Vida y Asedios de una pequeña gran ciudad
Lunes. 30 de Agosto de 1813.
64º día de Sitio.
A las siete de la mañana, Lord Wellington, acompañado del General Graham, Dickson, Leith y Fletcher, inspeccionan todo el terreno desde la batería nº 5 del Alto de San Bartolomé. Después de ver el estado de las defensas y consultar las mareas, deciden fijar la hora del asalto para las once horas del día 31.
La artillería aliada sigue machacando las murallas de San Sebastián. A pesar de encontrarse estas totalmente destruidas en los puntos elegidos para abrir brecha, se sigue intentando rebajar la altura de estas entradas. El estado actual de las defensas de la ciudad y la actividad de las baterías es el siguiente:
A consecuencia de los disparos de artillería, a las nueve y media de la mañana aparece un pequeño incendio entre los escombros de las casas destruidas, tras la brecha principal. Es un hecho inquietante que trae malos recuerdos a los soldados. Se acuerdan de como se retrasó el primer ataque por culpa de un hecho similar. Afortunadamente es rápidamente controlado.
Un hecho curioso era como se comunicaban las baterías de un lado y otro del rio. No existe puente alguno que una las dos riveras. Los correos tenían que cruzar el rio a nado, con los mensajes en la boca. El Teniente Coronel Fraser nos dice que él tenía la costumbre de recompensarles con 10 dólares. Este gesto ocasionó que nunca le faltasen voluntarios para realizar esa fatigosa y arriesgada misión.
A primera hora de la mañana el Coronel de Lancey se encuentra en Oyarzun a la cabeza de los voluntarios reclutados entre las otras divisiones por orden del Duque de Wellington. A raíz del fracasado ataque del 25 de Julio, perdió la confianza en la valentía de los hombres de la 5ª división. Por este motivo ordeno la formación de un grupo de voluntarios entre las otras unidades para "enseñarles" como se ataca una brecha. Esta acción creó un gran malestar entre los hombres, que eran injustamente acusados de cobardía.
Desde las primeras noches del día se trabaja frenéticamente en la excavación de tres nuevas minas, que parten desde las trincheras más adelantadas, por delante de la batería nº 7. Estas se extendían de manera perpendicular a la línea de la pared del muro de mar, que existía frente al hornabeque de San Carlos. La primera llegó hasta esa pared, la segunda a 25 pies de esta y la tercera a 40 pies. Las tres estaban a unos 8 pies de profundidad y fueron cargadas con 540 libras de pólvora cada una.
Nuevamente es visto Wellington a las tres del medio día inspeccionando las brechas. Está en la batería de cañones más cercana al puente quemado, a la derecha del Urumea, desde la que puede ver personalmente todo el camino que tienen que atravesar las tropas atacantes.
Finalmente es decidida la hora del ataque definitivo para las once de la mañana del día siguiente. Entre los mandos se extiende la noticia de que el Mariscal Soult va a atacar desde sus posiciones en Francia para liberar de sus asedios las dos plazas que permanecen en sus manos, San Sebastián y Pamplona. Esta información causa una cierta inquietud entre los oficiales. Todo el frente se va a ver inmerso en un combate generalizado. Wellington abandona el asedio para ocuparse personalmente de la defensa de toda la zona fronteriza.
El Teniente Coronel Fraser desde su posición en las baterías del Chofre escudriña con sus prismáticos el castillo y las baterías del monte Urgull. Ve que la batería del Mirador sufre un incendio. También se fija en otros restos, antes desafiantes, que ahora no son más que un montón de ruinas. Son las letras del mensaje que realizó el Teniente de Ingenieros francés, Albert Goblet, el día del cumpleaños del Emperador. Ahora no son más que unos espectrales restos. A las cuatro y cuarenta y cinco minutos se escuchan cinco fuertes explosiones dentro de la ciudad. Una de ellas cerca de la iglesia de San Vicente, habilitada como hospital.
La noche entre el 30 y el 31 se realiza una nueva gesta, esta vez a cargo del Comandante Snodgrass. Este oficial, al mando de una columna de tropas portuguesas, era consciente de la importancia que tenía encontrar un nuevo vado por el que podría abrir un nuevo camino de ataque con sus tropas, desde el otro lado del rio. El hecho de que solamente se contara con una vía de ataque era muy peligroso tácticamente. Se sabía que existía esa posibilidad desde que lo cruzara el Capitán de artillería MacDonald, pero por donde este valiente vadeó anteriormente el rio no servía. Tenía la convicción de que existía un paso más cercano que le facilitara el acceso a la brecha más cercana al baluartillo de San Telmo.
Se pasó toda la noche metido en el agua hasta la cintura aprovechando la marea baja, hasta comprobar que era vadeable justo enfrente de la brecha menor. Cruzó completamente y no contento con eso, trepó a lo alto de la brecha y estuvo observando el interior de la ciudad desde lo alto de la brecha, amparado por la oscuridad de la noche.
Martes. 31 de Agosto de 1813.
65º día de Sitio.
La noche, preludio del gran ataque es tormentosa, con violentos chaparrones acompañados de terribles relámpagos.
A las dos de la mañana los ingenieros británicos explotan las tres minas preparadas. La explosión de la primera hace que se desplome completamente la pared del mar. Los cráteres de cada una de las explosiones tienen 30 pies de diámetro aproximadamente. Las tropas de zapadores y mineros trabajan para unirlas con trincheras improvisadas. Con estas explosiones se han conseguido varios objetivos. El primero sería la anulación de cualquier ingenio o mina preparada para explotar cuando ataquen las columnas aliadas. La segunda es acortar el espacio sin protección alguna que tienen que recorrer las columnas. Los cráteres son aprovechados como prolongación de las trincheras. Todas las paredes de las trincheras expuestas al fuego francés son reforzadas con gaviones de seis pies de alto y tres de diámetro. Las columnas estarán protegidas tras ellos esperando la señal de ataque.
En las zonas más adelantadas se sitúan estratégicamente tiradores selectos. Todas las posiciones adelantadas están ocupadas por expertos fusileros, que se encargarán de disparar sobre cualquier defensor que aparezca sobre las defensas de la ciudad.
Hay un nerviosismo lógico, una ansiedad que se ve incrementada por la falta de noticias sobre el ataque de Soult en la frontera. El día asoma. La luz se va apoderando de todos los rincones lentamente. Ilumina los rostros de los actores, con sus duras facciones, preparados para realizar su dramático papel. Los uniformes encarnados lo dominan todo. Los galones brillan, lo mismo que el acero de las armas. Va a ser una sangrienta representación. Todo está preparado para que comience la tragedia.
Gleig nos hace una descripción perfecta del día que está naciendo.
Las tropas francesas están dispuestas en sus posiciones. Uno de los motivos que muchos historiadores militares barajan sobre los éxitos defensivos franceses, radica en que las unidades no eran cambiadas de posición. Cada unidad se hacía cargo de la defensa de un punto concreto, y gracias a la experiencia que otorga el tiempo empleado en sus defensa, esta se hacía más efectiva. También se manejan otros factores, de tipo emocional y psicológico, como es el del orgullo y honor como unidad colectiva e incluso a nivel personal, en mantener la posición firme ante el resto de tropas.
Las posiciones y las unidades, enumeradas en el despacho de Rey del 25 de Agosto, son las siguientes:
En cuanto a la artillería, esta se organiza de manera similar a la utilizada durante el primer ataque, mandada por el comandante Brion. La piezas camufladas en el hornabeque, una de 12' y otra de 8', están a cargo del teniente Gorse. En la parte superior del "Cubo Imperial" hay dos piezas que aún permanecen operativas. Se emplazan otras dos piezas de campaña para flanquear las cortinas. Una, de 16', está en el baluartillo de San Telmo, la otra escondida en el de Santiago, de 12'. Las únicas piezas con las que no se dispone en comparación al primer ataque, son las que estaban situadas en las torres de Hornos y de Amézqueta, que habían quedado destruidas.
El total de efectivos franceses se eleva a 2004 "bayonetas".
Pero empecemos a detallar como se desarrolla esta crucial jornada hora a hora, incluso minuto a minuto.
Entre las 8 a.m. y las 10 a.m.
El Teniente Coronel Fraser se queja desde su batería por la escasa visibilidad que tienen los objetivos asignados en una jornada tan importante. No hay viento que se lleve el humo. Para mayor dificultad el amanecer es brumoso. Entre las 8 y 9 horas de la mañana los objetivos empiezan a ser más visibles. A partir de este momento todos los cañones dispararon sin cesar hasta que comenzó al asalto.
La batería más adelantada no para de disparar con sus tres cañones de 24' al mando del Capitán Power. Su cuarta pieza había sido desmontada por impacto francés.
Durante estas primeras horas de la mañana llegan numerosos curiosos. Los Capitanes Collier y Bloye, de la escuadra de bloqueo saludan al Tte. Coronel Fraser. Se sitúan en su batería para presenciar desde primera línea el discurrir de los acontecimientos. La colaboración de su escuadra es importantísima. Esta tiene que simular un desembarco en la parte trasera del monte Urgull para que los defensores dividan sus efectivos.
Desde estas baterías la visión era perfecta. Gleig describe lo que tiene enfrente.
Las trincheras ya están ocupadas por una masa humana que tiñe el lugar con el rojo de sus uniformes. El recién llegado General James Leith, al mando de la 5ª División, es el encargado de llevar el asalto personalmente, apoyado por el General Oswald. Una de sus primeras medidas adoptadas afecta a la brigada de voluntarios organizada por Wellington, que es relegada a permanecer en las trincheras, hostigando con sus fusiles a los defensores, y a labores de apoyo muy a pesar de sus protestas. Leith se encuentra muy dolido por la acusación de cobardía vertida sobre su división.
Las unidades que componen este ataque suman aproximadamente 3.000 hombres, y son:
2ª Brigada de la 5ª División del General Robinson:
Al otro lado del Urumea, al mando del Mayor Snodgrass, 600 hombres:
Reserva:
2ª Brigada inglesa de la 5ª División del General Hay:
Brigada Portuguesa del General Spry.
El General Robinson organizó el ataque en dos columnas. La primera de ellas tendría como objetivo la primera brecha que se abrió, que se encontraba situada en medio de las dos torres. Con esta columna irían los destacamentos de artilleros y zapadores, que se encargarán de adecuar la parte alta de la brecha para poder organizar desde esa posición su defensa.
La segunda atacaría la última brecha abierta, en medio del bastión de Santiago. Su misión sería conquistar el paso de ronda de la cortina más alta del frente de tierra, para desde allí avanzar hacia la ciudad y atacar por la espalda a las defensas francesas organizadas tras las brechas.
El ataque a la tercera de las brechas, la más alejada, fue encomendado a los portugueses de la Brigada Bradford, bajo el mando del Comandante Snodgrass. Estos se presentaron voluntariamente para esta difícil misión, cuya finalidad consistía en aliviar un poco la presión que tendrían las otras unidades.
10'15 a.m.
Desde una altura situada a la izquierda de la batería de obuses se sitúa el Teniente General Graham con su estado mayor para seguir el asalto.
En este momento llega una nota traída por un nadador desde el otro lado del rio a la batería de Fraser. Por indicación de Sir Richard Fletcher se ordena que siete cañones abran fuego contra los restos de la torre de Amézqueta. En su parte superior se ha localizado un grupo de franceses trabajando frenéticamente. este grupo no era visible desde las baterías de la derecha del Urumea.
Una buena noticia es que los franceses aún no han disparado con sus cañones, pero es rápidamente empañada cuando llega la noticia, gracias a dos ayudantes de campo, de que en la frontera con Francia Soult ha iniciado una ofensiva para liberar la ciudad del asedio y ha cruzado el Bidasoa.
La primera posición de las trincheras está ocupado por el grupo de asalto compuesto por entre 30 o 40 voluntarios. Es la conocida "forlorn hope". También se les llama los "desesperados", y en esta ocasión están al mando del joven Teniente Francis Maguire, del 4º Regimiento, que justo hoy cumple 21 años. Este oficial era claramente consciente que se había presentado voluntario para una misión casi suicida. Hay un detalle curioso ocurrido en sus aposentos que está recogido en la obra del oficial Ayudante Richard Henegan.
10'55 a.m.
Cinco minutos antes de las 11 de la mañana comenzó el ataque final.
Los "Forlorn Hope" avanzan en cabeza. Recorren la mitad del espacio que les separa de la brecha, y en ese momento, como relata Gleig "la muerte comenzó a hacer su trabajo". Uno de los primeros en caer fue el Teniente Maguire, y el resto de atacantes pasaron por encima de su cuerpo como una oscura ola.
Napier menciona como causa de su muerte, la larga pluma blanca que le destacaba del resto de hombres y que gracias a su agilidad estaba adelantado del resto del grupo. Estos dos factores centraron sobre él la atención de los defensores.
Nada más iniciarse el ataque, un sargento con doce hombres salieron corriendo hacia el camino cubierto, justo delante de la pared del hornabeque. Su misión era muy arriesgada. Tenían que sorprender a la guarnición francesa antes de que dieran fuego al "soussison" preparado para detonar una mina. Pero los defensores fueron más rápidos y el artefacto explotó antes de ser neutralizado. Las 800 libras de pólvora con que se había armado, destrozaron completamente al grupo del sargento. Todos perdieron la vida. Una parte del muro de mar también salió despedido, aplastando a otros 30 británicos. Afortunadamente los ingleses aún no habían organizado el ataque con una formación cerrada. Si la explosión hubiese sucedido unos minutos más tarde, la mortandad habría sido enorme.
En el castillo ondea la bandera francesa, pero justo al comenzar el ataque, como si de un vaticinio se tratase, un proyectil destrozó su mástil cayendo al suelo.
El General Leith, por recomendación de Sir Richard Fletcher, se situó en el arenal de la derecha del Urumea, en su parte más cercana a las trincheras y el hornabeque de San Carlos. Era una buena posición para coordinar el envío de columnas de refuerzo al ataque, pero muy expuesto al fuego del enemigo.
Los defensores franceses del 62º, parapetados en las fortificaciones más adelantadas, causan grandes estragos con su eficaz fuego de fusilería. Están perfectamente dirigidos por el Capitán Blot. En el bastión de Santiago aparece la pieza que estaba camuflada, y que había costado grandes esfuerzos trasladarla a escondidas desde el bastión de San Felipe.. Es manejada por una entregada dotación dirigida por el Capitán de artillería Gorse. Este cañón causó gran número de bajas entre las filas inglesas hasta que toda su dotación quedó fuera de combate y su capitán herido grave.
Según el Teniente Coronel Fraser, el Cubo Imperial y la Batería del Mirador no reaccionaron rápidamente con sus cañones. Esta información no coincide con lo relatado por el General Rey en su despacho, ya redactado en el castillo tras la pérdida de la ciudad.
El fuego que sale desde las defensas hace que las columnas atacantes avancen pegadas a las fortificaciones. Ese es el motivo por el cual la mina francesa que explotó causó bajas en la columna británica.
Desde la batería de la derecha del Urumea, el Teniente General Graham observa el sangriento espectáculo. El Ayudante Henegan, que está presente en esa misma posición relata en su obra lo que se veía.
Es la primera mención a la enorme dificultad que encontraron los atacantes una vez coronada la brecha. Tras esa aparentemente practicable entrada, un gran desnivel en su cara interna, más el fuego certero y concentrado de las tropas de élite francesas, causaron una formidable matanza entre las rojas filas inglesas.
Una de la medidas defensivas adoptadas por Rey es la formación de una compañía que acudirá a los puntos que comiencen a mostrar signos de debilitamiento. De esta unidad, compuesta por 80 hombres de élite, se encargará nuestro Teniente de Ingenieros Goblet. A lo largo del ataque tendrá que acudir a varios puntos desde el inicio de las operaciones, luchando incluso cuerpo a cuerpo.
11'15 a.m.
Llega una carta desde las posiciones del istmo a las de la derecha del Urumea, traída a nado por el soldado O'Neill, del 4º Regimiento. En ella se aconseja, si fuese posible, prescindir de la utilización de la Brigada de Bradford. Wellington prefiere reservarla ante el cariz de los acontecimientos que se están desarrollando en la frontera.
11'30 a.m.
Fraser indica que los cañones de la Batería del Mirador abren fuego por primera vez contra las columnas atacantes. Su efecto es terrible ya que enfilaban toda la longitud de la columna inglesa.
11'35 a.m.
El fuego de fusilería francés se intensifica. Las columnas atacantes vacilan, llegando incluso a pararse en medio del recorrido. Desde las baterías se escuchan claramente los toques de corneta ordenando avance.
Los dos regimientos portugueses, formados en dos columnas, la primera con el 1º Batallón del 13º Regimiento, al mando del Mayor Snodgrass y la segunda formada por un destacamento del 24º Regimiento, mandado por el Coronel MacBean, inician su avance, a marcha ligera, por las arenas del Chofre. A este ritmo, se dispusieron a cruzar el rio, con el agua por encima de sus cinturas, para avanzar hacia el punto de brecha más cercano al baluartillo de San Telmo. Marchan en perfecto orden, conservándolo en todo momento. Una columna detrás de otra. Seiscientos portugueses, con sus oscuros uniformes, que rápidamente se convierten en objetivo del fuego francés.
La primera de las columnas ataca la brecha pequeña, la situada más a la derecha, y la de MacBean la derecha de la gran brecha. Estas columnas se habían ofrecido voluntariamente para realizar el avance. En el Despacho Oficial del Teniente General Graham se menciona este detalle, así como el de otra formación de soldados portugueses, del 6º de Caçadores, también formada en las dunas del Chofre, en una posición más cercana al puente quemado, que también insistió continuamente en su deseo de ser utilizada en el ataque, por mediación de su Teniente Coronel Peter Fearon. Este oficial británico, adscrito al ejército luso, y al mando de esta unidad solamente cuatro días antes, insistió continuamente sin éxito, por lo que fue mencionado en el Despacho oficial de la jornada.
Nuevamente Henegan es testigo de este ataque desde la batería donde está Graham.
Unos 50 portugueses regresan de en medio del rio transportando a 14 heridos por metralla. A pesar de todos estos obstáculos, los portugueses llegaron a la brecha. Al mortífero fuego que caía sobre ellos desde la batería del Mirador se sumó el de una pieza situada en el baluartillo de San Telmo.
Nadie ha podido pasar aún de las brechas. El ataque aliado se encuentra totalmente bloqueado.
A continuación dos resúmenes biográficos de dos oficiales portugueses destacados durante el ataque a la ciudad. (Clica y despliega las páginas)
11'45 a.m.
Desde las trincheras el General James Leith ordena que salga la primera oleada de refuerzos. Ante las dificultades que encontraban estos para salir de las trincheras, el General manda a uno de sus Ayudantes con la misión de despejar estas salidas de cadáveres y moribundos que las entorpecen, creando un nudo. Los franceses están disparando certeramente desde que las tropas asoman hasta la llegada a las brechas. Todo el suelo está lleno de cuerpos tirados, unos inertes, otros retorciéndose de dolor.
Los portugueses consiguen atravesar el río, a pesar de haber sufrido graves pérdidas, y llegan a las brechas. Las columnas lusas intentaron dos veces forzar la entrada en la ciudad, una hacia el flanco izquierdo, la otra al lado contrario, pero en ambas ocasiones fueron rechazadas con fuertes pérdidas.
Poco después de resultar herido el General, los británicos sufren una baja importantísima. Se trata del Teniente Coronel Sir Richard Fletcher. Estaba cerca del General, junto a la posición que personalmente le había aconsejado que ocupara para dirigir mejor las operaciones, cuando una bala de mosquete, tal y como nos cuenta Leith Hay, le atravesó el corazón. Gleig, por su parte, sitúa su muerte en "The Subaltern", en momento inmediatamente anterior al inicio del ataque, y puntualiza que la bala le alcanzó en la cabeza. Realmente se encontraba de pie en los arenales, conversando con el General Oswald, cuando una bala de mosquete le alcanzó en la espalda, a la altura del cuello, detalle que es puntualizado por el Teniente Coronel Fraser.
La situación en las brechas es dramática. Los aliados no pueden bajar desde la parte superior de las brechas, ya que a menos de 40 metros de distancia los fusileros franceses abaten a cualquiera que lo intente. Hay algunos restos de las casas adosadas a la muralla y ahora destruidas, que podrían servir como ayuda para descender, pero todos los que lo intentaron sucumbieron. Estaba claro que un ataque frontal era imposible. Se buscó avanzar de flanco, subiendo hasta la parte superior de la muralla situada en el lado izquierdo de la brecha. Los franceses habían situado en el camino de ronda de la misma, barreras cada pocos metros, que solamente dejaban pasar un soldado al mismo tiempo. Estaban defendidas por la élite francesa, los granaderos, quienes protegidos tras estas barricadas daban buena cuenta de todos los británicos que intentaban abrir este nuevo paso.
La primera de las traviesas, sobre la gran cortina del frente de tierra de la ciudad, estaba defendida por los granaderos del 1º y del 22º, que a menos de quince metros de la primera línea aliada, fusilaban sin piedad a todos los que salían de la escasa protección que les proporcionaban los restos de las fortificaciones, destruidas por el fuego artillero, e intentaban ascender a su camino de ronda.
12.00 a.m.
El fuego francés se intensifica en todos los puntos.
Las brechas siguen llenas de hombres que no pueden pasar. Entre los mandos que presencian todo desde las baterías de la derecha empieza a preocupar la posibilidad de que estén minadas. Una explosión en este momento acabaría con la mitad de los efectivos atacantes.
12.10 a.m.
La Batería del Mirador rara vez abre fuego. Esta inactividad también se aprecia en el baluarte de San Telmo.
12.15 a.m.
Todos los efectivos atacantes se concentran en la zona de brechas. El resto de las murallas ha quedado vacío de atacantes. Las posiciones en las brechas parece que ya están aseguradas. Sigue el temor, ahora mayor por la acumulación de hombres, sobre la existencia de una mina preparada para explotar bajo las brechas.
Se han producido dos fuertes explosiones a lo largo de la cortina. Desde las baterías se cree que pueden ser minas explosionadas por los franceses. La nube de escombros que han levantado ha superado la parte más alta de la muralla. De todas maneras el humo impide una buena visión desde el lado contrario del Urumea.
12.30a.m.
Todos los atacantes siguen bloqueados en sus posiciones. Hay varios intentos de acceder a la parte superior de la cortina, pero ninguno fructifica a consecuencia del fuego francés y las bayonetas de sus granaderos.
La brecha parecía fácil de subir desde la distancia, se lamenta Gleig. En su trabajo nos describe como era el montón de escombros y la muralla que los atacantes tenían que subir
Si esta situación se prolonga durante más tiempo el asalto está irremediablemente condenado al fracaso. Henegan, como Ayudante del Estado Mayor, se encontraba presente en la batería desde la que el Teniente General Graham presenciaba la matanza. En este momento se produce un hecho que cambiará el curso de este drama.
Hasta este momento siempre se había atribuido al General Graham la idea de disparar por encima de las cabezas de sus hombres, e incluso en su Despacho Oficial se otorga el honor de ser ordenado este por su propia iniciativa Pero vemos, gracias a un testigo presente, que fue el Coronel Dickson el que realmente se la sugirió. De todas maneras, este detalle no debe menoscabar la valentía demostrada por el jefe británico. La decisión de realizar este tipo de disparos, y las posteriores consecuencias de haber sido nefasto sus efectos, hubiesen recaído, sin duda alguna, también sobre su persona.
Las baterías comenzaron a lanzar sus proyectiles contra la línea defensiva francesa, situada tras las brechas. Cuarenta y siete cañones comenzaron a bombardear el nuevo objetivo. En un primer momento el pánico se adueñó de los soldados atacantes, que no podían creer que sus compañeros estaban disparando sobre ellos. Un nutrido grupo logró improvisar un refugio ya dentro de las murallas. Se trataba de soldados de la División Ligera, que pudieron organizarse gracias a las órdenes del Coronel Hunt, que se encontraba al mando de estos voluntarios. Este detalle viene comentado en las memorias de este valiente oficial.
Algunos de los franceses que defendían estas posiciones se retiraron momentáneamente. Los proyectiles y bombas que explotaban en estos puestos hacían imposible su defensa. La intensidad de fuego de fusilería de los defensores se vio muy reducida.
Gracias a este detalle los aliados logran establecer el primer alojamiento en la brecha. Gómez de Arteche menciona en su obra al Teniente Coronel Hunt, como el oficial que dirige este logro. Por su parte, Da Luz Soriano afirma que el primer alojamiento fue logrado por los portugueses del 15º de Cazadores, al mando del Coronel Luis do Rego Barreto, cuya apunte biográfico hemos facilitado anteriormente. En un discurso pronunciado en la Cámara de los Comunes de Londres por Lord Castlereagh, en la sesión del 8 de Noviembre de 1813, en el que se proponía la concesión a Wellington de un voto de gracias por la toma de la ciudad se dijo:
"Fueron empleados en tan riguroso servicio los portugueses, con la circunstancia de que, no llamados a él pero dejándose llevar de su patriotismo, se ofrecieron para el ataque, y fue un batallón portugués el que estableció el primer alojamiento eficaz contra las baterías enemigas".
Fue contestado con grandes aplausos en reconocimiento de la proeza por todos los miembros de la Cámara.
La habilidad que los artilleros habían logrado desarrollar tras tantos días de continuos bombardeos se vio recompensada en este momento. La efectividad de los disparos fue enorme. Los disparos cogían de enfilada toda la parte superior de la cortina del frente de tierra. La barricada que imposibilitaba el avance de los británicos fue rápidamente desmontada, perdiendo la vida varios de sus granaderos defensores. A pesar de la peligrosidad si uno se mantenía en sus posiciones, muchos franceses optaron por continuar en sus puestos. En la obra de Leith Hay se nos relata lo que encontraron los atacantes cuando inspeccionaban estas posiciones.
Todas las baterías de las dunas del Chofre disparan. Incluso la batería más adelantada, la nº 7, abre fuego con sus tres piezas útiles. Esta posición se centra sobre todo en la zona en ruinas del semi bastión de Santiago. Muchos defensores salen corriendo de sus posiciones, y son alcanzados por el fuego de los fusileros apostados en las trincheras más adelantadas.
Fraser nos indica que el Cubo Imperial o Caballero abre fuego por primera vez con sus cañones en este momento. Gracias a esta andanada, logra limpiar el foso existente delante de la cortina del frente de tierra de británicos que se habían adelantado.
En este momento se inicia el simulacro de desembarco en la cara norte del monte Urgull. Los barcos comienzan a arriar sus botes. El Teniente de Ingenieros Harry Jones nos describe el ánimo de los defensores franceses que se encontraban en ese lugar del monte.
12.40 a.m.
Desde las baterías de las dunas, parece que se ve a algunos hombres logrando entrar en la ciudad por la brecha principal. Parece que lo van a conseguir. Se ve a soldados agitando sus sombreros desde lo alto de la plataforma de la cortina del frente de tierra.
Sale un cuarto refuerzo desde las trincheras.
12.45a.m.
Han pasado cinco minutos desde la primera impresión que indicaba que estaban entrando los atacantes en la ciudad, pero parece ser que no era así. Lo mismo ocurre en la plataforma del hornabeque de San Carlos. Desde las baterías no se divisa ninguna casaca roja en esta posición.
Los soldados están manteniendo sus posiciones en las brechas, expuestos al fuego enemigo, durante casi una hora. Las escenas que tenían que ver sus ojos en estas posiciones tan peligrosas tenían que ser espantosas. Nos ha llegado el relato de uno de estos hombres, el Sargento John Douglas, perteneciente al 3º Batallón del 1º de Infantería, es decir, de los Royal Scots, quien escribe en sus memorias (Clica para desplegar la página)
El ruido de los disparos de la fusilería es intenso, aunque es cortado de vez en cuando, por un breve período de calma.
La torre de Amézqueta, en medio de las brechas, sigue en poder de un pequeño grupo de franceses. Desde esta posición, aún algo más elevada que las demás partes de las brechas, castigan con fuego de fusilería a los atacantes.
12.55a.m.
El Baluarte del Mirador dispara una salva contra los atacantes de manera muy efectiva. Lo mismo hace el Cubo Imperial.
La parte superior de la cortina principal del frente de tierra sigue ocupada por las tropas francesas.
13.00 p.m.
Sale el quinto refuerzo de tropas desde las trincheras.
La orden del teniente General Graham es la de hacer el máximo esfuerzo con esta nueva oleada de atacantes. La parte alta de la cortina del frente de tierra, hasta ahora defendida con gran vigor por las tropas de élite francesas está recibiendo un duro castigo artillero. Hay que aprovechar esa ligera ventaja.
En este quinto refuerzo entran en acción dos de los cuerpos que forman la 2ª Brigada de la 5ª División. Se trata del 3º Batallón del 1º de Escoceses Reales, a las órdenes del Teniente Coronel James Stevenson Barnes, apoyados por el 1º Batallón del 38º de Infantería al mando del Teniente Coronel Edward Miles, que resultará herido en el ataque. Todo el contingente está mandado por el Coronel Honorable Charles Greville, del 38º de Línea.
El mando de la 5º División cae en manos del General Oswald, quien ya lo ostentó mientras se recuperaba Leith. Rápidamente también resulta herido, asumiendo el mando el General Hay.
Hacia la derecha de las brechas empieza a producirse alguna pequeña incursión de los atacantes. Desde las baterías se ve a un soldado del 1º de Guardias correr hacia el parapeto francés. Algo más tarde se divisa a un sargento portugués y varios soldados de la misma nacionalidad, que parece que están entrando por la brecha más cercana al monte.
13.10 p.m.
El parapeto que montaron los franceses encima de la cortina del frente de tierra, originariamente de unos diez o doce pies de altura, había aguantado hasta el momento todos los ataques. A esta hora, sufre dos impactos directos de la artillería aliada. Sus defensores comienzan a retirarse, a excepción de un oficial y dos soldados, que, finalmente, también optan por retroceder.
13.15 p.m.
Los franceses aún mantienen el control sobre el paseo superior de la cortina, entre el semi baluarte de Santiago y el Cubo Imperial. A lo largo de toda la línea defensiva francesa, estos habían montado pequeños almacenes de pólvora, granadas de mano y municiones a intervalos regulares.
Justo en este momento, seguramente como consecuencia del impacto de un proyectil, estalla uno de estos depósitos, situado en lo alto de la cortina del frente de tierra, y por simpatía los más cercanos. Aunque también hay teorías, bastante menos fiables, a favor de que la causa de la detonación fuera un sabotaje, o una simple explosión accidental. Los franceses habían situado tras las barricadas pequeños depósitos de municiones, con los que se buscaba un suministro inmediato de las posiciones más adelantadas. En ellos había granadas, pólvora, cartuchería de fusiles, etc.
La explosión se produce casi al mismo tiempo en que la quinta oleada de ataque está coronando la cima de la brecha. A excepción del Teniente Coronel Fraser, que no menciona este acontecimiento tan decisivo en sus memorias, el resto de autores sí lo hacen, la mayoría de las veces, con gran profusión de detalles. Henegan la describe así.
Lo cierto es que unos 300 granaderos franceses, casi todos del 1º y 22º de Línea, quedan fuera de combate en un instante, ya sea muertos, heridos, o conmocionados, lo mismo que el resto de sus compañeros también aturdidos por la explosión y sus consecuencias. Tras la enorme detonación, sigue un sepulcral silencio, todo él envuelto en una espesa nube de polvo y humo que lo cubre todo. El Comandante Cremaille junto a otros cinco oficiales, perecen abrasados o resultan gravemente heridos.
Los aliados logran apoderarse, gracias a la confusión de las barricadas que estaban en lo alto de la gran cortina. Estaba hecha a base barriles rellenados con tierra, y un pequeño cañón de bronce reforzaba su defensa. Solamente tenía una pequeña apertura que dejaba pasar únicamente a un hombre al mismo tiempo. En las brechas de la derecha los atacantes logran llegar a las casas pegadas al muro, desde donde empiezan a progresar hacia el interior de la plaza.
El baluarte de San Telmo abre fuego nuevamente.
13.20 p.m.
Desde las baterías de las dunas se ve como el baluarte de San Telmo vuelve a abrir fuego con sus cañones. Hay que intentar silenciarlo como sea. Su fuego de flanco es muy letal entre las filas aliadas.
Los atacantes se han internado dentro de la ciudad. Se escuchan muchos disparos de fusilería procedentes de las calles de San Sebastián. Leith Hay nos menciona, inclusive, un contraataque a la bayoneta de los franceses para intentar recuperar sus posiciones, perdidas tras la explosión. Esta lucha, cuerpo a cuerpo, se dio principalmente hasta llegar a las escaleras que conducían hasta el bastión del Cubo Imperial. Es decir, por la antigua calle del pozo, hasta llegar casi a la Puerta de Tierra.
El baluarte de Santiago ya está totalmente en manos británicas.
Se puede ver a la guarnición francesa retirarse a la carrera desde sus posiciones más adelantadas de la plaza. Están abandonando definitivamente el hornabeque de San Carlos. Con ellos va al Capitán Blot, al mando de los hombres del 62º de Infantería de Línea, que tanto daño han hecho a las columnas atacantes. Rey, que se ha mantenido en primera línea de fuego, ordena la retirada general al llegarle noticias de que los atacantes están penetrando por la brecha más cercana al castillo. Este avance enemigo es peligrosísimo, al estar todos los defensores a expensas de un intento de envolvimiento.
13.25 p.m.
La batería de San Temo sigue siendo problemática.
Encima de las brechas apenas se ven hombres. Están entrando todos como un torrente a la ciudad, principalmente por la brecha abierta entre la cortina del Frente de Tierra y el Cubo de Hornos. Se ven uniformes colorados correr a lo largo de toda la muralla del Frente de Tierra. Todos quieren descender lo más rápidamente posible a la ciudad. A la cabeza de estos avanza el Teniente Gethin, quien tiene el honor de ser quien se apodera de la bandera francesa que ondeaba en la plataforma del Cubo Imperial.
Desde las baterías se escucha que la intensidad de los disparos de fusilería dentro de la ciudad aumenta considerablemente.
Parte superior de la cortina del Frente de Tierra, entre el semi baluarte de Santiago, del que se aprecia una parte delante de la muralla, y el Cubo Imperial. Las casas adosadas a la muralla pertenecían a la Calle del Pozo, y fueron unas de las pocas que se salvaron del incendio. En este paseo de ronda se produjeron atroces escenas de guerra, además de la explosión que ocasionó la caída de la plaza.
Foto Colecc. Fco. López Alén.
13.35 p.m.
Sale un sexto refuerzo desde las trincheras.
Todo el ruido de fusilería procede del interior de la ciudad, de sus calles. Los soldados que aún se ven en lo alto de las brechas ya no disparan. Un hecho indicativo de que las tornas parece que han cambiado, es el hecho de ver, desde las baterías, como van saliendo soldados con uniforme francés por encima de las brechas, y se dirigen escoltados hasta las trincheras. Son prisioneros.
Pero la resistencia francesa aún no ha cesado. Nuevamente la Batería de San Telmo dispara.
Más o menos es en este momento cuando se producen dos fenómenos meteorológicos. El primero sería la lógica subida de la marea, que tanta preocupación ocasionaba entre los mandos británicos. De no haberse apoderado los aliados de las murallas, significaría que el tiempo para continuar con el ataque estaría terminándose. El segundo fenómeno natural es la aparición de un fuerte viento. Se levantan auténticas nubes de arena que dificultan la visión desde los arenales del Chofre. Es el preludio de una nueva tempestad, esta de carácter meteorológico, que va a azotar a todos los combatientes y civiles.
13.35 p.m.
Sale un sexto refuerzo desde las trincheras.
Todo el ruido de fusilería procede del interior de la ciudad, de sus calles. Los soldados que aún se ven en lo alto de las brechas ya no disparan. Un hecho indicativo de que las tornas parece que han cambiado, es el hecho de ver, desde las baterías, como van saliendo soldados con uniforme francés por encima de las brechas, y se dirigen escoltados hasta las trincheras. Son prisioneros.
Pero la resistencia francesa aún no ha cesado. Nuevamente la Batería de San Telmo dispara.
Más o menos es en este momento cuando se producen dos fenómenos meteorológicos. El primero sería la lógica subida de la marea, que tanta preocupación ocasionaba entre los mandos británicos. De no haberse apoderado los aliados de las murallas, significaría que el tiempo para continuar con el ataque estaría terminándose. El segundo fenómeno natural es la aparición de un fuerte viento. Se levantan auténticas nubes de arena que dificultan la visión desde los arenales del Chofre. Es el preludio de una nueva tempestad, esta de carácter meteorológico, que va a azotar a todos los combatientes y civiles.
13.45 p.m.
El ruido de disparos de fusil se intensifica dentro de la ciudad. Desde fuera de sus muros se oye continuamente el sonar de las cornetas ordenando avance.
Los ingleses y portugueses avanzaban por las calles de San Sebastián, persiguiendo a un ejército en retirada. Pero este avance no era todo lo fácil y sencillo que se podría suponer a priori. Los franceses habían llenado la ciudad de formidables barricadas, realizadas con los materiales procedentes de las muchas casas destruidas por los bombardeos. Leith Hay incluso nos menciona que algunas se encuentran reforzadas con piezas de artillería. Son muros muy altos, aspillerados, que son tomados al asalto una tras otro, pero la mortandad en las calles continúa siendo enorme.
Esta resistencia francesa es necesaria. Si se permitiese a los atacantes tomar rápidamente la ciudad, todas las unidades que defendían las fortificaciones más adelantadas de San Sebastián verían cortada su retirada. La vía de escape de todos los defensores del hornabeque de San Carlos y del Revellín de San Nicolás es retirarse atravesando la puerta de tierra y las calles más cercanas al puerto. El camino de ronda de la muralla, que cierra el puerto, también es utilizado.
El propio General Rey está presente en las barricadas de primera línea. Sabemos exactamente donde estuvo gracias al testimonio de D. Manuel Ángel Yrarramendi, incluido entre los testimonios de los testigos de la masacre de la ciudad, presentados por nuestro Ayuntamiento para defenderse de las noticias que trataban de exculpar a los aliados.
En este se dice:
"Que los franceses estaban defendiendo la entrada de la calle Embeltrán y que el General Rey, desde la puerta de la casa de Don Miguel Joaquín de Lardizabal les exhortaba y animaba a la defensa de allí a rato, derribaron los aliados la barriquería y penetraron en dicha calle siguiendo a los franceses hasta la otra esquina y estrada de San Gerónimo, que allí hicieron de seis a siete prisioneros franceses heridos que no podían correr. Que el General Rey y la tropa francesa se dirigieron al castillo por dicha calle de San Gerónimo en donde si los hubiesen perseguido los aliados, seguramente, antes de llegar a la mitad de la calle, hubiesen hecho prisionero al General francés, por la pesadez y torpeza con que caminaba. En lugar de eso entraron por Embeltrán a saquear".
Este testimonio es refrendado por el de Juan Antonio de Zubeldia, otro de los testigos del manifiesto, quien lo vio pasar con sus soldados desde la casa que ocupaba en la Plaza Nueva.
Un tercer testimonio nos cuenta como los franceses disponían de una pieza de artillería en una de las calles. Se trata del efectuado por D. Rafael Miguel de Bengoechea:
"Vio que las tropas inglesas y portuguesas corrían por toda la calle Yñigo en persecución de los franceses, que en el mayor desorden se dirigían en tropel hacia el castillo. Que llegados los aliados a la esquina de la Plaza Nueva, llamada de la Cárcel Vieja, cogieron por la espalda a un artillero y dos o tres soldados franceses que con un cañón de a cuatro, colocado detrás de la casa de la ciudad, estaban haciendo fuego con dirección al arco de San Gerónimo y, con admiración del declarante, los perdonaron la vida generosamente".
Desde el exterior se sigue viendo como son conducidos más prisioneros fuera de la ciudad a través de las brechas, hasta las trincheras luso-británicas.
En el plano adjunto se puede ver, marcado en rojo, el itinerario aproximado y más lógico que usaría el Gobernador de la plaza, aunque queda la posibilidad de que se retirara por la subida de Santa María. Nace desde el punto 1, situado en el emplazamiento de la barricada de la calle Embeltrán. En el punto 2 se señala la situación de la pieza artillera cuya dotación fue capturada por los aliados. El 3 y 4 nos indican los dos puntos donde se sostendrá la lucha con más intensidad. El primero es el atrio de Santa María. Allí los franceses resistieron aproximadamente durante una hora, con el objetivo de dar tiempo a todos sus compañeros que se retiraban, a través de la muralla del puerto y calles paralelas, desde las fortificaciones más adelantadas del frente de tierra. El 4 es el convento de Santa Teresa, último punto de la plaza en ser cedido a los aliados tras una tenaz y enconada resistencia que duró varios días.
Existe un relato muy gráfico sobre la crudeza de la lucha en algunas de las calles de la ciudad, que podemos leer en la obra titulada "With the thirty two in the peninsula war" de Ross-Lewin, en la que se narra la muerte de su primo, el Teniente del 9º Regimiento Edward Ross Lewin.
"La vista de la fortaleza de San Sebastián, naturalmente despertó en nuestras mentes orgullosos recuerdos de las proezas mostradas allí por las tropas británicas, en el asalto triunfal el 31 de agosto, que se mezclaba con la inevitable tristeza dentro de mí, con mis recuerdos, por el día memorable en que perdí a un amigo íntimo. El Teniente Ross-Lewin del 9 º, que había sido nombrado ayudante de su regimiento sólo unos días antes del ataque, y que era un oficial joven muy prometedor. Recibió un tiro de mosquete en el vientre, cuando nuestras tropas estaban haciendo retroceder al enemigo, delante de ellos, a través de la ciudad. El Sr. Buckley, ayudante de cirujano del 9ª, me dijo luego que cuando lo encontró, estaba sentado en un escalón en una de las calles, había vuelto a meterse los intestinos, que le habían sobresalido a través de la herida, y con calma se estaba suturando la abertura con aguja e hilo, artículos que los oficiales en servicio a menudo llevan con ellos. Cuando terminó la última puntada, se cayó hacia atrás y expiró en los brazos de Buckley".
Se trata del Edward Ross Lewin, Teniente del 9º de Infantería de Línea desde el 3 de Octubre de 1811. Era un oficial veterano de la Campaña de Walcheren, que ya había resultado herido en la Guerra Peninsular, exactamente en Villamuriel el 25 de Octubre de 1812. El Cirujano es Thomas Buckley.
13.50 p.m.
La visión desde el otro lado el Urumea es alentadora. Las casacas rojas se extienden a lo largo de todo el perímetro amurallado. La plaza va a caer en manos de los aliados. Los franceses se retiran, siendo reforzada la batería del Mirador con los efectivos procedentes de la ciudad.
Desde las brechas aumenta el número de prisioneros que son trasladados a las trincheras aliadas.
Los defensores franceses han sufrido mucho. En el informe del General Rey, realizado esa misma tarde, ya desde el castillo, indica los oficiales de alta graduación que han sido heridos (Pág. de la derecha).
El General omite en su informe que el Comisario de Guerra Robert figura entre los prisioneros caídos en manos aliadas.
13.55 p.m.
Los disparos que se oyen dentro de los muros de la ciudad comienzan a debilitarse.
14.00 p.m.
El Mariscal Beresford aparece en las baterías y junto al Teniente General Graham observa la acción.
Los disparos se intensifican en las zonas más cercanas al monte Urgull, donde los franceses han organizado su nueva línea defensiva.
14.05p.m.
El mando de los Ingenieros recae en manos de J.F. Burgoyne, ante la muerte de Richard Fletcher. Las bajas de este cuerpo son aplastantes. Han resultado muertos o heridos otros cinco de sus oficiales, entre los que destacaremos a Collyer y Rhodes, caídos en lo alto de las brechas. El mismo Burgoyne está herido. Una bala de mosquete le ha entrado por la boca y salido por el cuello, pero a pesar de esta complicada herida, acepta el mando.
14.15 p.m.
Se ordena a la artillería el alto el fuego contra la ciudad. El nuevo objetivo es el castillo y sus defensas superiores, principalmente la batería del Mirador, desde el cual se efectúa, incluso, fuego de fusilería contra la ciudad.
Parece que los disparos comienzan a disminuir considerablemente. Ahora sólo se escuchan algunos aislados. Estamos entrando en un período de calma relativa.
Se desmontan elementos de algunas baterías exteriores, como los gaviones, que son trasladados al interior de la ciudad. Es un claro síntoma de que las primeras líneas se han estancado.
El castillo dispara contra la flota de bloqueo, pero la andanada es ineficaz.
Empieza a verse una densa columna de humo elevarse desde el centro de la ciudad. También se escuchan dos fuertes explosiones. Desconocemos cual puede ser su origen, pero al calificarlas de minas el Teniente Coronel Fraser, nos da una idea de su intensidad.
Dentro de los muros de la ciudad, el único edificio que conservan los defensores franceses es el convento de Santa Teresa, que defienden con aproximadamente 200 hombres. El 9º Regimiento de Infantería de Línea británico intentó tomarlo al asalto, con el Coronel Cameron a la cabeza, pero fue rechazado con grandes pérdidas. Su conquista habría cortado la comunicación de las últimas tropas en retirada hacia el castillo.
Empiezan a caer algunas gotas de lluvia. La temperatura baja de golpe. Los hombres dicen incluso que hace mucho frio. El viento se intensifica y la luz desaparece, parece que se la noche se ha apoderado de todo en un instante. Es una fortísima galerna del Cantábrico, que quiere unirse a este escenario de muerte y destrucción.
15.00 p.m.
Se comienza a transportar municiones hacia el interior de la ciudad gracias a mulos de carga. Se acondiciona una vía de comunicación desde la izquierda de a paralela del istmo, entrando por el ángulo saliente del revellín. Desde allí, a través de la contraescarpa, hasta la entrada principal de la ciudad, su Puerta de Tierra.
En este momento hay tres incendios claramente reconocibles desde el exterior por sus densas columnas de humo.
La tormenta estalla. Empieza a caer una auténtica tromba de agua en medio de una oscuridad inquietante.
Es justo a las tres del mediodía cuando llega al Cuartel General de Lesaca el correo con la noticia.
"San Sebastián ha caído".
Lord Wellington había estado, según lo describen los testigos presentes, a lo largo del mediodía, muy nervioso, consultando continuamente su reloj de bolsillo. La alegría en su rostro, y en el de todos los oficiales de Estado Mayor fue enorme al recibir la noticia. Muchos se fundieron en calurosos abrazos, pero casi de inmediato, se transformó, tal y como nos lo indican, en tristeza. Se iban conociendo los nombres de los oficiales y amigos que habían resultado muertos o gravemente heridos, y la lista era enorme.
15.30 p.m.
El incendio es muy grande, aunque no se puede ver bien desde las baterías como consecuencia de la enorme nube de humo que envuelve a San Sebastián. Parece de noche a pesar de ser las tres y media de la tarde.
17.00 p.m.
Según el Teniente Coronel Fraser, esta es la hora exacta en que se puede considerar que la ciudad es definitivamente tomada, aunque otros autores la sitúan en otros momentos, como Leith Hay, que apunta las 15.00 horas como el momento más probable para considerar conquistada la plaza.
18.00 p.m.
La guarnición francesa ya ha reorganizado completamente sus líneas defensivas, dotándolas con los efectivos que se habían retirado de la ciudad. A pesar de mantener una posición alta respecto a los atacantes, están muy preocupados por la falta de abrigos y protecciones ante el inminente bombardeo a que van a ser sometidos. Son conscientes de que van a sufrir mucho.
A pesar de haber perdido la ciudad, y de la poca protección contra las bombas, el General Rey está firmemente decidido a defenderse.
En este dibujo realizado por Hierro, se aprecia la superficie urbana que se destruyó en el incendio. El estado de las murallas no es el correcto. El semi baluarte de Santiago y la zona de brechas estaban muchísimo más destruidos, pero sirve para hacernos una idea general de lo que se tuvo que vivir dentro de los muros de San Sebastián.
20.00 p.m.
La ciudad entera es víctima de las llamas.
La noche es terrible. La tormenta castiga implacable a todos los participantes en esta acción. San Sebastián, o mejor dicho, lo que queda de la ciudad, se encuentra bajo un aguacero intensísimo.
Desde el mismo momento en que las tropas aliadas pisaron las calles donostiarras, un nuevo capítulo de esta historia comienza. Es un acontecimiento que empañará la gloria conseguida por los ejércitos anglo portugueses, y acabará completamente con una ciudad aliada, y gran parte de sus habitantes.
La soldadesca, busca y encuentra licores en los sótanos de las casas. Su locura se ve incrementada por los efectos del alcohol. En alguna de las memorias estudiadas, los oficiales británicos llegan a afirmar que si en ese momento los franceses hubiesen realizado un contraataque, habrían recobrado el dominio completo de la ciudad. Los oficiales, si no participaban del saqueo, se veían impotentes para contener a sus hombres. Alguno lo intentó, como el Ayudante del 15º Regimiento de Infantería Portugués Antonio José de Sousa Ferraz, pero murió asesinado a manos de los soldados ingleses, hecho testificado por el propio Lord Wellington en carta dirigida al Mayor General Barnes, fechada en Lesaca el 6 de Octubre de 1813.
No me quiero extender en este luctuoso episodio, que trataremos más ampliamente en otro de los capítulos de este trabajo. Pero si alguien tuviese alguna duda del comportamiento de estas tropas no tiene más que ojear el manifiesto que preparó la ciudad, con los testimonios de los vecinos. En este documento se narran las atrocidades cometidas, los robos, los asesinatos. La página más oscura de la historia donostiarra se está escribiendo en este momento, bajo la oscuridad de una enorme tormenta, únicamente iluminada por los incendios de nuestros hogares.