Vida y Asedios de una pequeña gran ciudad
COLABORACIÓN CIVIL EN LA DEFENSA DE DONOSTIA-SAN SEBASTIÁN
La actitud de los donostiarras durante el asalto siempre ha sido un tema poco tratado, no dejando lugar a dudas en la mayoría de los trabajos al respecto, sobre una inequívoca falta de colaboración con las tropas francesas que ocupaban nuestra ciudad en 1813. Siempre se incide sobre una falta de colaboración y un deseo ferviente por terminar con el dominio del francés sobre la ciudad.
Todos los documentos oficiales realizados por el Ayuntamiento, posteriores al desastre del 31 de Agosto y días sucesivos, no dejan lugar a la duda. En ellos se resalta que todos los habitantes estaban deseando ser liberados por nuestros aliados, sin fisuras, y en ningún momento es comprensible la actitud hostil hacia ellos demostrada por las tropas aliadas. Términos como “enfervorecidos patriotas”, “fidelidad y adhesión a la causa de la Nación” y actitudes como salir a vitorear a las tropas aliadas, son recalcadas en los 79 testimonios que presentó el Consistorio. En ningún momento se menciona que pudiese existir una parte de la ciudadanía favorable a las armas francesas, que incluso no dudase en apoyarles hasta con las armas en la mano.
La actitud de algunos de los oficiales y tropas aliadas, parecen corroborar los recelos hacia la población civil, tratándola muchas veces peor que a las tropas enemigas capturadas con las armas en las manos, ya que a su pecado habría que sumar el de ser traidores a su país. Adjetivos despectivos usados por la oficialidad contra los civiles como “pícaro afrancesado”, o que se conformasen si son sólo maltratados por las tropas, dejan entrever una animadversión hacia los donostiarras, consecuencia sin duda de una actitud hostil hacia ellos hasta ahora desconocida.
Siempre me ha costado mucho aceptar ese espíritu colaboracionista hacia el invasor por parte de mis antecesores donostiarras, y he buscado hasta debajo de las piedras alguna excusa para poder justificar la injusta actitud hacia ellos por parte de nuestros aliados. Los intentos por apagar los incendios provocados por los proyectiles aliados del día 25 de Julio, por parte de carpinteros y otros voluntarios civiles, incluso a costa de varias de sus vidas, puede ser uno de los desencadenantes de esa apreciación errónea. Los artilleros ingleses vieron a estos civiles, incluso en las partes altas de las brechas, expuestos al mortal fuego artillero. Esa visión podría ser fácilmente malinterpretada como de colaboración con el enemigo. Hasta ahora ese era uno de mis argumentos.
Por otra parte la declaración de de Songeon y otros oficiales acusando a los donostiarras de cooperación con las tropas francesas, también me ha parecido siempre fácilmente refutable. Siempre me ha parecido un claro inetento para lograr ser favorecidos en el trato durante el cautiverio en Inglaterra. Era una declaración deseada por ambas partes, unos por necesidad de justificar lo injustificable, otros por el temor a una incierta prisión en lejanas tierras del enemigo.
El despacho de Lord Wellington a su hermano Henry es muy claro al respecto.
Leamos un pedacito de ese despacho:
“Para el Honorable Henry Wellesley, K.B.
Vera, 26 de Octubre, 1813.
Sir,
(…) A saber, que los habitantes de la ciudad que San Sebastián cooperaron con el enemigo en la defensa de la ciudad, y en realidad dispararon contra los aliados. Aparece, no sólo en la declaración de los oficiales, sino que está totalmente corroborada por la del caballero de Songeon, y los oficiales de la guarnición francesa, que firmaron el certificado adjunto sobre su conducta.
No es sorprendente pues que los habitantes, cuya ciudad fue tomada para la nación, se quejen de los que tomaron parte en la toma.
Los documentos adjuntos, y mi carta anterior, demuestran plenamente, que, cualquiera que haya sido la conducta de los habitantes de la ciudad, la destrucción de la misma no debe atribuirse a los oficiales y soldados del ejército aliado, aunque es cierto que los soldados, como cualquier otro soldado que ataca una ciudad, la saquearon. (…)
WELLINGTON.“
La localización del libro de Jules Cochon, publicado el año 1915 con el título “Le Général Songeon, sa vie militaire et civile. 1771 – 1834”, hace que se abran nuevas y grandes dudas al respecto de la “patriótica” actitud de muchos donostiarras. Podía dudar de algún oficial al que se presume, por las fuentes consultadas hasta el momento, de una posible falta de escrúpulos, pero tras leer el texto y las firmas de los oficiales que se adhieren al texto, hace que no dude de la existencia de al menos un grupo más o menos numeroso de activos colaboracionistas entre los habitantes de San Sebastián.
Yo no quiero ser el que lance acusaciones y/o afirmaciones taxativas. Los acontecimientos que estudiamos siempre hay que tratarlos con precaución por la distancia en el tiempo y la coyuntura en la que esos documentos, del signo que sean, fueron escritos. Por eso, prefiero dejar para su lectura el texto íntegro del documento, y que cada lector saque sus conclusiones.
“Los oficiales superiores del Estado Mayor de la Plaza y de la guarnición de la villa y fortaleza de San Sebastián, asediada por un cuerpo del ejército inglés, portugués y español desde el 28 de junio hasta hoy, momento en que la destrucción total de nuestros atrincheramientos y la falta absoluta de víveres, agua, cañones, municiones y la debilidad de mucha de nuestras tropas, desgraciadamente nos ha forzado a pedir cuartel al enemigo.
Deseando dar al Señor Adjunto Comandante Caballero de Songeon, Jefe del Estado Mayor del asedio y Comandante del ala izquierda de la línea de defensa de la plaza, un testimonio auténtico de nuestro afecto de toda nuestra estima por su conducta brillante, su celo sostenido y el valor constante que ha desarrollado durante toda la duración del asalto, principalmente los días 25 de julio sobre la segunda brecha cuando el asalto, el 27 de julio cuando la salida donde fue alcanzado por varias balas, el del 31 de agosto en el que combatió sobre las brechas con tanta audacia y sangre fría, yendo varias veces a la cabeza de las tropas bajo sus órdenes, con su sombrero en la punta de su espada, al grito repetido de “¡Vive l’Empereur, adelante por el honor francés!” con un tambor a su lado batiendo a carga en medio de las columnas enemigas que después de haber fracasado en tres asaltos entraron en el 4º a consecuencia de una desgraciada explosión que ocurrió en el centro de la línea y que les favoreció.
Finalmente, este oficial no solo se ganó la estima y la admiración de la guarnición, sino que también forzó por su conducta la de los desafortunados habitantes a cooperar con tanto ardor y dedicación para aumentar y prolongar una defensa tan obstinada que tuvo para ellos el resultado de la destrucción total de su ciudad.
Todos los jefes muertos en el campo de honor en este honorable asedio se han llevado a la tumba los mismos sentimientos que nosotros sentimos hacia este bravo oficial que ha hecho méritos ante la Patria y el soberano.
Siguen las firmas:
Le Chevalier de Sentuary. Coronel Comandante de armas; Labat, Teniente Coronel, Teniente del Rey por S.M.C. cballero de la Orden Real de España; Thomas, Jefe de Batallón del 34º de Línea; Pavy, Comandante de la fortaleza de la Mota; Gouffé, Comandante del 1º Regimiento de Línea; B. Duquily, Comisario de Guerra del asedio; Coupy, Capitán Comandante del 3º Batallón de Cazadores de Montaña; Prado, Teniente Adjunto de la plaza del Fuerte; Hugon, Capitán que ha comandado la artillería hasta el 1º asalto y las baterías de la fortaleza hasta hoy; Boissel, Capitán Adjunto Mayor de la Plaza; Blot, Capitán al mando del Batallón del 62º; Guillot, Capitán del 22º de Línea; Goblet Teniente al mando de los Ingenieros; Rossel, Adjunto Mayor del 62º; Saint Clair, Capitán del 3º Batallón de Cazadores de Montaña; Brion, Jefe de Batallón al mando de la Artillería; Duhamel, Capitán de la Artillería.
Original depositado en el Estado Mayor de la Guarnición.”