Vida y Asedios de una pequeña gran ciudad
LAS FORTIFICACIONES, MURALLAS Y CASTILLO
San Sebastián siempre fue considerada como plaza de guerra, jugando por este motivo un importante papel en la historia del país. Don Sancho el Fuerte hizo construir una fortaleza en el siglo XII, en la cima del monte Urgull, conocida desde entonces como Castillo de la Mota. Los reyes Alfonso VIII y IX, Fernando IV, Enrique II y III, Juan I y II, y sobre todo los Reyes Católicos, cuidaron de su conservación, y fueron, poco a poco, mejorando y aumentando sus defensas y fortificaciones.
LAS MURALLAS DE LA CIUDAD
Las murallas de una ciudad evolucionan, generalmente con algo de retraso, en función de los avances que se producen en la técnica y potencia artillera. Las murallas altas e impresionantes ya no tienen utilidad. Con un buen fuego artillero, son fácilmente abiertas en brecha.
En estos planos de los años 1546, el primero, y 1552 el segundo, se puede apreciar un doble cinturon de murallas. El más interior de ambos es el que correspondería a la muralla medieval, que se extiende aprovechando las fachadas de casas, como la casa torre del Preboste, la casa de Laborde, la de Gracia, etc.
El origen de estas murallas habría que buscarlo en la época de Don Sancho el Fuerte de Navarra, es decir, en la época en que Guipúzcoa se encontraba unida aún al vecino Reino de Navarra, aproximadamente entre los años
1194 y 1200, año en que Guipúzcoa se unió a Castilla. En los documentos que reflejan este acontecimiento se describe a la ciudad como una fortaleza. Es casi seguro que el rey navarro no pudo fortificar convenientemente la ciudad en tan
solo seis años, por lo que la ampliación y refuerzo del sistema defensivo se realizó bajo la corona castellana. Seguramente Alfonso VIII, a quien se deben las obras iniciales de defensa de Fuenterrabía (Actual Hodarribia), Motrico
y Guetaria, tuvo un papel importante en esta materia con su plan de fortificaciones realizadas en el norte de la península.
Vamos a realizar un pequeño recorrido alrededor de estas murallas, para hacernos una sencilla idea de como serían más o menos. Empezaremos el paseo en la Casa Torre llamada del Campanario, ya que en su parte más alta tenía uno. Al parecer esta construcción dataría del siglo XIII, lamentablemente fue demolida el año 1817. Desde allí, siguiendo aproximadamente la trayectoria de la actual calle Campanario, se extendía una muralla que llegaría hasta casi el actual Ayuntamiento de la ciudad, más exactamente hasta el palacio Beloqui o antiguo Gobierno Militar, en cuyo punto doblaría la esquina para enfilar hacia la Zurriola. En Esta esquina se levantaba una torre o torreón, conocido con el nombre de Torre del Ingente. Entre este y la Casa Torre del Campanario, el lienzo de la muralla se veía reforzado en su parte media por otra torre defensiva, que seguramente protegiese una puerta al muelle.
Pero volvamos
a la Torre del Ingente. Desde este punto se extendía la muralla de forma paralela a lo que ahora es la calle Embeltrán, junto a sus números impares, hasta la calle Narrica, cuya puerta era sin duda la más famosa de las tres que
ocupaba el trayecto, y que estaba además defendida por la Casa Torre del Preboste o de los Engómez. Desde allí y pasando por la actual plaza de Sarriegui, llegaríamos hasta la calle San Juan, donde había otra entrada llamada
del Postigo o Puerta de San Nicolás y que luego, correría de manera paralela a la calle San Juan, hasta llegar al hoy desaparecido baluartillo de San Telmo.
Estamos llegando al punto donde habríamos iniciado nuestro periplo, acercándonos a la Torre del Campanario mientras íbamos siguiendo un muro que terminaría cercando nuestro círculo defensivo: un muro un tanto primitivo que apenas contaría con dos metros de grosor, siendo las torres las encargadas de otorgarle su principal potencial defensivo, además de las saeteras y almenas que se abrían a lo largo de su recorrido. Eran sin embargo murallas muy débiles, que no solo presentaban dificultades para repeler amenazas que fuesen más allá de grupos de infantería, sino que además concentraba a sus vecinos en un espacio muy cerrado.
En época de los Reyes Católicos se trató este problema, siendo confirmadas todas las sospechas sobre lo anticuado de la muralla en el ataque que los franceses realizaron contra la ciudad en 1476. Ese año el Señor de Labrit, con un ejército de 40.000 hombres, al servicio de Francia, quiso apoderarse de la provincia de Guipúzcoa. La ciudad fue salvada gracias a la valentía de sus defensores y a la escasa artillería con que contaban las tropas invasoras. Estas disponían de las famosas "lombardas", con las que amenazaron seriamente la integridad de los muros. De no haber sido por la actitud beligerante de los donostiarras, la ciudad hubiera caído. Como consecuencia de este episodio, se reforzaron las viejas murallas y se añadieron a su línea algunas casas torre fortificadas cuyos nombres ya he citado en el párrafo anterior.
Un nuevo ataque sufrido el año 1512 a cargo del Duque de Angulema, futuro rey de Francia, hizo que se pusieran en práctica todas las reformas proyectadas por los ingenieros de los Reyes Católicos de manera urgente. Nace el cinturón
defensivo exterior que podemos ver en los planos anteriores, y que nos interesa por ser parte integrante de las obras defensivas que jugaron un importante papel en los futuros acontecimientos de 1813.
Al entrar en el S.XVI, ya en época del Emperador Carlos I, se construye el principal frente de la ciudad, conocido como "Frente de Tierra" y que estaba defendido por la llamada Muralla Real, una mastodóntica estructura que contaba con 288 metros de longitud, doce metros de altura y nada menos que dieciséis metros de grosor (32 pies de la época). Estaba además rodeada de profundos fosos casi imposibles de atravesar y en sus dos esquinas estaba reforzado por el baluarte de Santiago o del Gobernador al Este, y el de San Felipe al Oeste. En el centro de esta cortina se erguía un ‘caballero’, fortificación de gran potencia y tamaño, que era conocido como "Cubo Imperial", en honor a su constructor.
Al oeste
del ‘caballero’, próxima al baluarte de San Felipe, podíamos encontrar la puerta de tierra, que comunicaba la ciudad con las dos carreteras que de ella partían: por un lado la de Hernani, que atravesaba el barrio de San Martín,
y por el otro la que se alejaba hacia la frontera de Francia, pasando por el núcleo urbano extramural de Santa Catalina y que, tras cruzar el puente, desaparecía una vez recorridos los arenales del Chofre.
Este ‘Frente de Tierra’ era una obra imponente para su época: Tal y como se puede leer en el informe redactado por el prior de Barleta, en el primer tercio del s. XVI, la muralla que cerraba la ciudad al resto del istmo, de sesenta pies de espesor y otros cincuenta de altura, era lo bastante grande como para llegar a doblar en tamaño a lo que era costumbre durante aquellos tiempos
A lo largo de los años se irán añadiendo nuevas fortificaciones. Para una mejor visión del conjunto, veamos el siguiente plano.
Plano de Juan Bernardo de Frosne 20 de Abril de 1744
(Serv. Geogr. del Ejército)
1.- Cortina Principal. 2.- Cubo Imperial.
3.- Baluarte de Santiago. 4 .- Baluarte de San Felipe.
5 .- Muralla de la Zurriola. 6 .- Cubo de Amézqueta.
7 .- Cubo de Hornos. 8.- Hornabeque de San Carlos.
9.- Revellín de San Nicolás. 10.- Camino Cubierto.
11.- Glacis. 12.- Muralla del Puerto.
13.- Puerta de Mar.
Cubo Imperial o "Caballero".
En el alzado superior, en un perfil levantado por Phelipe Cramer el 22 de Noviembre de 1753, se puede apreciar cómo se verían las defensas del Frente de Tierra desde la bahía de La Concha. Es destacableel modo en el que
destacaba en altura sobre el resto de fortificaciones. (Serv. Geogr. del Ejército).
La principal obra defensiva de este momento la constituye el ya mencionado Cubo Imperial o Caballero. Se trataba de un baluarte en punta de diamante, denominación con que era conocida ese tipo de construcción, no simétrico respecto a su eje. Tenía flancos retranqueados, perpendiculares a la cortina, protegidos por orejones rectos. Su espesor llegaba a los 44 pies en los muros, y contaba con flancos "traveses" de 36. Tenía dos pisos acasamatados y salas dotadas de cañoneras.
Su papel en la defensa de la ciudad fue muy importante. Desde esta posición se logró hacer mucho daño a las tropas aliadas gracias a los cañones franceses y a la valiente actuación de sus dotaciones.
Medio Baluarte de San Felipe.
De mayor tamaño que el de Santiago -que protegía el flanco oriental desde la otra punta- y conocido también como Baluarte Nuevo o de Zamora, fue construido a principios del S.XVII en la esquina que ocupaba anteriormente el Cubo del Ingente. Contaba con 59 m. de longitud en su cara principal, 58 m. de ala y 18 en el lienzo perpendicular, este último carente de troneras. Su ubicación, la más cercana al puerto de la ciudad, lo hacían idóneo para la defensa del flanco occidental.
En su parte trasera, adosado a la cortina principal existía un cuartel con capacidad para una compañía, a través del cual se accedía a su interior por medio de una poterna. En su interior existían jardines y alguna huerta al servicio de los mandos militares de la plaza.
Esta estructura experimentó notables obras de mejora a lo largo del S. XVIII, como el añadido de nuevas y necesarias troneras, o la construcción de bóvedas a prueba de bomba; desafortunadamente, su actuación durante el asedio
de 1813 fue totalmente secundaria, por encontrarse alejado del frente de ataque principal.
Medio Baluarte del Gobernador o de Santiago.
Esta fortificación del s. XVII, reforzaba el importantísimo ángulo oriental de la gran cortina, justo en su unión con el lienzo del frente de la Zurriola. Tenía 18 m. de flancos y 30 m. de cara, pero no sobresalía lo suficiente como para poder flanquear este frente con sus troneras.
Se accedía a su interior desde la ciudad gracias a una comunicación abierta a través de una de sus antiguas casamatas. Actualmente es visible desde el interior del parking del Boulevard.
Esta fortificación desempeñó un papel prioritario en los acontecimientos que narraremos en esta obra. Incluso fue batida por la artillería aliada, hasta que sus muros se desplomaron formando una nueva brecha en las ya destruidas defensas de todo este sector.
Los franceses se refieren a él como de San Juan (Saint Jean).
Hornabeque de San Carlos
Realizado entre los años 1637 y 1639, se trataba de una fortificación de las calificadas como de alas de milano, con sus muros convergiendo hacia la ciudad. Se extendía por delante de la Cortina Principal del Frente de Tierra. Su cortina principal media 111 m. de longitud con dos flancos de 23 m. cada uno, caras de 45 m. y alas de 120 m. y 85 m.
A su alrededor tenía un foso de aproximadamente 30 m. de anchura. Delante, separado por este foso, se encontraba el revellín, con dos caras de 37 m de longitud, flanqueadas por las caras principales del hornabeque. Esta fortificación, la más adelantada, estaba completamente rodeado por un foso con su contraescarpa.
Encima de esta contraescarpa discurría un camino cubierto, y delante de él el glacis que protegía todas las fortificaciones.
Hay documentos de la época en que los que se detalla que fueron, en varias ocasiones, los habitantes de la ciudad los encargados de trabajar de manera "voluntaria" en la ejecución de esos fosos y en el levantamientos de los glacis.
Todas estas fortificaciones
desempeñaron un papel importantísimo en el asedio de 1813, sobre todo el su costado oriental, desde el cual se abrió constantemente fuego contra los flancos de las columnas atacantes, a las que les tocó desfilar a tiro del hornabeque
en los dos ataques sufridos por la ciudad.
Muralla de la Zurriola.
Como
ya se pudo comprobar en el anterior asedio sufrido por la ciudad en 1719, era la posición más expuesta a cualquier ataque y sus muros lo mostraron al resquebrajarse en diferentes brechas a causa de la artillería del Duque de Berwick. Desafortunadamente,
esto no ayudó a que ninguno de los proyectos pensados para reforzarla viese la luz, de modo que cuando las tropas del General Graham sitiaron la ciudad, su aspecto era exactamente igual al que se encontró Berwick cien años antes.
Arrancaba desde la Cortina Principal del Frente de Tierra, justo desde la trasera del semi bastión de Santiago., extendiéndose por el flanco de la ciudad hasta el baluartillo de San Telmo, ya en la falda del monte Urgull.
La primera de las fortificaciones que la reforzaban, y la más
próxima al baluarte de Santiago es el Cubo de Hornos, también llamado de Torrano o de Santa Catalina. Luego estaría el de Amézqueta, antiguamente llamado de Don Beltrán, de mayor tamaño y poder que el anterior. Este
muro de unos 190 m. de longitud, terminaba en el baluartillo de San Telmo, como ya hemos indicado, desde el cual se flanqueaba toda la muralla del frente de la Zurriola.
Construido en base a un sencillo muro de mampostería, este frente discurriría a lo largo de 264 metros, con una altura de 10 y un espesor máximo de 3 metros, en cuya parte supeior avanzaría el camino de ronda, flanqueado a ambos
lados por un pretil. En la parte interior del muro, nos podríamos encontrar adosadas las fachadas posteriores de las casas que daban a la desaparecida calle de la Zurriola, e incluso alguna pequeña huerta.
Se conoce a toda la zona cercana al Cubo de Hornos y al de Amézqueta como "La Brecha". Los aliados eligieron este lugar en 1813 para violar las defensas de la plaza, pero la denominación venía de antes, justo desde el asedio de 1719.
Frente del Mar
Así es como se denominaba a la muralla que se extendía desde la Cortina del Frente de Tierra, y que arrancaba desde su baluarte más occidental, el del San Felipe, hasta la falda de la montaña. Cerraba la ciudad por el lado de su
puerto, a lo largo de 270 metros.
Era una fortificación de escasa funcionalidad, débil militarmente hablando, pero resguardada de un ataque exterior. Su principal fortificación la constituía la Puerta del Mar, que se extendía desde la línea de la muralla
hasta el puerto, cortando así el acceso al mismo desde el istmo, y que contaba en su parte superior con un pequeño cuartelillo. No se puede decir que tuviese un papel relevante en el asedio, aunque ello ha permitido que, salvando la altura que
se le rebajó a finales del S. XIX, esta estructura pueda seguir siendo visible actualmente en su totalidad.
Los ingenieros franceses, de gran responsabilidad en la defensa de la ciudad durante el asedio, no estaban muy contentos con el sistema fortificado que encontraron, ni terminó de convencerlos el estado de conservación que presentaba.
La descripción que hicieron estos ingenieros de las fortificaciones es la siguiente:
"Durante la marea alta, la ciudad se encuentra bañada por las
aguas en sus dos flancos, no siendo accesible más que por el frente de tierra, por el istmo. Éste se encuentra defendido por un frente bastionado de gran relieve, reforzado en el centro por un bastión acasamatado o "caballero", que se
encuentra flanqueado por dos semi-bastiones, emplazados en cada una de las esquinas. Delante de este frente, y cubriéndolo totalmente, hay fortificaciones regulares. Desgraciadamente, la gran potencia y alcance de la artillería, hace que la totalidad
de estas obras se encuentren expuestas a sus efectos destructores desde todas las alturas que las rodean. El resto del cinturón que rodea la plaza, está compuesto por una muralla de únicamente 8 pies de espesor, con un estrecho camino
de ronda en su parte superior, protegido por un murete a modo de barandilla. El muro del frente del este, conocido como de la Zurriola, se encuentra totalmente expuesto a cualquier batería que se emplace en las alturas del monte Ulía o en los
arenales del Chofre, que se extienden sobre la ribera derecha del Urumea. Esta zona se encuentra flanqueada por el pequeño bastión de San Telmo, y por dos deficientes torres llamadas de Hornos y de Amézqueta. La zona orientada al norte,
está protegida por los elementos naturales, como es el mar Cantábrico reforzado por lo escarpado de la vertiente que muere en él desde el monte Urgull".