría artilleros. Además del efecto destructor de la baterías situadas en las dunas del Chofre, la efectividad de la nº 11, la más alejada por encontrarse en lo alto del monte Ulia, a unas 1.600 yardas, fue enorme. Atacó con sus proyectiles el flanco del hornabeque, donde los defensores no tenían refugios contra su metralla. Estos se vieron obligados a excavar trincheras en las que guarecerse, y un camino que los comunicara de manera menos peligrosa con el resto de fortificaciones.

                         El fuego francés se concentra contra la batería nº 14. Los oficiales británicos se dan cuenta que los artilleros imperiales están economizando la pólvora. Algunos de sus proyectiles no explotan al no haber sido cargados con la cantidad necesaria. Otros ni siquiera salen correctamente desde los cañones, cayendo a escasos metros de los muros. Los grupos de trabajo apenas son molestados. A pesar de esto, hubo que lamentar algunas bajas entre los servidores de las baterías, destacando la del Teniente Dunlop, que resultó gravemente herido.

                          Ya por la noche, los aliados terminaron la excavación de la trinchera paralela al Frente de Tierra de la ciudad, topándose casualmente en el transcurso de su realización, en su tramo más a la izquierda, con una especie de alcantarilla del tamaño suficiente para permitir el paso de un hombre. Era el tramo subterráneo del acueducto de Morlans, que suministraba agua a la ciudad antes de ser cortado por las tropas españolas que comenzaron el bloqueo. Medía cuatro pies de alto por tres de ancho. Fue por este peligroso pasadizo por donde el joven Teniente Reid, del cuerpo de ingenieros, se deslizó gateando hasta la contraescarpa de las fortificaciones enemigas, a 230 metros de distancia. Imagino el ambiente, los compañeros animándole, manos tendidas, palmadas...

                          El interior oscuro como la boca de un lobo. Con la lúgubre iluminación de una vela, se arrastró entre el barro, entre la suciedad, las ratas. Sólo se escuchaba su respiración jadeante, y el ruido de su uniforme rozándose con los sucios muros de la construcción. Por fin llegó al máximo de su recorrido, donde tuvo que darse la vuelta al encontrar el acceso cerrado por una puerta, aunque, eso sí, después de calcular la distancia recorrida. Según sus cálculos, había llegado hasta la pared de la contraescarpa.

                       Se decidió aprovechar este pasadizo con una mina,  compuesta por 30 barriles de pólvora y una espacie de almohada tras ellos realizada con sacos de tierra, a modo de globo de compresión, que encauzaría el efecto de la terrible explosión hacía las defensas. Su detonación se haría justo antes del ataque, y arrojaría sobre el foso y la pared de la contraescarpa tal cantidad de escombros y materiales, como para que se realizara un camino practicable.  

                       Esa misma noche, los franceses intentaron una salida con la finalidad de retrasar la construcción de la trinchera paralela.

                       Las dos siguientes páginas desplegables muestran de manera resumida algunos detalles interesantes de su biografía.

Plano en el que se aprecia la zona elegida por los aliados para realizar la brecha, con los perfiles de la muralla.
Realizado por Isidro Próspero Verbom el 29 de Octubre de 1725.
SGE, Cartoteca Histórica (Arm F, Tabl. 2, Carp. 1, N. 174)

Plano en el que se aprecia la zona elegida por los aliados para realizar la brecha, con los perfiles de la muralla.
Realizado por Isidro Próspero Verbom el 29 de Octubre de 1725.
SGE, Cartoteca Histórica (Arm F, Tabl. 2, Carp. 1, N. 174)

Jueves. 22 de Julio de 1813.

25º día de Sitio.

                       El fuego de las baterías aliadas es intensísimo durante todo el día. Los cañones empleados para abrir una brecha no dejaron de escupir proyectiles, a una velocidad no conocida hasta entonces. Jones nos indica que durante un periodo de quince horas y media de luz, las rondas realizadas por la pieza más lenta no descendía de 300. Alguna llegó a las 350. El gasto total de proyectiles lanzados contra la muralla por la batería número 14, solamente ese día, ascendió a 3.500 disparos de los terroríficos cañones de 24 pulgadas. La puntería de los artilleros era impresionante. Durante esta jornada disparan todos las armas, incluso la que estaba inutilizada con el punzón roto en su oído, que es reparada completamente en el transcurso de la tarde.

                        Se logró agrandar la brecha entre las torres de Hornos y Amézqueta. La muralla había caído en una longitud aproximada de 100 metros, pero los aliados desconocían que tras esa brecha, aparentemente practicable, se escondía una letal trampa preparada por los franceses, a quienes se veía trabajar frenéticamente desde la batería nº11, gracias a los potentes prismáticos en manos de los oficiales, apilando sacos terreros y preparando las defensas tras la apertura.

                         Durante la noche entre este día y el 23, llegaron algunas embarcaciones al puerto de San Sebastián desde San Juan de Luz. Con ellas llegaron el Jefe de Batallón Gillet, que fue nombrado Comandante de los ingenieros franceses en sustitución del herido Pinot, y el Jefe de Batallón Brion, quien a partir de esta fecha se hará cargo de la artillería. Las embarcaciones regresaron, al día siguiente,  a suelo francés transportando heridos de los combates anteriores.

                       Ante la claridad del objetivo de los sitiadores, los franceses refuerzan el baluartillo de San Telmo con una segunda pieza. Esta posición junto a la batería del Mirador, serán de vital importancia cuando se realice el ataque, ya que desde sus troneras enfilaban todo el flanco de la cortina atacada, y por tanto, también a la cabeza de las columnas que intenten el asalto.

Plano de Isidro Próspero Verbom del 12 de Septiembre de 1725, en el que se aprecia al detalle la Batería del Mirador y el Baluartillo de San Telmo (K). 
SGE, Cartoteca Histórica (Arm. F, Tabl. 2, Carp. 1. N. 173)

Plano de Isidro Próspero Verbom del 12 de Septiembre de 1725, en el que se aprecia al detalle la Batería del Mirador y el Baluartillo de San Telmo (K).
SGE, Cartoteca Histórica (Arm. F, Tabl. 2, Carp. 1. N. 173)

                          En una carta fechada este día por Seymour Larpent, se hace hincapié sobre los problemas disciplinarios a los que se enfrenta el buen orden del ejército británico. Su lectura nos indica claramente la mentalidad de los soldados de esta época, aplicable  no solo a los ingleses, aunque estos destaquen sobre el resto de nacionalidades en este mal comportamiento, como bien demostrarán en la toma de San Sebastián.  Larpent nos comenta que se encuentra pendiente de juicio un Mayor británico que no quiere deshacerse de su botín, conseguido tras la batalla de Vitoria y el consiguiente saqueo del convoy de carros y calesas que acompañaban a la corte del Rey José. Es muy curiosa la relación de "objetos" que tiene como suyos y ahora se le reclaman, entre los que se incluye un mono que perteneció a un Ayudante del Rey José, , un poni, ropas, y una joven muchacha. También se juzga a dos soldados que habían intentado robar en la tienda de campaña de nada menos que el Sr Mayor General Aylmer, a la sazón Comandante del Puerto de Pasajes, mientras este dormía en su interior, y a otro desgraciado acusado de una violación en un pueblo de la frontera, contra la que alega que creía que encontrarse en territorio francés.

                      El resultado del juicio al Mayor nos es desconocido, pero el de los otros soldados sabemos que fue condenatorio. La horca sería su final, aunque el violador logró escaparse de tan cruel muerte, tras un "despiste" de sus vigilantes y marchar hacia territorio francés el 7 de Agosto. De todas maneras suponemos, tal y como también lo menciona Larpent, que el acusado de violación no sería muy bien recibido si los galos se enterasen del delito cometido y la alegación presentada a su favor.

Viernes. 23 de Julio de 1813.

26º día de Sitio.

                           Desde el amanecer el fuego artillero comienza de nuevo, sin interrupciones. El mismísimo Wellington visita las baterías de las dunas a primera hora de la mañana, tras salir de Lesaca a las 8 horas. La Batería principal de Brecha, la nº 14, cuenta con sus doce piezas en juego. Los efectos son demoledores, los muros que restaban en pie caen como consecuencia de la lluvia de proyectiles. Al poco tiempo la brecha es declarada por los ingenieros como practicable.

                          El ataque tendría que ser inmediato, para no dar a los defensores la oportunidad de reforzar sus maltrechas defensas. Todo parecía indicar que así ocurriría, pero no. Una entrevista personal de Sir Richard Fletcher y posiblemente el mismísimo Wellington, con un ingeniero civil, seguramente un donostiarra huido de la ciudad, hizo que la lista de objetivos a bombardear aumentase. Por las indicaciones e informes facilitados por este hombre, se supo que el muro de la Zurriola comprendido entre la torre de Amézqueta y el baluartillo de San Telmo era muy delgado. Si se efectuaba un nuevo acceso se conseguirían eliminar todas las defensas preparadas por los imperiales tras la brecha principal mediante una maniobra envolvente. El nuevo objetivo no sería nada fácil de atacar, por ser el más alejado de las líneas aliadas, y solamente otorgaba un acceso de unos cinco metros de ancho en la baja mar, a pesar de lo cual se consideró importante, ya que entre otros efectos, obligaría a extender y debilitar más los efectivos de los defensores.

                          Tras consultar con Sir Thomas Graham , Sir Richard Fletcher pidió personalmente a Dickson que el fuego se dirigiese hacia el nuevo objetivo. Wellington había recomendado personalmente esta nueva brecha. La orden llega rápidamente a Fraser:

                      El fuego estuvo muy bien concentrado, por lo que se logró una nueva apertura en el lienzo, de unos 10 metros de longitud antes de que la noche cayese sobre la ciudad. Los franceses apenas podían responder, con la mayoría de sus cañones inutilizados en los duelos artilleros anteriores. Mientras estas baterías abrían brechas, las otras se dedicaban a bombardear el resto de la ciudad y castillo, pero sobre todo, dirigían su fuego contra los grupos de trabajadores que se afanaban en intentar fortalecer los puntos más vulnerables mediante barricadas y traviesas. La que cortaba el acceso hacia el frente de tierra, en la parte superior de la cortina principal, era uno de los principales objetivos. Se atacó principalmente con proyectiles huecos, rellenos de metralla, que lograron infringir graves daños, según se desprende del informe elaborado por el Jefe de Estado Mayor De Songeon, que podemos leer al la derecha.

                        Esta nueva brecha, era más difícil de atacar por encontrarse a mayor distancia que la primera y tener un acceso de tan sólo únicamente 5 metros de ancho durante la baja mar, pero serviría para distraer más fuerzas francesas que tendrían que estar cubriéndola.

                           Viendo que los edificios que rodeaban las brechas eran consumidos por el fuego, y a pesar de haber logrado dos aperturas practicables en el lienzo de la muralla, los aliados decidieron posponer el asalto de la infantería por culpa de las llamas, que impedirían cualquier intento de entrada en la ciudad. Esta empieza a mostrar claramente señales del bombardeo a que están sometidas sus fortificaciones. Todas las casas próximas a las violaciones de la muralla se encuentran destruidas, así como la mayoría de tejados del resto de la población. Hay conatos de incendios en varios puntos que son sofocados por los franceses ayudados por retenes formados con ciudadanos. Si el viento aumentase, la ciudad entera sucumbiría en llamas.

                        En las baterías situadas en las dunas del Chofre, separadas de la plaza por el Urumea, destacaba por su alegría y buen humor la manejada por los marineros de la escuadra de bloqueo, cedidos por Sir George Collier. Nuestro Teniente Coronel Fraser, en multitud de ocasiones, ya les había llamado la atención por la falta de cuidados que mostraban ante el fuego de las piezas enemigas. Uno de estos marineros era un muchacho de quince años, todavía un niño. Todos sus compañeros le querían y apreciaban. Era alegre y guapo. Pese al ambiente de jovialidad imperante, sus compañeros no querían que les acompañara a la batería, conscientes de los peligros que este tipo de trabajo acarreaba, inventando cualquier escusa para mantenerlo ocupado lo más distante de la posición.

                          Las baterías estaban bien construidas por los ingenieros, otorgando toda la protección posible a sus operarios, pero había cuatro cañones franceses que quitaban el sueño a los servidores de estas posiciones. Los "alquitranes", denominación cariñosa con que se referían a los marineros de las baterías, los habían bautizado como los "bebés", reconociendo a cada uno de ellos por su ruido particular cuando abrían fuego. Sus terribles proyectiles pasaban amenazadores por encima de sus cabezas, con su peculiar zumbido, y tras este momento de tensión, la música del violín rompía el imponente silencio de los hombres, que nuevamente saltaban y sonreían.

                         A las once de la mañana, el acostumbrado ruido del proyectil fue distinto. Su trayectoria no era la acostumbrada. Pero dejemos que Richard Henegan, un veterano que estuvo en el asedio, sea quien nos describa mejor lo que realmente ocurrió.

                      Cuando empezaron a recuperarse del incidente, escucharon cerca de la batería unos gemidos. Era Benjamin Harris, "Ben", el muchacho de quince años, que se había acercado en el peor de los momentos a la posición de sus compañeros. Lo encontraron tirado en el suelo, con las dos piernas cortadas a pesar de la considerable distancia que le separaba del fatal impacto. Henegan nos describe la escena, que nunca olvidará, cuando era recogido con ternura por sus mayores y llevado urgentemente al hospital. No sobrevivió, falleciendo al poco tiempo.

                        El Teniente O'Reilly, al mando del destacamento de marineros, también sufrió las consecuencias del proyectil. Salió despedido por encima de las troneras impulsado por la onda expansiva. Quedó tendido sin conocimiento con una conmoción cerebral. Declaró no haber sufrido ningún daño, pero el rápido final de su carrera como militar profesional indica, claramente, que las heridas se habían producido en su interior. Nunca logró recuperarse del shock traumático sufrido.

                           Estamos recordando a personas, gentes normales para su época, hombres con sus sentimientos, miedos y problemas. Gentes que, como los de hoy en día, sufrían a veces experiencias muy duras que podían afectarles gravemente. Los términos tales como shock post traumático y demás jerga médica, tan habitualmente utilizados para con los veteranos de los conflictos bélicos modernos, no estaban inventados ni considerados entonces, pero ya existían.

                           La batería de los marineros continuó con su trabajo excelentemente, pero tal y como Fraser nos señala, tras la pérdida de 3 oficiales y 17 marineros durante esos pocos días, el violín desapareció, y con él la música, que se vio silenciada por el estruendo de los cañones y los gritos de sus servidores.

                      Amparándose en la oscuridad de la noche, los defensores se preparaban concienzudamente para "recibir" a los atacantes. La distribución de sus escasas piezas de artillería fue como sigue:

  • 2 cañones en el flanco del Cubo Imperial, en su interior.
  • 1 cañón de Campaña en la parte izquierda del hornabeque.
  • 2 cañones de Campaña en el foso, delante de la gran cortina del frente de tierra.
  • 2 cañones en la Batería del Mirador.
  • 1 cañón en la torre de Amézqueta.
  • 2 cañones de 4 pulgadas en la torre de Hornos.
  • 2 cañones en el bastión de San Telmo.
  • 2 cañones en la plataforma superior del Cubo Imperial.

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