LA MUERTE DEL CORONEL OSTA

REGIMIENTO LUCHANA Nº 28

RECUERDOS DE UN 20 DE ENERO DEL AÑO 1873

EL DÍA DE SAN SEBASTIÁN MÁS TRÁGICO

     Amaneció el día lluvioso, y continuó cayendo agua sin interrupción, a veces acompañada de un fuerte ventarrón, amenizado con truenos y rayos.

     En un San Sebastián cercado por el levantamiento armado de los partidarios de Don Carlos, en nuestra liberal y progresista ciudad, a pesar de todos los problemas, nuestros antepasados buscaban un ambiente de normalidad en sus calles, y para lograrlo, celebraban el día del patrono de la ciudad con la tradicional "tamborrada".

     Pero en las calles de San Sebastián se nota algo anormal y extraordinario, hay movimiento de tropas en sus calles, el regimiento de Luchana (1), que guarnece la plaza, se atavía con arreos de combate.

     Son las ocho de la mañana y el continuo toque de cornetas, anuncia en todas las calles a los soldados llamada a la carrera.

     La población donostiarra, alarmada, se echa a las calles, a los balcones, y se pregunta si habrá marcha del regimiento, si han sido destinados a otro lugar y se marchan..., nadie sabe nada a ciencia cierta, pero lo seguro es que pasa algo importante. Los sones de las trompetas, de los tambores, de las suelas de los soldados, del choque de las armas, los gritos, las órdenes, todo es alarmante.

Soldados del Reg. Luchana 28 en San Sebastián. Fondos del Museo de San Telmo.

     El regimiento de Luchana bate marcha, los sincronizados pasos de sus 400 soldados retumban en las calles de la Parte Vieja, y en unión del mismo, parte también media compañía de la Guardia Civil (2). En vanguardia va un puñado de Miqueletes, y a la cabeza de la tropa aparece, a caballo, el valiente coronel Osta.

     La fuerza parte por la calle San Jerónimo y casi llegando al Boulevard, a la altura de la esquina con la de Embeltrán se encuentra con el tamboril que anuncia el día festivo de San Sebastián con los alegres acordes de alguna de las marchas festivas donostiarras.

     Curioso y trágico a la vez. La música de unos marcha a la guerra, a morir o a matar. La de otros anuncia fiesta y diversión. La población sale a la calle, despide a los jóvenes, los anima y vitorea, pero finalmente esta vuelve y va... al primer buey de la mañana, la tan deseada sokamoturra.

     Los carlistas iban extendiendo su campo de acción, señal evidente de la importancia que adquirían las fuerzas del pretendiente. Era preciso realizar una acometida por estos alrededores, pues se supo que en los montes de Usúrbil y en la barriada de San Esteban de la misma villa, se habían reunido un buen número de fuerzas carlistas.

     El comandante general de Guipúzcoa ordenó al coronel Osta que el día 20 saliera con las tropas que disponía a atacar al enemigo, que acampaba en los montes de Usúrbil (3). Eso era lo que se estaba desarrollando en nuestra ciudad. El Luchana nº 28 obedecía las órdenes recibidas. El valeroso coronel Osta, jefe al mando del Luchana, tenía la orden de "atacar al enemigo de frente y donde quiera que le hallara", y esa era su intención.

Plano de Usúrbil en el que se detalla el lugar del enfrentamiento.

     El veterano oficial sabía desde el primer momento que la empresa era imposible, entre otras muchas causas, por la lluvia torrencial de aquel día y por el estado en que llegaría al combate la escasa fuerza con que contaba, tras una marcha a toda velocidad, con viento, frío y continuos aguaceros.

     El campo de acción era el valle de Usúrbil, justo pasado su antiguo puente. La fuerza carlista, distribuída por todo el monte de San Esteban, contaba con el doble de efectivos que los republicanos salidos de San Sebastián, y además el enemigo se encontraba parapetado tras el espeso arbolado de San Esteban, dominando la zona del futuro combate desde las alturas.

     El coronel Osta se dirigió por la carretera al citado puente y al entrar en él, alguien le objetó prudentemente en estos términos:

       -   Mi coronel, va a entrar usted al matadero!

     - Yo voy donde me mandan órdenes superiores ¡Muchachos, adelante! - contestó impertérrito el arrojado coronel de Luchana.

Empezó el tiroteo; nuestra fuerza se distribuyó debidamente; el avance hacia la ermita dio comienzo con toda la precaución posible; al frente se destacaba con imperturbable serenidad, la figura del coronel.

     El coronel Don Luis Osta Espinal, en el momento en que parecía iba a dar una voz de mando, cae del caballo, muerto, con el cráneo atravesado por los disparos carlistas (4). Era imposible avanzar, la empresa era imposible, pero había que obedecer y obedeció. El coronel Osta cumplió la orden superior: atacó de frente al enemigo.

El puente de Usúrbil.

Fotografía tomada por Fco. López Alén 29 años después del enfrentamiento.

Señalado con una X el lugar en donde cayó muerto el corone Osta, justo en el arranque del puente. Fotografía tomada por Fco. López Alén el año 1902.

     Tomó el mando el segundo jefe, el cual no pudo disponer más que una retirada hábil a Usúrbil.

     La misma noche entraba en San Sebastián la fuerza que partió a la mañana. en estado lastimoso, maltrecha a consecuencia no sólo del huracanado tiempo, sino principalmente por aquella inicua orden dictada por la más absoluta ignorancia, única responsable de tan desgraciada operación (5).

     Los carlistas desnudaron del todo el cadáver del bravo coronel y, seguramente, habrá en Guipúzcoa quien lea estos renglones, y lo remorderá la conciencia, exclamando para sus adentros:¡Yo fui el primero que echó mano sobre la ropa del coronel del Luchana!! (6)

     Así termino aquel desventurado 20 de Enero de 1873, día de San Sebastián.

     (1) Un destacamento de este regimiento se encontraba de guarnición en San Sebastián. En la prensa se informó que la columna estaba formada por 8 compañías de este regimiento, pero este número me parece excesivo, ya que en ese caso estaríamos hablando de una columna cercana o superior al millar de hombres.

     Este regimiento se formó en 1808 a partir del Batallón de tiradores de Ledesma.

     Su historia es curiosa, al haber combatido a favor de Napoleón en el frente de Rusia entre 1811 y 1813. Después se pasó el regimiento a las líneas del Zar, a favor del cual combatió contra sus antiguos aliados como "Regimiento Imperial Alejandro". Por esta circunstancia, tras su regreso a España, era conocido como "El Moscovita".

     Fue disuelto en 1960.

     (2) No se conoce exactamente el número de efectivos de la columna, por lo que las cifras varían entre los 300 y 400 hombres.

     (3) El ambiente estaba muy tenso. Santa Cruz campaba a sus anchas en Guipúzcoa, reclutando voluntarios en cada pueblo que "visitaba", y "recaudando" fondos para su causa. Los reconocimientos para localizarle y acabar con él eran infructuosos, siempre escapaba de las columnas liberales. Hasta seis de estas al mismo tiempo le buscaban sin resultados positivos, para desesperación de sus jefes.

     En 1873 incendió la estación de Hernani e inutilizó la vía férrea con una partida de 40 hombres, en cumplimiento de la orden del general Lizarraga del 6 de Enero. También reclutó voluntarios en Astigarraga, Alza, Loyola y a las mismas puertas de San Sebastián.

     El partido liberal pedía "El empleo de la más extremada dureza a que un pueblo civilizado puede llegar", frase que despeja cualquier duda sobre el clima de odio que reinaba entre las partes. Este fue el ambiente que motivó la insensata orden de ese ataque contra fuerzas muy superiores y mejor posicionadas.

     (4) Su hermanastro, subteniente del ejército republicano, en venganza por su muerte acuchilló a tres vecinos de Hernialde una semana después, simplemente por ser amigos del cura Santa Cruz. Poco tiempo después el subteniente Osta fue hecho prisionero, y cuando Santa Cruz se enteró, dio inmediatamente orden de fusilarlo como venganza.

     En el diario La Constancia del 30 de Octubre de 1926 se publicó esta historia que transcribo literalmente (sic):

     "Santa Cruz, que como hemos dicho, había residido en Hernialde en la casa Olózaga de los Ateagas, rugió de cólera cuando se enteró del crimen y de sus agravantes circunstancias, asegurando que no dejaría vivo un miquelete que cayera en su poder, presumiendo que ellos, por ir siempre en las avanzadas de las fuerzas del ejército, habrían sido sus autores: lamentándose de que estos hechos vandálicos, impusieran la guerra sin cuartel. Más tarde se enteró que los asesinos no habían sido los miqueletes, sino el subteniente Osta.

     En el libro de difuntos de Hernialde consta "que el 30 de Abril de 1873 se celebraron funerales solemnes en aquella parroquia por las almas de los finados Juan Andrés de Ateaga y Tapia, hijo de don Juan Manuel, y don José de Ateaga e Irazusta, padre e hijo víctimas inocentes, que el día 26 de Enero de 1873 fueron muertos por las tropas liberales en jurisdicción de la Universidad de Aya (Guipúzcoa), y cuyas partidas de defunción se hallan extendidas en dicha Universidad. La misma suerte sufrió también el vecino de Hernialde don José Francisco Beloqui, de 18 años de edad y recientemente casado, que junto con el José Esteban, traía un pase de libertad firmado por Santa Cruz para que pacíficamente regresaran a sus casas.

     Osta es cojido prisionero

     Algún tiempo después, fue destinado Osta, con el teniente de miqueletes Sarasola, a guarnecer el fortín de Elgueta.

     "Más viendo uno y otro oficial (dice el diario de operaciones de don Cruz Ochoa) que las partidas no los hostilizaban, se hicieron excesivamente confiados, y salían a hacer tertulia con los labriegos y labriegas de alrededor.

     Un buen día una partida carlista les preparó una emboscada; y echándoles el ¡Alto! Osta se entregó; no así Sarasola, que trató de huir, siendo alcanzado por las balas de los carlistas. Caído en tierra resistió con su revólver, y murió disparando contra los carlistas".

     "El jefe de la partida dio parte al general Lizarraga, que era antiguo amigo del coronel Osta, quizás por haber servido juntos en la guerra de África, y este le contestó que el Osta prisionero era de buena familia y lo conservase, pues le podía prestar (al jefe de la partida) buenos servicios, en la instrucción de los voluntarios en el manejo del fusil".

     No dejaba de ser una orden poco guerrera la del general Lizarraga, para con un prisionero sobre el que recaían tan tremendas acusaciones y cargos, como la muerte de aquellos indefensos paisanos, a quienes acuchilló y mutiló, sin más delito que el de ser amigos de Santa Cruz.

     Fusilamiento de Osta

     Pero el hombre propone y Dios dispone. Las circunstancias vinieron a reunir el 22 de Mayo en Elorrio, a la partida volante de Iturbe con su prisionero Osta, y a a de Santa Cruz; juntas ambas, salieron muy de mañana por soplo que tuvieron de movimiento de fuerzas enemigas, a encontrarse con ellas en los montes de Arechavaleta y Escoriaza, pasando por los denominados Besaide, Larragain y Sorgosia, siete horas de jornada, Y después de luchar bravamente como a su tiempo se dirá, retiráronse a la cima de la montaña, donde fue pasado por las armas el desgraciado prisionero. Decía así, el parte oficial:

     "Al subteniente Osta se le pasó por las armas en el monte donde estuvimos aguardando al enemigo, en castigo de haber matado él, según documentos que poseemos, el día 26 de Enero de 1873 en la Universidad de Aya (Guipúzcoa), a Juan Andrés Ateaga y Tapia, su hijo José Esteban Ateaga e Irazusta y su acompañante José Francisco Beloqui, todos tres vecinos de Hernialde y los dos primeros dueños de la casa Olózaga, donde y con quienes había residido Santa Cruz en Hernialde durante el tiempo que fue rector de dicho pueblo. Les mató sin más motivo que el de vengar la muerte de su hermano el coronel Osta, ocurrida en San Esteban de Usurbil, en una acción contra una de la partidas de Santa Cruz, el 19 de Enero de 1873, y sin más delito que el de ser quienes eran, y el de venir de verse con dicho jefe carlista, trayendo consigo un certificado o pase de libertad de ser soldado, a favor de su hijo".

     "Según informes del capellán, murió sumamente conforme y cristianamente".

     (5) La noticia del combate se extendió por toda la prensa del país. En "El Imparcial" se publicó de esta manera:

     "Ayer corrieron absurdos rumores respecto a encuentro de un batallón del regimiento de Luchana con las fuerzas de varias partidas facciosas de Guipúzcoa.

     Vamos a referir la verdad de lo ocurrido, no sólo porque así debemos hacerlo, sino también para desmentir dichos alarmantes rumores.

     El día 20 se tuvo noticia en San Sebastián de que las partidas del cura Santa Cruz, Iturbe y Lizarraga, fuertes de 400 hombres, se reconcentraban en Uzúrbil (sic) con el objeto aparente de correrse por Orto y la costa hacia la provincia de Vizcaya.

     Inmediatamente salió una columna compuesta de ocho compañías del regimiento de Luchana al mando de su coronel Sr. Osta, en dirección al lugar donde se hallaban las facciones. Estas ocupaban en una ermita próxima al pueblo fuertísimas posiciones atrincheradas, y el coronel Osta, con el denuedo y arrojo que caracterizan principalmente a nuestros bizarros oficiales, dio señal de atacar a la bayoneta, y poniéndose al frente de la columna, rompió la marcha en dirección de los parapetos carlistas.

      Estos recibieron a la columna con una descarga cerrada, tan desgraciada para el valiente jefe, que de los primeros disparos resultó mortalmente herido, pagando con su vida aquél rasgo de temerario arrojo. De la misma descarga quedaron muertos un sargento y heridos cuatro soldados, como en nuestro número de ayer indicábamos ligeramente.

     La columna, perdido su jefe, hizo alto y permaneció en aquél sitio durante largo tiempo esperando a su vez ser atacada por los carlistas; pero estos, seguros de que no podrían medirse con nuestros soldados, no se movieron de sus posiciones, ni siquiera los provocaron con nuevos disparos.

      La columna retiró al desgraciado cuanto animoso Sr. Osta, que al día siguiente falleció a consecuencia de sus heridas.

     Este es el hecho de la verdad y falso de todo punto cuanto se diga lo contrario.

     (6) Esta versión apareció publicada por Francisco López Alén. Otras fuentes afirman que resultó herido de gravedad, siendo inmediatamente trasladado a San Sebastián donde falleció al día siguiente. La versión de López Alén podría ser la correcta, al existir una partida de defunción en Usurbil y no en San Sebastián.

     Lo cierto es que fue enterrado en el Cementerio de San Bartolomé.

JOSÉ MARÍA LECLERCQ SÁIZ

ARQUEÓLOGO POR LA UNIVERSIDAD DE VALLADOLID

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